Como se quiere medir todo lo socialmente existente, los datos de las investigaciones positivistas adquieren forma numérica de acuerdo con los parámetros de procesamiento y la comprensión cuantitativa. Se rigen por las leyes matemáticas y las significaciones estadísticas con las cuales pretenden darle un sentido de credibilidad, rigurosidad y cientificidad.
Los relativistas recurren a descripciones textuales tomadas ya sea de las entrevistas realizadas a los investigados o de los rigurosos protocolos de observación traducidos en fotos, audios, imágenes, videos, gráficas, figuras, cuadros sinópticos. El instrumento de presentación de los resultados es la palabra o las cadenas lingüísticas con las cuales se quiere evidenciar de forma fidedigna el lenguaje y el pensamiento de los investigados. La denominación de las categorías es fiel reflejo de la forma de hablar, de pensar, de actuar y hasta de soñar de los investigados.
El análisis positivista se limita a poner en juego los indicadores que matemáticamente precisen las relaciones entre los datos y su nivel de significación estadística que, de acuerdo con las sofisticaciones tecnológicas, señalan que una investigación es rigurosa o no. El mayor esfuerzo se concentra en determinar si existe suficiente evidencia para rechazar o no una hipótesis, no para determinar su grado de verdad o de falsedad, ni para probarla o no.
El análisis relativista se apoya en la evidencia heurística que se va descubriendo a medida que la investigación avanza. El proceso de investigación exige ir acumulando datos que van surgiendo en la medida en la que el proceso de estudio se va consolidando. Ello produce incertidumbre dado que al inicio no se tiene una idea precisa ni del tiempo en el que se desarrollará la investigación ni del número de personas que serán entrevistadas u observadas, así como tampoco de los datos que se irán incorporando. Este proceso heurístico permite ir “escuchando los datos” que van emergiendo a medida que se va profundizando en la detección de las complejidades de la situación en estudio.
Los hallazgos de las investigaciones positivistas se limitan a confirmar las relaciones entre las variables consideradas, establecidas todas ellas a través de la teoría formal. Así, los resultados no pueden superar los límites impuestos por la teoría sobre la que se han formulado todas y cada una de las hipótesis puestas en consideración. Esto limita el aporte científico en el marco de una realidad determinada al abstraerse de las circunstancias propias del hecho social estudiado.
Los resultados que producen las investigaciones relativistas se basan en las interpretaciones de la realidad social según el dinamismo social imperante en el contexto en el que se desarrolló la investigación. Al apoyarse en la interpretación, los resultados solo tienen validez en el marco de esa misma realidad en la que fueron descubiertos. Aunque estos no se pueden generalizar de forma estadística, sí es posible hacerlo de forma categórica.
2. La investigación cualitativa
Una de las grandes dificultades para precisar el concepto de “investigación cualitativa” se basa en que desde diversos paradigmas se han incluido todo tipo de categorías conceptuales para dimensionar su complejidad. Para los más simplistas, la investigación cualitativa solo hace referencia al uso de “cualidades” de los fenómenos estudiados y, por tanto, no se requiere mayor experticia para abordarla. Para los defensores del paradigma positivista, la investigación cualitativa solo debe abarcar los “análisis cualitativos” de fenómenos cuantitativos y, por ello, solo debe ser vista como un ejercicio complementario a los hallazgos cuantitativos de las variables en estudio.
Son pocos los académicos que han aceptado —bien sea por desconocimiento o no— que la investigación cualitativa es asociada a una investigación naturalística en una aproximación de comprender lo descubierto sin intervenir en ello (Guba, 1978). En tanto que goza de la rigurosidad y la robustez de las investigaciones científicas, las múltiples aproximaciones metodológicas —tales como etnografía o fenomenología, por dar un ejemplo— son tan científicas como las investigaciones positivistas. Ya en 1969 se le expidió la “carta de defunción” (Echeverría, 2003) al denominado “método científico” como el único mediante el cual se podían estudiar los fenómenos sociales.
Al estar orientada al descubrimiento de las realidades sociales, la investigación cualitativa evita las consabidas intervenciones o manipulaciones de datos, en contraste con los positivistas que, con el fin de poder validar la teoría en la que sustentan las relaciones de las variables estudiadas a través de la modificación de los niveles de significación estadística, dan resultados más ajustados a la realidad. En su denodada intención de no rechazar la hipótesis nula puesta en consideración, se cometen desaciertos epistemológicos que han alejado sus hallazgos de las realidades estudiadas.
En abierta oposición al paradigma positivista dominante, la investigación cualitativa es concebida como la aproximación epistemológica que permite que los hechos sociales sean estudiados desde su propia complejidad y no desde manuales conceptuales preestablecidos. La teoría existente solo sirve para contrastar los hallazgos que van surgiendo a lo largo del proceso y no para eliminar las evidencias que contradigan los postulados y los modelos teóricos estructurados en realidades sociales distintas. Así, el contexto y el momento histórico adquieren un valor de gran significación, dado que es en determinado entorno en donde se realizan los comportamientos de los miembros de una población. Conductas que pueden ser radicalmente diferentes a aquellas que se concretan en situaciones similares o, incluso, en el mismo entorno, pero con condiciones sociales esencialmente diferentes. No puede olvidarse que son las personas las que actúan y ellas, en tanto seres humanos, pueden ir cambiando sus comportamientos influenciadas por factores externos que impactan sus decisiones de manera diferente.
Estas características básicas de las investigaciones cualitativas exigen investigadores altamente tolerantes a la incertidumbre y a la ambigüedad, que estén dispuestos a “escuchar los datos” que vayan emergiendo, ordenándolos y dándoles el sentido que corresponda con lo estudiado. Así, se requieren investigadores open mind que tengan la capacidad de asombrarse ante lo nuevo, de no dar todo por natural, de seguir la pista de lo inesperado, de dejarse llevar por senderos nunca explorados, de fijarse en detalles que, por imprevistos, puedan pasar desapercibidos.
La investigación cualitativa, en síntesis, obedece a una concepción del mundo en la que sus complejidades se explican desde el interior del investigador y su vasta capacidad de comprensión de las realidades sociales estudiadas. Su función esencial es descubrir lo inexplicable de los comportamientos humanos enmarcados en determinado contexto, que no solo le da sentido a lo que como miembros hacen, sino que le proporciona al investigador los elementos de información para dimensionarlos en su justa extensión.
Siguiendo a Miles y Huberman (2003), las siguientes son las características de la investigación cualitativa desarrollada en escenarios naturales:
•Se requieren contactos prolongados e intensos enmarcados en la vida cotidiana de los investigados.
•Se busca una comprensión integral de la lógica y la estructura del contexto de estudio.
•Deben captarse las percepciones de los actores más que imponer la lógica del investigador.
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