Maria Campbell - Mestiza

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"Escribo esto para todos vosotros", dice Maria Campbell al comienzo de estas memorias, "para contaros qué supone
ser una mestiza en Canadá. Quiero hablaros de las alegrías y las penas, de la angustiosa pobreza, de las frustraciones y los sueños". Cuando la escritora nace en los cuarenta en el norte de Saskatchewan, el
pueblo 'métis' lleva décadas en la miseria, habitando en cabañas colindantes con las carreteras. Tras la muerte de su madre, Maria deja el colegio para cuidar de sus siete hermanos. Poco después, convencida de que necesita casarse para mantenerlos, lo hace con sólo quince años. Darrel, un hombre blanco, la deja embarazada, comienza a darle palizas y más tarde la abandona cerca de Vancouver. Las cosas no mejorarían. El odio y el
racismo fruto de la violencia colonial acumulada durante años la condujeron al alcohol, las drogas y la prostitución. Fue Cheechum, su bisabuela —una mujer astuta, independiente y cabezota que le transmitió infinitas enseñanzas – quien la sostuvo en los momentos más duros y gracias a la cual Maria, poco a poco, fue tomando fuerza y reconciliándose con sus raíces. Esta es
la historia de una mujer tenaz y extraordinaria, de la relación con su identidad, que ama y aborrece, y es también el
conmovedor retrato de un pueblo resiliente.

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Tras perder a sus líderes y sus tierras, los mestizos huyeron al sur de Prince Albert, Saskatchewan, y fundaron los asentamientos de Duck Lake, Batoche, St. Louis y St. Laurent. En aquel entonces no había Gobierno ni orden público en la región, por lo que formaron el suyo propio, acorde con su forma de vida: el orden y la disciplina de las grandes cacerías de búfalos. Eligieron a Gabriel Dumont como su presidente, y con él a ocho concejales. Establecieron leyes para que la población viviese en paz, y sanciones si tales leyes se incumplían. Dejaron claro que no se oponían al Gobierno canadiense y que abandonarían sus cargos en cuanto los Territorios adquiriesen un verdadero Gobierno capaz de garantizar el orden público.

Y vivieron felices algunos años, pero en las décadas de 1870 y 1880 llegaron los colonos y el ferrocarril y, como había ocurrido en Ontario y Manitoba, su forma de vida se vio amenazada de nuevo. Ocupaban, sin ningún título de propiedad, la tierra donde vivían. Querían que Ottawa les garantizase su derecho a conservar la tierra antes de que los colonos blancos las usurparan usando las leyes que favorecían el establecimiento de granjas de producción agrícola. Los mestizos consideraban que tales leyes para la adquisición de tierras los discriminaban, pues establecían que tenían que vivir de forma permanente en la tierra y esperar tres años antes de solicitar su propiedad. Ellos llevaban años viviendo allí, desde mucho antes de la creación de tales leyes, y consideraban que no debían tratarlos como si fuesen recién llegados. Enviaron numerosas peticiones y resoluciones a Ottawa pero, una vez más, como ya había sucedido en Ontario y Manitoba, Ottawa no mostró el menor interés y siguió ignorando su existencia.

Finalmente, en 1884 decidieron acudir al único hombre que podía ayudarles. Gabriel Dumont y tres de sus concejales cabalgaron hasta Montana para reunirse con Louis Riel, que vivía en el exilio. Riel regresó con ellos a Saskatchewan, donde descubrió que no sólo los mestizos, sino también los colonos blancos y los indios tenían buenos motivos para quejarse. Debido a las insistentes exigencias del este del país, el gobierno conservador de Macdonald había cortado los fondos federales destinados a los Territorios del Noroeste, lo que dejaba a los indios sin las raciones y la ayuda agrícola que les habían prometido en los tratados. Los colonos blancos habían sufrido un desastre tras otro, entre ellos tres años de sequía, lo que unido a su insatisfacción por las leyes para la adquisición de tierras había agriado sus relaciones con el gobierno federal.

Esta vez las peticiones y las resoluciones que se enviaron a Ottawa procedían de los colonos blancos, los mestizos y los indios. Y, una vez más, Ottawa las desoyó. Los mestizos estaban enojados y dispuestos a alzarse en armas, pero ni Riel ni los colonos blancos deseaban una rebelión. Riel opinaba que tenía que haber una forma más pacífica de conseguir que Ottawa entendiese la urgencia de sus peticiones. Sin embargo, Dumont desconfiaba del gobierno federal y consideraba que sólo lograrían lo que pedían mediante una rebelión armada. Insistió a Riel para que tomara Fort Carlton y declarase un gobierno provisional como había hecho en Fort Garry, Manitoba. Finalmente Riel siguió el consejo de Dumont y estableció un gobierno provisional. Dio un ultimátum a la Policía Montada del Noroeste y al fuerte: a menos que se rindiesen, atacarían. Entretanto, Dumont había reunido a un grupo de mestizos e indios armados que se aproximaban al fuerte sin conocimiento de Riel. Crozier, el oficial de la Policía Montada a cargo del fuerte, había solicitado refuerzos a Regina cuando recibió el ultimátum de Riel. No obstante, al ver que Dumont y su grupo se acercaban, decidió insensatamente que sus inexpertas tropas atacaran a los excelentes tiradores de Dumont.

Esta fue la batalla de Duck Lake, una victoria para los mestizos que constituyó el inicio de la Rebelión de Riel. Los colonos blancos se oponían mayoritariamente a la violencia y retiraron su apoyo después de Duck Lake, pero los indios que habían firmado tratados con el Gobierno y que pasaban hambre debido a las promesas incumplidas de Ottawa apoyaron a Dumont y Riel. Los jefes tribales Gran Oso y Creador de Cercados, célebres guerreros respetados en todos los Territorios del Noroeste, llegaron con sus hombres para unir fuerzas con los mestizos.

Después de Duck Lake, Ottawa se apresuró a reunir una comisión para examinar las reivindicaciones de los mestizos y distribuir escrituras de propiedad que garantizaran sus derechos a la tierra. Pero se emitieron deliberadamente a unos pocos elegidos, lo que provocó la división entre la población mestiza. Si esta comisión se hubiese formado antes, la batalla de Duck Lake y la rebelión de Riel nunca habrían tenido lugar.

Entretanto, el Gobierno envió tropas a Saskatchewan bajo el mando del general Middleton. La red ferroviaria Canadian Pacific no se había completado, por lo que entre los puntos inacabados las tropas y los víveres tuvieron que transportarse en trineo. En cuestión de un mes, ocho mil soldados, quinientos miembros de la Policía Montada y voluntarios blancos procedentes de todos los Territorios del Noroeste, además de una ametralladora Gatling, llegaron para detener a Riel, Dumont y ciento cincuenta mestizos.

Los libros de historia dicen que los mestizos fueron derrotados en Batoche en 1884.

Louis Riel fue ahorcado en noviembre de 1885, acusado de alta traición.

Gabriel Dumont y un puñado de sus hombres escaparon a Montana.

Los jefes indios Creador de Cercados y Gran Oso fueron acusados de traición y condenados a tres años de cárcel.

Los otros mestizos escaparon a zonas despobladas del norte de Saskatchewan.

El gobierno federal invirtió un total de cinco millones de dólares en sofocar la rebelión.

Capítulo 2

Mis ancestros huyeron a Spring River 1, que se encuentra a ochenta kilómetros al noroeste de Prince Albert. Familias mestizas con apellidos como Chartrand, Isbister, Campbell, Arcand y Vandal se trasladaron allí después de la rebelión de Riel, en la que habían participado activamente. Ahora Riel había muerto, y con él sus esperanzas. En esta nueva tierra abundaban los pequeños lagos, las colinas rocosas y los bosques espesos. Los mestizos que se trasladaron aquí eran tramperos y cazadores autosuficientes y, a diferencia de sus hermanos indios, no estaban dispuestos a asentarse para llevar una existencia de constante miseria, viviendo de lo poco que podían arrancar del cultivo de aquellas tierras. Les atrajo esta parte de Saskatchewan porque era una buena región para cazar y no había colonos.

A finales de la década de 1920 estas tierras se incluyeron en la Ley de asentamientos rurales, y con ello resurgió la amenaza de la inmigración de colonos. A la sazón los lagos se secaban y tanto la caza como las pieles estaban al borde de la extinción. Sin otro lugar adonde ir, prácticamente todas las familias decidieron acogerse a la Ley de asentamientos rurales para poder optar a la propiedad de la tierra. No fue fácil aceptar que los tiempos habían cambiado, pero para dar un futuro a sus hijos tendrían que olvidarse de su vida libre y nómada.

La tierra costaba diez dólares por un cuarto de sección (el equivalente a un cuarto de milla cuadrada o 64,7 hectáreas). Era obligatorio roturar cuatro hectáreas en tres años, además de otras mejoras, para que se concediera el título de propiedad; de lo contrario, las autoridades del distrito confiscaban las tierras. La depresión económica y la escasez de pieles dificultaron que los mestizos reunieran dinero para adquirir los aperos necesarios para roturar la tierra. Unas pocas familias consiguieron arañar algo de dinero y contrataron mano de obra, pero nadie se arriesgó a comprar un equipo muy costoso para trabajar una tierra cubierta de rocas y ciénagas. Algunos lo intentaron con caballos, pero fracasaron. Llegaron la frustración y el desánimo. Simplemente no estaban hechos para la agricultura.

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