Ahora bien, en principio, el libro presenta los resultados de una impecable investigación historiográfica, desarrollada con inobjetable rigor científico, a pesar de los enormes obstáculos burocráticos opuestos por el poder de turno, los cuales sólo pueden hallar una explicación en el temor a las serias consecuencias políticas y patrimoniales que su concreción y difusión le podría ocasionar en un futuro no muy lejano.
Sin embargo, el trabajo elaborado por Mariela Tulián va mucho más allá de dicha investigación, pues además de los pormenores del peculiar proceso legal en cuestión, logra acabadamente el principal y más relevante objetivo de esta obra: compilar las enseñanzas, las experiencias y los saberes transmitidos de generación en generación mediante la memoria oral de su comunidad, cotejarlos con la historiografía oficial, que invariablemente cuenta los hechos desde la perspectiva de los vencedores y, de esa manera, reconstruir de manera fidedigna la historia de su nación, o al menos la historia más reciente de la misma, si consideramos que la existencia del mal llamado pueblo Comechingón data de entre 13.000 y 16.000 años.
En ese sentido, y tal como lo explica la autora, lejos de ser un fin en sí mismo, la reconstrucción de la historia reciente de su comunidad constituye el primer paso para la ulterior recuperación de su cultura, religión y cosmovisión ancestrales, las cuales fueron combatidas a sangre y fuego durante la conquista, reducidas a su mínima expresión durante la forzosa imposición de un culto basado en el temor a un dios único y todopoderoso, y ninguneadas y/o bastardeadas por la sociedad capitalista contemporánea, a la cual, como consecuencia de su inefable materialismo, hedonismo y trivialidad, y a pesar de la terminal crisis ética, social, económica, política y ambiental por la que atraviesa, le resultan difícilmente comprensibles conceptos tan esenciales como «propiedad comunitaria» o «territorio», entendido éste último, conforme enseña la autora, como un ser vivo, con partes diferenciadas y ensambladas entre sí, del cual todos los hombres y las mujeres formamos parte y que, en definitiva, resulta ser la fuente de toda vida.
Finalmente, la obra desarrolla con notable solvencia técnica un completo decálogo de la normativa nacional e internacional vigente en nuestro país, de jerarquía legal, supra legal y constitucional, que reconoce a los pueblos indígenas argentinos su preexistencia étnica y cultural respecto del estado moderno, les garantiza el pleno ejercicio de los derechos humanos universalmente establecidos y, muy especialmente, les reconoce la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que ancestralmente ocupan e, incluso, de otras que la comunidad requiera para su pleno desarrollo humano, transformándose así en una herramienta basal para el efectivo reconocimiento por parte del estado argentino de dichos fundamentos e irrenunciables derechos, como así también, un faro sumamente idóneo para guiar e iluminar las luchas análogas de todas las comunidades indígenas de nuestro país.
En suma, Mariela Tulián, una mujer excepcional, joven autoridad y representante de la Comunidad Tulián de San Marcos Sierras, brillante educadora por vocación, notable historiadora, investigadora, escritora y jurista por necesidad y convicción, y a pesar de los terribles golpes que le ha propinado la vida, nos ofrece una obra sincera, valiente, profunda, promisoria e imprescindible, la cual constituye un eslabón más —el primero en el rubro literario— en el marco de su inclaudicable y, por cierto, extenuante y riesgosa lucha por la promoción, protección y reconocimiento de los derechos humanos y ancestrales de su comunidad, en particular, y de los pueblos indígenas de su país y de toda América, en general.
Matías Isequilla
Abogado. Docente de la UBA. Escritor.
(…) Que las cosas escapen de sus formas,
que las formas escapen de sus cosas
y que vuelvan a unirse de otro modo.
El mundo se repite demasiado.
Es hora de fundar un nuevo mundo.
Roberto Juarroz, Poesía vertical VIII
Adentrarse en Zoncoipacha nos enseña mucho y, sobre todo, nos invita a pensar. Mariela Tulián recorre con sagacidad y discernimiento la historia no solo de la comunidad Tulián y el pueblo de San Marcos Sierras, sino también parte de la historia de los pueblos originarios de América y de la patria que nos cobija pero que también nos duele. En la voz y en la pluma de Mariela resuenan las voces de muchos otros… de aquellos que habitaban ancestralmente el territorio, de los Casqui-Curacas que supieron defender la comunidad con tesón e inteligencia así como otras voces que —tanto en la época colonial como republicana— buscaron dominar, invisibilizar y negar la presencia indígena.
Podemos leer Zoncoipacha como dividida en dos grandes períodos históricos: el colonial y el republicano. Pero creo que otro modo de abordar la lectura de este libro es reparando en diferentes tipos de lenguajes que permiten trazar puentes entre lo que podrían parecer, a priori, dos irreconciliables etapas históricas. Uno es el lenguaje jurídico al que la autora acude para describir el juicio contra la corona española que llevan adelante Francisco Tulián y su hermano Leandro para defender el territorio. Es el juicio que la Comunidad originaria del Pueblo de Indios de «San Jacinto» inicia contra la Corona Española en el año 1804. El extenso expediente de este juicio, hallado por la propia comunidad Tulián en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, permite reconstruir el contexto de las estancias y los pueblos de indios de la zona, en qué leyes se basaron para el reclamo territorial y el largo proceso judicial que abarca mensuras y deslindes, testimonios de los habitantes de aquella época y alegatos de diferentes actores sociales que defendían sus intereses, individuales y colectivos.
Pero éste no es el único juicio del que la autora nos habla. Ya desde la época republicana, un conjunto importantísimo de leyes internacionales, nacionales y provinciales nos van dando la pauta no solo de cómo se pensaba la «cuestión indígena» en todo América y Argentina desde inicios de siglo XIX hasta hoy, sino también de cómo los pueblos y organizaciones indígenas fueron los gestores y coconstructores de estas mismas herramientas legales y jurídicas para visibilizar sus luchas, hacer escuchar sus demandas y lograr victorias que fueron sentando precedentes y trazando huellas. En este sentido, todas las normativas, leyes y fallos judiciales que se citan aquí nos permiten entender que este conjunto de herramientas legales y de procesos judiciales que atañen e involucran a los pueblos indígenas no son solo producto de políticas estatales, gubernamentales y de organismos internacionales, sino también el resultado de largas luchas de éstos a lo largo y ancho de nuestro continente. En esta dirección, el puente que podemos trazar entre lo que puede parecer muy distante —un juicio de época colonial y el conjunto de casos de tiempos más recientes— radica en la búsqueda de la justicia; entendida no solo como un proceso institucional e institucionalizado sino también como la búsqueda de una justicia social que abarque el reconocimiento a la presencia de los pueblos indígenas por parte de la sociedad toda y el reconocimiento de la deuda histórica que, sobre todo, los estados nacionales mantienen con éstos.
El otro lenguaje al que recurre la autora es el que se nutre de las memorias colectivas y orales, los relatos de las familias, de los abuelos y abuelas y de los miembros actuales de las comunidades comechingonas y sanavironas que antes y ahora continúan transmitiendo todo aquello que los documentos, archivos y mapas a veces no dicen, tergiversan u ocultan. Las memorias colectivas hacen sentido en el hoy al ser no solo un cúmulo de recuerdos y transmisiones sino marcos interpretativos que todos los grupos sociales re-actualizan permanentemente; no solo para interpretar lo que ocurre sino también para definir estrategias de lucha y resistencia, y fortalecer sus sentidos de pertenencia. Así es como ese lenguaje de las memorias se entrelaza al discurso del hoy, a este libro de Mariela y la comunidad Tulián que nos recuerda que «la resistencia indígena, se basa en pocas palabras, en la lucha por seguir existiendo».
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