Lola Ancira - Tristes sombras

Здесь есть возможность читать онлайн «Lola Ancira - Tristes sombras» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tristes sombras: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tristes sombras»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En este libro los cuentos dan voz a aquellos que han sido marginalizados y condenados a vivir entre las sombras de la locura, la nostalgia, la perdida y la desesperanza. Los personajes, vencidos por la vida misma, se refugian en el recuerdo de lo que tuvieron, en el abandono, las promesas caducas y el desaliento. El psiquiátrico «La Castañeda» y «El Palacio de Lecumberri» son los espacios que albergan el ultimo destino de cada protagonista cuyo final es la inevitable metamorfosis a sombras. "Las historias de " Tristes sombras
" no exploran lo fantástico sobrenatural, y sin embargo, hay en sus escenarios y personajes una atmósfera siniestra cargada de otras formas del terror humano que avanzan por un laberinto mental, físico y emocional, recorriendo caminos llenos de recuerdos, angustia y dolor. En las celdas o en los patios, estos seres se convierten, precisamente, en la proyección oscura del cuerpo que dejaron en el mundo al que pertenecían, y sin embargo, acaso sea esa oscuridad la que les otorga un nuevo brillo y una vitalidad que destella gracias a la alienación como único modo de sobrevivencia". Iliana Vargas

Tristes sombras — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tristes sombras», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Eso no lo cuestiono. Pero estar presente lo ayudaría a tomar decisiones importantes para nuestros internos. Analizar el efecto de los tratamientos, la medicación, incluso de los alimentos… —Velasco se detuvo frente a él exagerando una reverencia, tratando de contener la ira—. No son meros enfermos ni despojos, debería recordar que «la ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia»…

—Colega, no estoy de acuerdo con usted. Ésa no es la realidad.

—La realidad es diferente para cada persona, director…

—Le recomiendo que elija la que impera. Estas personas son un riesgo para la sociedad, unos degenerados que deben estar bajo llave. Me parece que usted olvida que nuestros enfermos son viciosos, desviados, imbéciles, ¿por qué no se convence? Los genes de la locura y la anormalidad deben ser erradicados, para eso trabajamos aquí. Olvida su lugar frente a mí y en esta institución.

Velasco lo miró y continuó su camino. Unos segundos después, Acevedo lo escuchó proferir entre enérgicos pasos: «Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios».

Los trabajadores convivían con quienes habían sido dados de alta pero pidieron un empleo porque no tenían nada afuera. Las mujeres solían laborar en la cocina y en la lavandería; los hombres eran vigilantes, permanecían en los terrenos de cultivo o en los corrales junto con las gallinas, las vacas y los cerdos. Poco a poco, esa pequeña comunidad autosuficiente fue amenazada por el hacinamiento: las habitaciones para cincuenta personas albergaban, por lo menos, a cien.

Entre la agonía de los sifilíticos, Felipe evitaba observar las pústulas que los invadían, pues su madre le había dicho que se podía contagiar sólo con mirarlas. Y, cuando las veía por accidente, comenzaba a sentir comezón en el cuerpo y a imaginar cómo crecía una pústula en uno de sus codos, en la planta de un pie o en el cuello. Lo mismo sucedía si encontraba a un perro cagando, pero en ese caso su madre le había advertido que le crecerían almorranas. Sentía una satisfacción culpable al mirar tanto a los sifilíticos como a los perros defecando; quería sentirse enfermo, contagiado, ser parte de lo que habitaba.

A pesar de que su padre le enseñó las cuestiones básicas del trabajo de cultivo, no lograba saber si las verduras ya estaban maduras ni la cantidad de agua o sol que necesitaban. Confundía los nombres y los sembradíos; los betabeles se pudrían por exceso de agua y las calabazas se secaban. Al cumplir catorce años, su padre lo alistó con los mandaderos, quienes iban de madrugada a los mercados de Mixcoac y Jamaica tres veces a la semana a vender hortalizas y productos animales y a comprar lo necesario para el ganado, la cocina y la siembra.

A los dieciocho, Felipe, enjuto y de rasgos finos, mostró disposición para ser contratado como «amansa locos» en los pabellones de mujeres, donde las más problemáticas eran Eulalia y Luisa, dos hermanas cincuentonas que solían reñir hasta los golpes por cuestiones como quién llevaba los zapatos o el rebozo menos gastados, a quién le habían servido una ración menos grumosa de arroz o cuál rezaba más rápido el Padre Nuestro cada noche.

Manuel Velasco, al saber que Felipe, el amansador más diestro y paciente, tenía las tardes de los viernes libres, le asignó tareas administrativas en el edificio principal, el de Servicios Generales. A Felipe la que más le gustaba era llevar la correspondencia de los internos al Palacio Postal en el Centro Histórico: sentía que visitaba un castillo revestido de oro. Sabía que el gran reloj era alemán y que la escalinata estaba adornada con mármol y herrería porque se lo dijo uno de los guardias al verlo tan embelesado, y desde entonces tomaba un par de minutos más de su viaje para apreciar la belleza de aquel suntuoso sitio y, si los guardias no lo notaban, tocar alguna pieza de bronce apenas con el aliento. Cuando una dama o un catrín posaba su vista sobre él, Felipe percibía el rechazo y se apresuraba en lo que estuviera haciendo para volver cuanto antes. Al Palacio de Bellas Artes, esa increíble mole que estaba enfrente, nunca se atrevió siquiera a entrar.

A excepción de alguna que otra misiva de los empleados o médicos pasantes del manicomio, las cartas que solía llevar eran de los internos del Pabellón de Distinguidos: uno de sus privilegios, aparte de dormir en habitaciones individuales, era el libre intercambio epistolar.

En una ocasión, mientras indagaba entre destinatarios, remitentes y direcciones que nunca había escuchado y ciudades que jamás visitaría y leía nombres y apellidos igual de desconocidos, descubrió que algunos sobres no estaban bien cerrados. Sacó tres cartas: la primera estaba repleta de garabatos ininteligibles, la letra de la segunda era cursiva, igual de complicada, y la tercera no le resultó interesante. Luego encontró un sobre liso y una hoja dentro doblada en cuatro utilizada por ambos lados junto con una fotografía. Miró un momento por la ventana del tranvía eléctrico y notó que faltaba un buen tramo para llegar a la oficina de correos, así que sacó la hoja y la leyó entre chirridos, chispas que de vez en cuando caían a su lado y campanillas tintineantes.

Matilde querida:

Espero que te encuentres mejor que la última vez que hablamos. Encontré entre mis cosas esta fotografía en la que estamos juntos, te la envío porque dices que a veces no recuerdas cómo es mi rostro y sé que te resulta imposible visitarme. No te preocupes, yo tengo el tuyo grabado en mi mente; no me hará falta este retrato. Lo que no sé cómo resolver es lo referente a mi voz. Poco antes de ingresar aquí tuve noticias de un descubrimiento increíble, un registro sonoro que data de 1860. Thomas Edison ha sido relegado al segundo lugar. Aunque sólo son diez segundos de la canción «Au clair de la lune», el francés Édouard-Léon Scott logró realizar la grabación de la voz de una mujer con una cosa llamada «fonoautógrafo». ¿Te imaginas haber realizado esa hazaña? Yo quisiera hacer lo mismo para enviarte mi voz y no nada más estas letras, pero ni soy francés ni soy inventor, y mucho menos tengo un fonoautógrafo, así que tendrás que conformarte con mi imagen.

Quema esta carta después de leerla. Si Cleotilde se entera de que sigo en contacto contigo es capaz de sacarme de aquí, y no quiero volver a una casa que no sea la tuya.

Al menos todavía te puedo escribir. No te preocupes si no puedes responderme, te enviaré otra carta dentro de treinta días.

Siempre tuyo,

F.

Felipe supo que se trataba de Fernando, a quien le regresaban las cartas quince días después porque el remitente no existía o las misivas no eran recibidas. A pesar de no haber entendido algunas palabras, intuyó el afecto que el anciano le profesaba a la desconocida. En la oficina de correos debía comprar sellos con el dinero que le habían dado en el manicomio. Siempre llevaba lo exacto para eso y los pasajes. Envió los sobres a sus destinatarios, a excepción de la carta para Matilde. Analizó la dirección de la mujer y notó que la casa estaba en General Pedro Antonio de Los Santos, calle que desembocaba en avenida Revolución.

Caminó seis cuadras de regreso al Zócalo, donde debía tomar la línea Cima del tranvía para volver. Al bajar en la calle indicada en el sobre, recordó una de las frases de Velasco que se grabó a fuego en su memoria: «La locura es relativa. Depende de quién tiene a quién encerrado en qué jaula». No tardó mucho en dar con el número. Antes de tocar la campanilla, volvió a leer el nombre y los apellidos de la mujer y esperó. Un hombre mayor entreabrió la puerta y lo miró con el ceño fruncido.

—Buenas tardes, señor, estoy buscando a… —nervioso, leyó de nuevo el sobre porque olvidó el primer apellido— Matilde Cuevas Covarrubias.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tristes sombras»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tristes sombras» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Tristes sombras»

Обсуждение, отзывы о книге «Tristes sombras» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x