En cuanto a la gravedad del abuso, las autoras Bass y Davis aportan algo muy iluminador desde su experiencia clínica como acompañantes de mujeres supervivientes de abuso:
La gravedad del abuso está determinada por la experiencia que tiene la niña en su cuerpo, sus sentimientos, su espíritu. Los actos físicos precisos no siempre son los aspectos más dañinos del abuso. Aunque la penetración es una experiencia física terriblemente dolorosa para una niña pequeña, muchos tipos de abuso sexual no son físicamente dolorosos. No dejan cicatrices visibles. Algunos abusos ni siquiera son físicos. Tampoco el problema es la frecuencia del abuso. La traición solo precisa un minuto. Un padre que desliza sus dedos bajo las bragas de su hija solo treinta segundos es suficiente para que después de eso el mundo ya no sea el mismo 6.
Sea cual sea el tipo de abuso, en todos los casos observamos que la víctima es utilizada para la realización de actos sexuales o como objeto de estimulación sexual. El abusador consigue su objetivo generalmente por medio de presiones, amenazas, manipulación y engaños, aprovechando su diferencia de edad y situación de poder sobre la víctima. En algunos casos, los menos, también se da a través de la fuerza física.
2. ¿Es lo mismo pederastia que pedofilia?
No sé si al lector cercano ya a los 40 le pasa lo mismo que a mí. Personalmente, hasta casi los veintitantos no vine a saber que estas palabras existían, o, si las había escuchado, no sabía muy bien a qué se referían. Eran conceptos difusos y extraños. Por lo mismo, me ha parecido muy oportuno hacer esta diferencia, ya que da lugar a muchas confusiones.
La palabra pedofilia (paidofilía) está compuesta por dos palabras griegas: paidós, que quiere decir «niño», y filía, que significa «amor» o «afecto intenso» hacia algo o alguien. Por tanto, pedofilia es la atracción intensa –y desordenada– hacia los niños.
Por otra parte, la palabra pederastia (paiderastía) deriva de las palabras griegas país, que significa «niño», y erastês, que quiere decir «amante». Esta palabra hacía referencia a la relación (no siempre sexual) que establecían en la antigua Grecia los muchachos adolescentes con un adulto como parte de su período de formación educativa, moral y militar. La RAE define la pederastia como «el abuso sexual cometido con niños».
Hecha esta aclaración etimológica, podemos afirmar que todo pederasta basa su conducta en la pedofilia, pero no todo pedófilo tiene por qué acabar cometiendo el delito de pederastia. La pedofilia sería el trastorno de la sexualidad que subyace a esta conducta criminal. Es bueno saber que hay gente que siente intensa atracción hacia los menores, pero logran reconocerla, controlarla y canalizarla, y así no cometer jamás un delito.
Por otro lado, cuando alguien abusa de un chico de 13 o 14 años o de una chica de 16-17, no debiéramos hablar de pedofilia, sino de efebofilia. Efêbos viene del griego antiguo y quiere decir «adolescente». Así, por ejemplo, los abusos cometidos por el sacerdote chileno Fernando Karadima no serían tanto de pedofilia –muchos lo acusan de pedófilo– cuanto de efebofilia. En todo caso, aunque haya cometido sus aberraciones con adolescentes, igualmente estamos ante delitos tipificados dentro del abuso sexual de menores. Es interesante saber que la mayoría de las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes o religiosos son chicos (dos terceras partes de las víctimas) con edades comprendidas entre los 14 y 18 años 7.
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¿SON MUCHOS O POCOS
LOS CASOS?
Lamentablemente, las escalofriantes cifras nos hablan de que estamos ante una verdadera pandemia. A continuación, voy a ofrecer algunos datos. Mi idea, sin embargo, no es marear con los números; me encantaría que detrás de cada cifra tuviéramos en cuenta que hay historias de dolor muy concretas, rostros sufrientes con nombre y apellidos ante los que simplemente hemos de descalzarnos 1.
Para mostrar que el ASI es una de las realidades más lacerantes de nuestra sociedad, voy a mostrar datos de tres países diferentes. Ciertamente, es una muestra pequeña y faltaría completarla con datos de lo que ocurre en otras latitudes. Además, mostraré también algunas cifras que tienen que ver con esta triste realidad dentro de la Iglesia católica.
A nivel general podemos decir que la mayoría de los abusos se sitúan en una franja de edad entre los 6 y 7 años, por un lado, y entre los 10 y 12, por otro 2. El 40 % de las víctimas son niños varones, lo que destierra el mito 3de que este tipo de abuso solo lo sufren las niñas. Tampoco es verdad que se den exclusivamente en determinados círculos o clases sociales. Los datos nos muestran que se dan en cualquier nivel socioeconómico y cultural. En cuanto al tipo de familia en las que se producen los abusos, suelen tener como características el que son monoparentales (solo la madre), reconstituidas (padrastro, otras parejas de la madre), caóticas y desestructuradas, con una madre ausente, por trabajo o enfermedad, o presente, pero emocionalmente fría y distante, que puede estar siendo maltratada y ha sufrido también abuso en su infancia, etc. Entre un 65 % y 85 % de los agresores son familiares o amigos de la víctima y de su familia. Cerca del 90 % de los abusos se dan dentro del ámbito intrafamiliar; un 7 %, en el ámbito escolar o deportivo, y un 3 %, en el ámbito de instituciones religiosas.
1. Estados Unidos
En 1990, David Finkelhor, director del Centro de Investigación de Violencia Infantil y profesor de sociología en la Universidad de New Hampshire, junto a sus colaboradores, hizo la primera encuesta nacional en este país, con una muestra de varones adultos, preguntando si habían sufrido abuso sexual durante su infancia. El resultado fue que un 27 %, en el caso de las mujeres, y un 16 %, en el caso de los hombres, reconocieron retrospectivamente haber sido víctimas de abusos sexuales en su infancia Estos autores estiman que cada año se producen en Estados Unidos unos 500.000 nuevos casos de ASI 4.
En el año 2000, en Estados Unidos hubo 2.300.456 denuncias: casi un 4 % de la infancia. Esto significa que una chica de cada tres y un chico de cada seis son abusados sexualmente antes de los 18 años. El 26 % de las violaciones se produjeron entre los 12 y 14 años, y el 34 %, cuando tenían menos de 9 años. Aproximadamente, 1,8 millones de adolescentes en los Estados Unidos han sido víctimas de agresión sexual 5.
2. Chile
Tomo ahora datos de Chile, país en el que he vivido durante casi veinte años. Elijo Chile no solo por ser mi segunda nacionalidad y porque creo conocerlo bastante bien, sino porque, al ser un país tan pequeño en cuanto a población –apenas diecisiete millones de habitantes–, nos da también una idea del alcance de esta pandemia.
El 15 de mayo de 2013, la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (UNODC) publicó que Chile ocupa el tercer puesto a nivel mundial en la tasa de denuncias por ASI, siendo solo superado por Suecia y Jamaica. Además, a nivel sudamericano, es el primero en la tasa de denuncias por este ilícito.
Entre mayo de 2015 y mayo de 2018, la Fiscalía Nacional, a través de la ley de Transparencia, reportó la cifra de 56.852 niños, niñas y adolescentes de ambos sexos que fueron víctimas de algún tipo de abuso sexual. Esto significa un promedio de casi cincuenta y dos casos diarios, que corresponden a uno cada veintisiete minutos 6.
Diez años antes, el noticiero CNN publicó una nota 7que confirma estos datos. Si acaso, ahora podemos observar un aumento en las denuncias. Esto no quiere decir necesariamente que haya más abusos; puede ser la constatación de que poco a poco la gente se está animando a denunciar más. Este dato es importante porque hay estudios que afirman que por cada denuncia que se hace, aproximadamente entre seis y nueve quedan sin registrarse, lo cual significa que no sabemos bien a cuánto asciende la «cifra negra», es decir, los abusos no denunciados. Así las cosas, entre el 75 % y el 80 % de los casos de abuso no son denunciados, y, dentro de los que son reportados, solo un 10 % llega a ser sancionado legalmente, lo que implica que prácticamente un 90 % de los abusos sexuales quedan impunes. Del total de denuncias por delitos sexuales, cerca del 83 % corresponde a víctimas menores de 18 años. Dentro de la extinta Red SENAME (Servicio Nacional de Menores) 8, un 45,6 % de los niños (26.409 niños de un total de 57.957) que se encuentran bajo su protección han sido víctimas de abuso sexual 9.
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