David Montalvo - La zanahoria es lo de menos

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El texto se desarrolla en torno a una historia creada por el filósofo inglés Jeremy Bentham, padre del utilitarismo, al hablar de lo que motiva a las personas a realizar actividades con base en evitar el dolor y conseguir el placer. Esta dice que si deseas conseguir que un burro se mueva, es necesario colgar una zanahoria de la punta de un palo, justo fuera del alcance de la boca del burro y así avanzará este al tratar de alcanzarla. David Montalvo toma esta metáfora para presentarnos un proceso hacia una vida emocionalmente sostenible a través de la constante motivación.

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O alguien que tuvo un jefe difícil en una importante corporación, en el futuro, si no lo hace consciente, «siempre» relacionará dificultad, estrés, tensión y angustia con trabajar en una gran empresa.

Además de esto, frases como: «Todos los millonarios son malos», «El ejercicio siempre cura la tristeza», «La educación es carísima», «La lluvia deprime», «El trabajo en mi país siempre es mal pagado»; «Al amar generalmente sufres», «Todos los brasileños son extraordinarios jugadores de futbol», «Los niños con infancias difíciles nunca podrán superarlas», «Todos tienen que leer este libro», son ejemplos del personaje generalizador.

Tercer personaje: el fatalista

«No lleves nunca a cuestas más de un tipo de problemas a la vez. Hay quienes cargan con tres: los que tuvieron, los que ahora tienen y los que esperan tener», dijo el autor y clérigo estadounidense del siglo XIX, Edward Everett Hale.

Para el fatalista, todo es un caos. No solo se cae, sino que se enamora del piso.Se preocupa no solo por lo que le sucede actualmente, sino por lo que pudiera suceder, que siempre para él es un problema sin solución; como un elefante que está corriendo frenéticamente hacia a él con toda la intención de aplastarlo y sin que se pueda defender.

Su toxina mental más preponderante es maximizar o agrandar todo lo que le pasa. Para este personaje, las crisis son el pan de todos los días y algo de lo que no se puede escapar, como si estuviera condenado a su fatal destino.

Cree en el determinismo de los eventos, en donde su libertad queda ajena a toda acción. Muchos creen que Dios o la naturaleza es quien los castiga, enviándoles experiencias difíciles como consecuencia de lo que hacen.

Para él, si alguien tiene una opinión diferente, la plática ya se convierte en una confrontación, una discusión es una contienda mano a mano, una ruptura es la pérdida de la felicidad, una enfermedad es la antesala de la muerte. Se inunda en una lluvia ligera o piensa que se acabará el mundo al ver el movimiento de los árboles. Un comportamiento que roza lo paranoico.

Una asistente a mis conferencias me comentaba que, cada vez que recibía una llamada de su madre, se ponía a temblar tan solo al escuchar su voz, porque el tono empleado por su progenitora era el de alguien que estuviera afrontando una gran tragedia, cuando lo único que quería expresar la bendita señora es que se había acabado el tomate para la sopa del almuerzo.

Recuerdo también que hace algún tiempo mi hermana estaba de visita en la Ciudad de México. Su esposo había salido a juntas de negocios y ella se encontraba en el cuarto piso de un hotel con mis sobrinos. De pronto, hubo un temblor y ella entró en pánico.

Para el personal del hotel era un poco más común, ya que la de México es una ciudad en donde no pocas veces tiembla, pero para mi hermana, al ser su primera vez, la referencia mental que tenía al respecto era de que algo muy malo e inevitable iba a suceder.

Desde esa ocasión ella prefiere hospedarse en el primer piso. Para muchos es precaución, pero sin duda influyó mucho el evento previo del temblor. Como menciona el doctor Puig: «El software mental se fabrica fundamentalmente a través de experiencias».

El filósofo romano Marco Tulio Cicerón también habla del fatalismo pero con este otro ejemplo: «Si tu destino es curar esta enfermedad, curarás tengas o no un médico; de la misma manera, si tu destino es no curarla, no la curarás, llames o no al médico; tu destino es, o bien uno, o bien otro; por tanto, no conviene llamar al médico».

La toxina mental preponderante del fatalista es maximizar todo lo que le pasa - фото 13

La toxina mental preponderante del fatalista es maximizar todo lo que le pasa. Las crisis son el pan de todos los días y algo de lo que no puede escapar, son su fatal destino.

El fatalista, además de vinculado con el miedo, está muy conectado también con la indiferencia y con la pereza. En nuestros tiempos observamos a personas preguntándose: ¿para qué me alimento sanamente, si de algo me tengo que morir?; ¿para qué trabajo por mis proyectos si como quiera nunca me salen bien?; ¿para qué me esfuerzo si mi jefe nunca va a reconocerme y siempre me pagará lo mismo?

Este personaje piensa y se imagina consecuencias particularmente negativas, haga lo que haga. Aunque la verdad de las cosas no siempre sucederá eso que fatalmente espera. Como dijo Mark Twain: «He tenido miles de problemas en mi vida, la mayoría de los cuales nunca sucedieron en realidad».

Cuarto personaje: el historiador

Nos encontramos físicamente en el presente, pero emocionalmente, ¿dónde vivimos?

Carl Jung, psiquiatra y psicólogo suizo, expresó: «Todo depende de cómo vemos las cosas y no de cómo son en realidad». El historiador reside en el pasado, en la memoria. Y desde ahí observa al mundo.

En el baúl de sus recuerdos se quedaron estancados sus sueños, ilusiones, metas y proyectos. Todo lo que piensa actualmente está en relación con lo que pasó en el ayer. Para este personaje, él es víctima de un pasado que no merecía.

La nostalgia es su toxina mental preponderante. Este personaje es un fabuloso contador de historias con tintes nostálgicos. La película Big Fish (El gran pez) , de Tim Burton, es un buen ejemplo para entender a lo que me refiero.

Los historiadores son personas que suelen inmortalizar emocional y mentalmente lo que, según ellos, sucedió, lo que vieron, lo que escucharon, lo que les hicieron y hasta lo que dejaron de hacer otros.

Recordar no es el problema, como tampoco lo es la nostalgia en sí misma, y más cuando se presenta de manera inevitable y necesaria, no como un bálsamo tóxico o de plano un cilicio para autoflagelarnos.

El asunto está en que el historiador, como aquel profesor que tuve y que en cada clase repetía cómo Estados Unidos nos robó parte de nuestro territorio, lo hace con dolor, tristeza o resentimiento. Esto significa que, en el presente, su pasado tiene un importante significado que no ha sido solucionado o al que no le ha dado vuelta a la página.

Hace tiempo leí una frase, cuyo autor desconozco, pero que me hizo pensar en esto:

«El pasado cobra importancia cuando el presente la empieza a perder».

Y ahí es donde está el conflicto: cuando se deja de vivir y de disfrutar por estar ciclado con lo que ya fue o ya no será.

La correcta o incorrecta gestión de las experiencias del pasado y de las emociones es lo que determina el futuro de las personas. La visión del historiador se distorsiona y la percepción del mundo se altera por los fantasmas del pasado que todavía circulan en su vida.

Eckhart Tolle, autor del libro El poder del ahora , dice claramente: «Ya sabes cómo funciona la mente. Reinterpreta gradualmente el pasado, de modo que lo que consideras cosas que realmente pasaron, tal vez no sucedieron. O tal vez ocurrieron; pero cuando pasaron era en el ahora, el único momento en que pueden suceder las cosas».

La mente edita el pasado a nuestra conveniencia para elevarnos o hundirnos.

El historiador se siente víctima de un pasado que no merecía. La nostalgia es su toxina mental preponderante.

Hace poco llegó conmigo un emprendedor que había sufrido un ataque de ansiedad - фото 14

Hace poco llegó conmigo un emprendedor que había sufrido un ataque de ansiedad a causa de sus malos hábitos y de la fuerte carga de estrés a la que se hallaba expuesto.

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