Time will tell on their power minds,
Making war just for fun
Treating people just like pawns in chess,
Wait ‘till their judgement day comes, yeah.
Resulta evidente que es la clase obrera la que habla aquí. Hay una total desilusión acerca del sistema y acerca de la política de la Corona. Los estudios culturales dan cuenta de estos fenómenos y buscan acercarse a ellos. El rock se convierte en la máxima expresión de las clases de abajo. Por medio del rock la frialdad desaparece paulatinamente. Desaparece para convertirse en escándalo. Escándalo que no es otra cosa que un retrato realista de la sociedad. Cuando este retrato se convierte en manifestación social, nace la cultura del pobre.
Sobre estas nuevas maneras de ver y “dibujar” la realidad creo que se puede ver cómo se reformula la cultura popular y el arte abre a sus consumidores de manera explícita una nueva posibilidad: la de encontrar la singularidad. Con la entrada en el mercado, la frialdad empieza a desaparecer y un halo de popularidad rodea a quienes hasta ese entonces habían permanecido en los márgenes. Los ejes de las prioridades se desplazan y las nuevas propuestas se catapultan hacia la luz. Las nuevas manifestaciones adquieren su propio brillo y visibilidad, pues buscan hacer nuevas preguntas y, a la vez, ofrecer nuevas respuestas a partir del empleo de toda una nueva gramática que involucra el vestido, el cuerpo y el instrumento. Por supuesto que el escape a la frialdad no se hace solo a través de la música. Basta pensar en las Campbell’s Soup Cans de Andy Warhol, que se convierten en la resignificación del objeto, en “el resultado de toda pretensión del sujeto de interpretar al mundo; son el resultado de la elevación de la imagen a la figuración pura sin la más mínima transfiguración” (Baudrillard, 1997, p. 26). Todo lo que alguna vez estuviera perdido en el underground entra a ser protagonista del nuevo patrimonio simbólico, de la cultura.
Los estudios culturales vuelven su atención hacia procesos culturales que se gestaban lenta pero sólidamente en medio de la invisibilidad. En el caso del rock , con el camino abierto en los Estados Unidos por personajes como Chuck Berry y, posteriormente, Elvis Presley, los británicos entran con fuerza en el mundo de la cultura popular. Aunque sean los estudios culturales los que por primera vez hayan tenido estas manifestaciones populares como objeto de estudio, nunca más se podrá volver a hablar de rock en términos británicos: para fines de los setenta será una manifestación popular de envergadura mundial, que rompía, incluso, con las berreras del lenguaje. 1
Este, consideramos, es el legado principal de los estudios culturales. Se trató de una corriente capaz de ver que la cultura se construía no solo en los salones de las prestigiosas universidades, sino también en los diferentes procesos de interacción social y allí donde la carga simbólica cobraba un significado mucho mayor que la erudición proveniente de los libros.
Con el rock se da un fenómeno del que nunca se había tenido plena conciencia, al menos en el campo del arte: la posibilidad de estar en posesión de un arte sin tener que dar razón de lo que se hace. En otras palabras, “el rock es la primera música que puede localizarse en la ruptura de la armonía entre el sujeto del saber y el sujeto de la experiencia” (Godzich, 1999, p. 109). Aquí hay uno de los elementos centrales de la nueva gramática a la que nos referíamos algunas líneas más arriba. Ya no se necesitan conocimientos técnicos muy elaborados para hacer música. Para mediados de los sesenta muchos jóvenes obreros compusieron canciones de dos acordes que habrían de transformarse en clásicos del rock de todos los tiempos. El rock acabó definitivamente con la idea elitista de la música. Sin embargo, aquí podría objetarse que el blues , padre del rock , ya era una música popular que no requería la experiencia académica para darse; esto es cierto. La diferencia con el rock fue que encarnó los ideales de toda una generación que deseaba distanciarse de los modelos convencionales, que deseaba huir de la cultura del progreso y la enajenación de la sociedad posindutrial. El rock se transformó en un producto cultural de consumo masivo, en un escape a la frialdad de los cuerpos y en la única respuesta a la búsqueda desenfrenada de la singularidad. Woodstock fue mucho más que un concierto, fue la manifestación clara de que los cuerpos de muchos jóvenes ya no eran cuerpos fríos. Fue la muestra de un escape a la marginalidad, de un ser-en-la-cultura.
Por supuesto, no hace falta un gran trabajo de exégesis para darse cuenta de que el sistema quería ser partícipe de esto. La nueva onda contracultural que se venía con el auge del rock era algo digno de ser fotografiado, filmado y grabado. Al igual que las Soup Campbell de Warhol, el rock se convirtió en el amo del juego. Ya no era el sujeto quien se acercaba al objeto (el rock ) para conocerlo. Parecía ser el rock el que estaba allí para ser visto y consumido. En un vertiginoso movimiento dialéctico, el rock pasó de ser una de aquellas modestas manifestaciones culturales en las que se detenían los estudios culturales a una increíble industria de proporciones mundiales. The Beatles pasaron del Cavern Club en la pequeña Mathew Street de Liverpool a la televisión nacional de los Estados Unidos en cuestión de muy poco tiempo. No importó. A pesar de todo, el rock seguía siendo un lugar de escape y de resistencia. Creemos que sigue siéndolo, aunque conviva con las lógicas del consumo y la producción en masa.
El rock es, sin duda, una de las manifestaciones estéticas y culturales más interesantes de los últimos tiempos que evidencia de manera contundente cómo desde allí se dan importantes procesos de construcción cultural. En efecto, como lo decíamos, el rock se ha convertido en un fenómeno de alcances planetarios: hoy por hoy, se hace rock en muchos idiomas y sus formas de mostrarse como manifestación estética han sugerido un sin igual sincretismo entre referentes locales y globales. América Latina ha sido uno de los campos más prolíficos en lo que se refiere a estos sincretismos. Países como Argentina y México han sido pioneros en la producción de rock en español y, desde los noventa, en Colombia, el género se ha masificado. 2Con miras a observar desde dónde podría pensarse el rock , propongo aquí tres puntos que darán algunas luces.
1. Hay abiertas búsquedas contraculturales en el contenido de las obras. El resultado mismo de la manifestación estética es un separarse de lo establecido y lo hegemónico que da paso a significaciones y sentidos nuevos dentro de quienes lo consumen.
2. Directamente relacionado con el punto anterior, está la idea de las actitudes políticas que se asumen por medio del rock y que, de un modo u otro, determinan el actuar social del sujeto/consumidor que resiste al sistema desde lo estético.
3. En las manifestaciones latinas del rock , lo tradicional y lo popular cobran nuevos significados y se da una interesante yuxtaposición de estéticas que determinan un nuevo modo de entender y proyectar la cultura: un modo alternativo.
Basta pensar en las recuperaciones que han hecho bandas como Aterciopelados y Sepultura de sus referentes locales. En el primer caso, por medio de la imagen de una vocalista, se ha logrado una manera casi kitsch de proyectar el rock , en la cual la Fender Stratocaster aparece al lado del Divino Niño del 20 de Julio. Sepultura, por su parte, ha integrado el metal con elementos tradicionales brasileños y líricas de corte eminentemente político que dan como resultado un metal latino que lucha contra el sistema. El rock se convierte en el nicho de la convergencia de lo local con lo global y en un fuerte y poderoso dispositivo de resistencia contra la tradición hegemónica. Si bien se trata de una banda estadounidense, en esta misma línea, podrían mencionarse los trabajos de Rage Against the Machine a lo largo de los noventa y sus múltiples líricas revolucionarias que recogían las ideas del Che Guevara y el “sub” Marcos. Basta pensar en la letra de “People of the Sun”, incluida en el disco Evil Empire (1996):
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