A pesar de lo obvio, también agradezco al CISAN y a la administración a cargo en el 2016, por postularme y apoyarme en todo el proceso de mi estancia. A Silvia Núñez, Elizabeth Gutiérrez y Brenda Lameda, entre muchos otros. A los colegas que actualmente están a cargo de la dirección, Graciela Martínez-Zalce y Juan Carlos Barrón Pastor, por respaldar los resultados, además de todos los proyectos que me he atrevido a proponer en relación con la diáspora calificada. A los demás colegas de CISAN por sus valiosos comentarios al manuscrito del libro en nuestro Seminario de Investigación sobre América del Norte. Al Departamento de Ediciones del mismo centro, en especial a Diego Ignacio Bugeda Bernal y a Teresita Cortés Díaz, por asumir la responsabilidad de corregir la escritura de alguien cuya lengua materna no es el español, así como a María Elena Álvarez por su ciudadoso trabajo de formación tipográfica y a Patricia Pérez Ramírez por su valioso apoyo en el diseño de la portada.
A los colegas del proyecto PAPIIT in300716, “Nuevo patrón migratorio después de la crisis: competencia global por talento”, Ana María Aragonés y Uberto Salgado Nieto, por apoyar mi estancia en Texas.
Estoy en deuda con todos aquellos funcionarios y profesionistas mexicanos y extranjeros que se tomaron su tiempo y se desplazaron a lugares incómodos para entrevistarse conmigo, y tuvieron suficiente confianza para contarme sus vidas. A todos ellos, cuyos nombres evito mencionar por respeto a su privacidad, un profundo reconocimiento.
Igualmente, a los dictaminadores anónimos por su cuidadosa lectura y recomendaciones para mejorar la explicación metodológica, los conceptos analíticos y la formulación de conclusiones.
A todos los becarios que ayudaron en la transcripción de entrevistas, Dorian Ivvon Martínez de Lara, Benito Aranda-Comer, Danya Kachkou, Raúl DeLira, Sandra López Benito, Melissa Barrientos-Licona, y a mi siempre constante ayudante de investigación Dagoberto González, muchas gracias.
Este libro plantea que los profesionistas mexicanos en Texas son una doble minoría: por un lado, elites educativas privilegiadas y, por otro, parte de un grupo étnico históricamente considerado menos calificado o capacitado para el trabajo intelectual en Estados Unidos. Además de ser una minoría estadística, los profesionistas mexicanos en Texas también son una minoría real y psicológica, ya que funcionan como chivos expiatorios para ciertos cuestionamientos económicos y culturales de la globalización. Sin embargo, pocos migrantes calificados cuestionan su permanencia en Estados Unidos, porque desean mejorar sus condiciones de vida y, sobre todo, su trayectoria profesional.
Esta obra es producto de los resultados combinados de varios proyectos de investigación que se llevaron a cabo desde mediados de 2016 hasta principios de 2019. En primer lugar, deriva de dos investigaciones relacionadas: “Trabajo calificado migrante versus endógeno en Estados Unidos: estudio de caso de profesionistas mexicanos en el estado de Texas”, que efectué durante una estancia académica en el Centro México, del Instituto Baker de Políticas Públicas, de la Universidad de Rice, en Houston, y “Los embajadores culturales: la diáspora de talentos mexicanos en Texas a través de la historia oral (1979 a 2000)”, que consistió en trabajo de archivo en la Colección Latinoamericana “Nettie Lee Benson”, de la Universidad de Texas en Austin. En segundo lugar, es parte de un proyecto institucional más amplio llevado a cabo en el Centro de Investigaciones sobre América del Norte, titulado “Zonas de contacto para la diáspora calificada en América del Norte: diplomacia pública para el codesarrollo”.
Se trata de un manuscrito original por lo menos en un sentido: sus resultados parciales han sido referidos sólo brevemente en algunos artículos de investigación, y todos los capítulos que contiene fueron escritos exclusivamente para el propósito de esta obra.
A pesar de basarse en un estudio de caso —los profesionistas mexicanos en Texas— este libro no deja de ser un estudio con pretensiones de generalización sobre la migración calificada. El lente magnificado de un estudio de caso multifacético como el que se presenta a continuación nos permite comprender un microsistema susceptible de reproducirse en otros espacios y momentos.
La investigación se lleva a cabo en los años inmediatamente antes y después de la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos, el 8 de noviembre de 2018. Por lo tanto, además de los antecedentes históricos importan también las condiciones particulares de xenofobia y el discurso racista durante la campaña electoral, así como las primeras medidas en materia de política migratoria. Al respecto, describo las condiciones de vulnerabilidad de ciertas poblaciones, como los latinos, los migrantes de países musulmanes y los de la India, debidas a la suspensión temporal de las visas H-1B, que generalmente son otorgadas a trabajadores del conocimiento,1 y su subsecuente reforma para restringir su uso sólo para trabajadores extranjeros con posgrados. De esta forma, se explica el surgimiento de un nuevo paradigma o, por lo menos, de una nueva etapa en la historia de la migración calificada, en la cual pasamos de los antiguos lamentos de la “fuga de cerebros” de los países de origen a un “rechazo de cerebros” aun en los países tradicionales de destino, como reacción cultural y económica a la globalización.
El caso de Texas
Se dice que en Texas todo es más grande, incluido el número de migrantes que ha recibido históricamente. A principios del siglo XX, el río Grande era la imagen de una frontera abierta entre México y Estados Unidos. Texas era el punto de entrada principal, de donde se redistribuía la migración hacia otros estados. Tres de cada cuatro migrantes pasaban por Texas y la mayoría, desde aquel entonces, eran hombres jóvenes mexicanos (Miller, 1980).
Hoy día, Texas pasó del primero al sexto lugar en cuanto al número de migrantes recibidos, pero es el estado con más migrantes indocumentados a nivel federal. Se estima que de un total de 4.7 millones de inmigrantes, el 38 por ciento son indocumentados (Trovall, 2019).
Según los defensores de la migración, los trabajadores extranjeros contribuyen activamente con la economía del estado, lo cual entre otras cosas propició una rápida recuperación de la crisis de 2008, así como que los sueldos sigan incrementándose (Taboh, 2016). En particular, los hispanos representan el 20.6 por ciento del poder de compra en Texas (New American Economy y Unidosus, 2017). En 2017, se trataba de la entidad con más visas H-1B destinadas a trabajadores de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas en Estados Unidos (68 460), sólo después de California, a quienes se les ofrecían sueldos promedio de 79 940 dólares anuales.
La mayoría de los migrantes todavía son mexicanos (el 60 por ciento), seguidos por los de Asia (sobre todo de Filipinas y Vietnam) y otras partes de América Latina (principalmente de El Salvador). A diferencia del contexto general en Estados Unidos, el número de inmigrantes de la India y China a Texas continúa siendo relativamente pequeño, aunque aumentó al 53 por ciento en la última década (South Texas Economic Development Center, 2017). Los inmigrantes no sólo han transformado la demografía de la región, sino también la diversidad de sus culturas e idiomas. Hoy en día, uno de cada tres texanos habla en casa un idioma que no es el inglés; entre ellos, el español y el vietnamita.
En general, los mexicanos que emigran al sur de Estados Unidos han aumentado su nivel educativo paulatinamente, ya que se calcula que el 9.4 por ciento de ellos tienen licenciatura o posgrado, a diferencia de un 6.2 por ciento para Estados Unidos en general (South Texas Economic Development Center, 2015). En cambio, el porcentaje de mexicanos de segunda generación con ese mismo nivel de estudios es del 29.6 por ciento (Conapo y Fundación BBVA Bancomer, 2015), lo que indica una población que mejora significativamente su nivel educativo con los años. Aun así, cabe señalar que la de educación universitaria todavía constituye una elite minoritaria.
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