Ricardo Silva Moreno - Historia de la locura en Colombia

Здесь есть возможность читать онлайн «Ricardo Silva Moreno - Historia de la locura en Colombia» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Historia de la locura en Colombia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de la locura en Colombia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La historia de la locura en Colombia puede leerse como la terapia sicológica que tanto necesita Colombia. Como si el autor hubiera sentado en el diván al país para que este se desahogue de todos sus miedos, temores, pesadillas, traumas, duelos. Porque la vida en Colombia ha sido una marcha fúnebre desde siempre, desde que se tiene consciencia de nación, de territorio.

Historia de la locura en Colombia — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de la locura en Colombia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Dos semanas después, diecisiete países de la Tierra que no imaginaba el siglo XX, empezando por Estados Unidos de América y por Francia, reconocieron la soberanía de Panamá.

Y Colombia se replegó aún más, como cualquier archipiélago que se respete, en esa hegemonía de presidentes conservadores que tal vez había empezado por los mandatarios del movimiento regenerador, pero que se fue consolidando con el paso de los Gobiernos. El general Rafael Reyes montó un Gobierno autoritario pero amable con los dos partidos, y progresista en ciertos sentidos, que resultó un alivio de posguerra hasta que empezó a tomar cara de dictadura. El estadista Carlos Eugenio Restrepo, una rareza y una tregua, cumplió con su promesa de gobernar para todos los departamentos, para todas las religiones y para las dos ideologías.

Y no obstante, a su salida, aunque habría que reconocer que la guerra paró, empezaron a darse con cuentagotas las señales de la locura colombiana y los signos del resquebrajamiento de la hegemonía: del Gobierno godo de Concha al Gobierno godo de Abadía Méndez.

Desde el martes 28 de julio de 1914 se dio la Primera Guerra Mundial para dejarle en claro a quien le correspondiera que, tal como se ve en la película La gran ilusión , habían llegado a su fin el honor y el heroísmo en el campo de batalla: aquel horror, sepia y negro y rojo, era el rito del fracaso humano. El jueves 15 de octubre de ese mismo año, Rafael Uribe Uribe, el veterano general de la Guerra de los Mil Días que era el único liberal en el Congreso y que sospechaba que de algo podían servirle al país las ideas socialistas, fue asesinado a hachazos por un par de artesanos en la Plaza de Bolívar de Bogotá. El martes 6 de noviembre de 1917 sucedió la revolución bolchevique que empujó a una nueva generación de liberales a incorporar a sus programas las reivindicaciones socialistas tan temidas en Colombia. En marzo de 1923, el presidente Pedro Nel Ospina, el primer delfín al poder que creía firmemente que lo mejor que podía pasarnos era que «Colombia» significara «colonia de los Estados Unidos», pidió los consejos de la llamada Misión Kemmerer que había estado poniendo en orden las finanzas de varios Estados Latinoamericanos. El lunes 2 de enero de 1928 murió el jefe resuelto e inquebrantable que prohibía las divisiones del Partido Conservador: el todopoderoso monseñor Perdomo. El martes 30 de octubre de ese mismo año se expidió la Ley 69, «La Heroica», que prohibía la lucha de clases, las huelgas, los ataques a la propiedad privada: los jefes conservadores y los curas les tenían pánico –y estigmatizaban con el grito de «¡comunistas!»– a los miembros de ese creciente movimiento obrero que estaba encontrando su lugar en el renovado Partido Liberal. Y el miércoles y el jueves 6 de diciembre de semejante bisiesto sucedió aquella matanza nauseabunda, la masacre de las bananeras, que recordó y predijo una cultura de la mortandad, de la aniquilación, del exterminio como resolución de los conflictos: «Y los fusiles quedaron impregnados de mierda», se lee en La casa grande de Cepeda Zamudio.

Fue en la plaza de Ciénaga: unos tres mil huelguistas, de los veinticinco mil que en las últimas tres semanas se habían enfrentado a una United Fruit Company agrandada y envilecida por aquella «Ley Heroica» que legitimaba la explotación, escucharon tres toques fúnebres de corneta y escucharon un «¡Viva Colombia libre!» y un «¡Viva el ejército!» antes de ser masacrados por trescientos soldados. El editorial de El Tiempo dijo: «Pero resta averiguar si no hay medidas preferibles y más eficaces que las de dedicar la mitad del ejército de la República a la matanza de trabajadores colombianos…». Y el representante liberal Jorge Eliécer Gaitán, de veinticinco años, subió al escenario colombiano a probar en un gigantesco y estudiado debate en el Congreso que los corruptos represores estaban detrás de la masacre de por lo menos trescientos trabajadores: «Y que no hable el presidente de la república de hechos políticos aquí donde sólo hubo por parte de los militares pecados contra los artículos del Código Penal», reclamó el valeroso Gaitán en su discurso.

La violencia es la corrupción del poder y el fin de la autoridad: el conservatismo estaba prohibiendo lo último que podía prohibirles a los colombianos, que seguían siendo piadosos y temerosos del cielo, porque –después de medio siglo de arañar posiciones en los Gobiernos de turno– era el momento de que llegara a la presidencia ese nuevo Partido Liberal con vocación al desagravio y a la redención social: el momento de que empezara ese capítulo desafiante e impulsivo, el de la República Liberal, que le impuso la modernidad a la Colombia confesional y feudal de siempre como metiéndole un sistema operativo revolucionario a una ominosa computadora vieja. Las presidencias decorosas de Olaya Herrera, López Pumarejo y Santos Montejo, miembros de aquella generación del Centenario que se había tomado el liberalismo y se había tomado El Tiempo , quisieron imponer la reivindicación de los trabajadores, la redistribución de las tierras, el reconocimiento de las mujeres, la libertad de cultos, pero, por medio de Gobiernos en los que se tenía en cuenta a los líderes godos, también trataron de alcanzar cierta estabilidad en medio de la típica zozobra.

Hasta el domingo 8 de enero de 1939: fue esa mañana cuando un mitin del Partido Conservador en Gachetá, Cundinamarca, terminó en una serie de disparos a los nervios y en una gritería entre rojos y azules y en una matanza de nueve muertos y diecisiete heridos. El líder del conservatismo Laureano Gómez Castro, el opositor inclemente que fue creciéndose y ensombreciéndose hasta ser apodado el Monstruo por hacedores de prejuicios, asumió de inmediato que el Gobierno de su excompañero de luchas Santos Montejo estaba detrás de la masacre y prometió en los altares del senado que a fuerza de aniquilamientos y atentados –ya lo había escrito en el diario El País – haría «invivible la República». Dígame usted si no era claro desde entonces que esta no era una nacionalidad sino un trastorno.

El bolcheviquismo conquistaba a un puñado de ilusos y el fascismo conquistaba a la derecha ciega a los términos medios. Pero, como lo que de verdad entretenía y abrumaba a los líderes colombianos era lo que había estado sucediendo en España, empezaba a simularse aquí una versión inverosímil –una versión al revés– de la catastrófica y traumática Guerra Civil española. Y era notorio que los liberales se veían a sí mismos como el bando republicano que servía de refugio a los rojos de todos los tonos: el Frente Popular de acá. Y era claro que los conservadores se arrogaban la representación del bando nacionalista que reunía a los más monárquicos y a los más católicos y los más asqueados por la «revolución del proletariado».

Del viernes 1º de septiembre de 1939 al domingo 2 de septiembre de 1945 ocurrió la miserable Segunda Guerra Mundial: una parodia impía e inhumana e irreversible de la Primera –una suma de conflictos a medio resolver, nacionalismos, megalomanías, racismos, sin ningún rezago de romanticismo– que dejó llenos de ruinas a los países colonizadores del mundo más viejo y dejó por lo menos cincuenta millones de fantasmas en los dos hemisferios y dejó en claro a quienes aún tenían fe en el alma que el hombre había sido desde el principio –repito– el único animal que era su propio depredador. Colombia rompió relaciones con las potencias del Eje, la Alemania Nazi, el Reino de Japón y el Reino de Italia, el viernes 18 de diciembre de 1941: sus estrechas relaciones con los Estados Unidos, de colonia, la llevaron a indignarse por el ataque a Pearl Harbor, a perseguir y a expulsar y a encerrar a los alemanes, a declararse en estado de beligerancia luego del hundimiento de tres de sus buques.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Historia de la locura en Colombia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de la locura en Colombia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Historia de la locura en Colombia»

Обсуждение, отзывы о книге «Historia de la locura en Colombia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x