Adorno y Horckheimer, en el prólogo a la Dialéctica del Iluminismo , advertían que “si la reflexión sobre el aspecto destructor del progreso es dejada a sus enemigos, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter de superación y conservación a la vez, y por tanto también su relación con la verdad. En la misteriosa actitud de las masas técnicamente educadas para caer bajo cualquier despotismo, en su tendencia autodestructora a la paranoia popular, en todo este absurdo incomprendido se revela la debilidad de la comprensión teórica de hoy”.
El presente libro puede resultar una herramienta útil para comprender las historias de pensamientos que, por otro lado, siguen presentes bajo distintos ropajes. Bajo la etiqueta de “darwinismo social” se ocultaban desde su origen distintas versiones. De hecho, estos pensamientos que eran tanto de un tradicionalismo conservador como de un cientificismo progresista, preexistían a la obra de Darwin (Girón remite en el libro su origen a la influencia de Malthus) y permitieron que en ese ambiente surgiera el sustantivo que no conoce un inventor, pero que es aplicable, también con el adjetivo “social”, al célebre biólogo. Lo cierto es que dentro de esas ideas podemos encontrar a defensores de un organismo social ya fijado o a sus más notables críticos –liberales, socialistas o anarquistas– y, desde luego, el germen del cual surgieron las diferentes corrientes de la sociología y de la denominada “criminología”. La “eugenesia” aparece más claramente delimitada desde la creación, en 1883, de tal término por parte del sobrino del mismo Darwin, Francis Galton. Este complemento práctico e individual del darwinismo social, su técnica, sería propicio para sumar a la selección natural una selección artificial, que resulta conocido a lo que llevó en el mundo dominado por los imperios de habla inglesa y, finalmente, en el mismo centro de Europa. El libro trata de comprender, desde distintas perspectivas, de qué maneras ambos términos fueron introducidos y utilizados en el mundo latino.
Se divide el libro en cinco partes: “Darwinismo como ideología”; “Eugenesia como ideología”; “Eugenesia en políticas de Estados”; “Darwinismo, eugenesia y estigmas de la otredad”; y “Darwinismo y eugenesia en campos disciplinares”.
La primera de ellas se inicia con el artículo de un estudioso del anarquismo, Áñvaro Girón Sierra, quien en “Darwinismo, darwinismo social e izquierda política (1859-1914)” demuestra la línea de continuidad entre Malthus, Darwin, y un darwinismo social en el que aparecen Spencer, Lamarck, Haeckel, Taine, Nietzche, Nordau, Lombroso, marx, y los más “científicos” de los anarquistas (como el español Lorenzo). La interpretación social-igualitaria y la elitista de los años señalados, así como una optimista y otra pesimista –la primera en los años iniciales y la segunda a medida que se aproxima la Gran guerra–, eran todas posibles en tanto la inserción original de la idea de Darwin en un esquema burgués y británico se convirtió luego en un lenguaje común o colectivo que podía ser apropiado por cualquiera que quisiese imponer sus ideas, y también por las clases populares.
El biólogo argentino Eduardo Wolowesky en “La sociobiología en cuestión: sobre el determinismo biológico y la libertad humana” analiza la presencia de ese originario pensamiento elaborado por Darwin en una disciplina de nuestros días, denominada “sociobiología”: la crítica que le formula es oportuna puesto que pone en evidencia una situación similar a la que existía hace unos cien años en torno al determinismo y su comprobación científica. El debate en realidad no era tal entonces, ni lo es ahora. El conocimiento científico siempre fue refractario al intenso debate público sobre sus fundamentos y sus consecuencias.
También se refiere a esta continuación de la mirada sobre la biología como ciencia autonomizada de las condiciones políticas y sociales el artículo “Ciencia, tecnología y sociedad: diversidad y complejidad en la biología contemporánea” de Alicia Massarini. El desafío frente al auge que el pensamiento darwinista ha experimentado con la genética es el de oponer un pensamiento de la complejidad desde la pluralidad disciplinaria, según esta autora.
La conocida investigadora Raquel Álvarez Peláez comienza la segunda sección con “Eugenesia, ideología y discurso del pdoer en España”. Las herramientas foucaultianas le resultan útiles a la autora para trazar una genealogía de la eugenesia en los siglos XVII y XVIII, así como su universalización en el XIX, cuando también aplica el análisis “biopolítco” del filósofo francés y de los anglofoucaultianos. Tras el repaso de las ideas de los frenólogos, alienistas e higienistas del mundo, descubre que la eugenesia tuvo una temprana acogida en España (particularmente en la más desarrollada y laica Cataluña, en la que había seguidores de Galton, el autor más estudiado por Álvarez Peláez). La enorme cantidad de publicaciones científicas, y su apropiación y manipulación ideológica, se traducirían en aplicaciones concretas en la guerra civil española, tanto en las políticas sanitarias del gobierno constitucional, cuanto (y con terribles consecuencias) en la represión del bando golpista, entre las que se destacó la actividad de Antonio vallejo Nágera, un sostenedor de la relación entre la ideología de izquierda y las taras mentales y de la inferioridad biológica de la mujer: con esas ideas propició las políticas de secuestrar y cambiar la identidad de los hijos de madres republicanas, que se extenderían hacia estas latitudes.
“Consideraciones historiográficas, epistemológicas y prácticas acerca de la eugenesia” de Héctor Palma, alerta sobre errores que podrpian ser consesecuencia de la incomodidad para entender a la eugenesia tras el llamado “Holocausto”. El primer error es, apra el autor, el considerar a la eugenesia como una pseudo-ciencia o un abuso de la ciencia (de esta manera se impide una discusión sobre el conocimiento científico y su responsabilidad); el segundo error es el que vincula exclusivamente a la eugenesia con el nazismo (de esta forma se oculta el éxito en todas las naciones desarrolladas de las medidas de eliminación de determinados grupos de personas y que se viera como eficaz forma de control de las poblaciones); y el tercer error es considerar que actualmente existe una “eugenesia liberal” (pues de esa formase bajan las defensas hacia el totalitarismo y sus consecuencias para con los individuos, tanto si provienen del Estado como del mercado, y cuyos peligros están tan presentes hoy como hace cien años sobre los sujetos estigmatizados y sobre los que se quiere “saber más”).
Gustavo Vallejo y Marisa Miranda en “La eugenesia y sus espacios institucionales en la Argentina”, dan cuenta de la fuerte impronta en nuestro país de la ciencia de Galton, y reflejada en Rossi, López, Mercante y Bernaldo de Quirós, todos ellos integrantes de la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social –fundada en los años 1930 y con importante apoyo oficial y de grupos no gubernamentales que iban desde el catolicismo hasta la izquierda-, y que luego formaron parte de la estructura estal durante años. Y también reflejada en otros significativos espacios institucionales y en políticas migratorias, educativas, sanitarias, matrimoniales, urbanísticas y, evidentemente, criminales. La influencia del racismo con pretensiones eugenésicas continuó en nuestro país largo tiempo después de la desacreditación de las políticas alemanas e italianas que las inspiraron, y como resultado de su derrota en la segunda guerra mundial. Los eugenistas antisemitas de ambos lugares, pero especialmente de Italia, serían aquí honrados incluso tras el descrédito científico y la condena penal en esos países. El peronismo mantuvo el predominio de los eugenistas en las áreas de educación e inmigración, con representantes como Martínez Zuviría, Ivanissevich o Peralta. Pero también el antiperonismo cultivó otra corriente, denominada “humanogogía”, de explícita filiación tomista, y que a la larga trascendería por más tiempo. El abogado radical y católico Bernaldo de Quirós fue, junto con el pensamiento del franquista Vallejo Nágera, inspirador de políticas declaradamente racistas que perdurarían en los siguientes gobiernos radicales y militares. Si influencia persiste, pues tanto las prácticas genocidas de la última dictadura como las estupideces que se siguen diciendo en democracia, suelen reconocer esa, única, pretensión científica que parece asegurar bienestar a unos eliminando a otros.
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