Carlos Alberto Cardona - La pirámide visual - evolución de un instrumento conceptual

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La pirámide visual: evolución de un instrumento conceptual: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta obra ofrece una reconstrucción racional, ajustada a las categorías de Imre Lakatos, del programa de investigación que fija una pirámide geométrica con el objetivo de dar cuenta de la percepción visual. El estudio muestra cómo se adelantaron maniobras propias del cinturón protector para conservar viva la posibilidad de usar la pirámide como artefacto de la investigación. Se muestra que la defensa de las posibilidades de uso del instrumento permite agrupar diversos enfoques teóricos que asumen muy diversos compromisos ontológicos. Los obstáculos más importantes a vencer se pueden sintetizar así: (i) la actividad del sensorio no se reduce a lo que ocurre en un punto geométrico –el vértice de la pirámide–; (ii) los trayectos de mediación objeto-sensorio no son rectos, como supone el instrumento; (iii) no vemos con un ojo, nuestro sistema es binocular y (iv) ni el objeto, ni el sistema ocular se encuentran en reposo. En la reconstrucción se han identificado los hitos centrales del programa y se han hecho gravitar en torno a autores y épocas bien delimitadas. Además de los movimientos protectores, se perfilan las críticas más poderosas dirigidas a la semblanza misma del programa de investigación.

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33Se puede agregar, como justificación, el hecho de que los rayos que llegan perpendicularmente son más fuertes en el efecto que pueden producir sobre una superficie (cfr. Alhacén, Aspectibus , I, 6.24). Este argumento tiene una fuerza mayor en la obra de Bacon.

34En principio, el argumento solamente vale para las primeras túnicas del ojo. No es del todo seguro que este sea el caso para la cara posterior del cristalino.

35Esta preferencia por la perpendicularidad está presente también en otros fenómenos naturales: los cuerpos graves caen en líneas rectas, todas ellas dirigidas al centro del mundo (Alhacén, Aspectibus , I, 6.43).

36Como vemos más adelante en este apartado, Alhacén descarta la posibilidad de considerar la superficie de la retina como un posible candidato para la recepción de las formas sensibles.

37Con estos experimentos se pretendía, además de poner en evidencia la propagación rectilínea de la luz, probar las leyes de la reflexión, auscultar el comportamiento de la luz ante superficies reflectantes (espejos planos, esféricos, cilíndricos, cónicos, cóncavos y convexos) y establecer regularidades en casos de refracción.

38Cfr. Euclides (trad. en 2000b, prop. 19); Ptolomeo ( Óptica , III, 68-72).

39Al final del libro IV, Alhacén denomina “imagen” a la forma de un objeto visible percibida cuando media la superficie pulida de un espejo ( Aspectibus , IV, 5.62, V, 1.1).

40El criterio es una síntesis de dos principios ya sugeridos claramente por Ptolomeo (cfr. Óptica , III, § 3). Unos siglos después, Kepler rechazó la formulación generalizada del principio. Andrée Tacquet (1602-1660) trató de defenderlo, pero halló nuevas dificultades que condujeron a Barrow a declararlo insatisfactorio. Véanse, al respecto, los capítulos 5y 7.

41El trabajo de Kepler, siete siglos más tarde, puso en evidencia que la propuesta de Alhacén pretendía enfrentar una dificultad inexistente. Así, antes que resolver el problema, el astrónomo alemán mostró caminos para disolver la dificultad (véase el capítulo 5).

42Alhacén reconoce que, en ocasiones, es posible continuar con una imagen residual cuando cerramos los párpados. Esto solo ocurre, piensa el filósofo, 1) en circunstancias de luz muy intensa, y 2) tan solo durante un muy breve intervalo de tiempo ( Aspectibus , I, 6.92).

43En el siglo XIX se considerará como tema de fuerte discusión definir si se requiere o no una integración de las dos huellas que se capturan en forma independiente por cada ojo (véase capítulo 8).

44Cfr. Ptolomeo ( Óptica , III, § 43). Algunos comentaristas atribuyen, sin razón, el montaje al matemático jesuita Christoph Scheiner (1573-1650). A propósito de la atribución incorrecta, véase Raynaud (2016b, p. 76).

45Nader El-Bizri encuentra, en la presentación de Alhacén, varios rasgos emparentados con algunos intentos por ofrecer una descripción fenomenológica de la percepción (cfr. El-Bizri, 2005).

46Vemos, en el capítulo 8, la manera como Helmholtz llamó nuevamente la atención sobre una suerte de inferencias inconscientes.

47Si logramos concebir otra propiedad que no aparece en la lista, Alhacén confía en la posibilidad de subsumirla bajo alguna de ellas o alguna combinación. En ese orden de ideas, el listado pretende ser exhaustivo en relación con unas propiedades que podríamos llamar “básicas”. Así, por ejemplo, si percibimos la tristeza, podemos reducir esa propiedad al reconocimiento de ciertas formas geométricas de nuestros gestos en la cara; advertimos esos gestos como la expresión de la tristeza encarnada en el cuerpo de un ser humano (cfr. Alhacén, Aspectibus , II, 3.44).

48Alhacén propuso un montaje experimental para mostrar que el reconocimiento del estadio 2 no es simultáneo con el estadio 1. Ptolomeo propuso un montaje semejante (cfr. Óptica , II, § 96). Alhacén pide construir un disco circular, sobre el que se han trazado distintos radios vecinos con colores diferentes. Se hace girar el disco alrededor de su eje, mientras se pide a un observador que reconozca el tipo de color que observa. En los casos de mayor velocidad, reporta Alhacén, somos conscientes de una mancha coloreada que gira, pero no logramos atinar con seguridad el tipo de color correspondiente. Es posible que notemos simplemente ciertas manchas cercanas al gris. Si el reconocimiento del tipo de color fuese simultáneo con la impresión, no tendríamos dificultad para distinguir los diferentes colores. Ahora bien, si la mancha gira a alta velocidad, cuando ya estamos dispuestos a hacer la comparación entre la mancha efectiva y las opciones invocadas por la memoria, ya aquella habrá desaparecido para dar lugar a una nueva mancha (Alhacén, Aspectibus , II, 3.58).

49El estadio 1 coincide con la recepción aristotélica de la forma sin la materia.

50Guardadas las diferencias, hay cierto parecido de familia con los modelos de construcción cromática explorados por Rudolf Carnap (1891-1970) en la tercera década del siglo XX. Las experiencias cromáticas vividas por un sujeto particular son agrupadas con base en rasgos mínimos de semejanza y ciertos criterios abstractos de construcción de clases. Cuando después incorporamos una nueva experiencia, ella permite acoplarse o modificar el repertorio de clasificación elaborado por el sujeto (cfr. Carnap, 1928/1998).

51La construcción de tales cartas se puede seguir con todos sus detalles en los apartados “Gramáticas del color y sus consecuencias” y “Helmholtz vs. Hering: gramática del color revisitada” del capítulo 8.

52Como en otros casos que hemos mencionado, solo a mediados del siglo XIX se fabricaron los instrumentos adecuados para evaluar cuidadosamente la contribución del movimiento de los ojos en la percepción visual (véase capítulo 8, sección titulada “Percepción de la distancia y visión estereoscópica”).

53Además de mencionar las dificultades cualitativas en el análisis, Ptolomeo no desarrolló herramientas cuantitativas para estudiar la contribución de la inclinación del plano de la cara visible del objeto con respecto a la percepción del tamaño.

54Los psicólogos contemporáneos conocen este hecho como la invarianza del tamaño (cfr. Rock, 1985, pp. 20-31).

55Todo esto vale si concedemos sin dificultad que la conciencia tiene acceso a las dimensiones del simulacro que yace en el cristalino o si deriva esto del hecho de comparar la imagen del objeto con la imagen de su mano.

56Admitimos también que ya hay, gracias al hábito, criterios para reconocer la identidad del objeto.

57Veremos, en los capítulos 7y 8, que esta historia es absolutamente central.

58Esto no es del todo cierto, porque el objeto ya no encara frontalmente al observador.

59Pese a la solución alcanzada, Alhacén advierte la posibilidad de ofrecer una explicación más completa que pudiese hacer uso de la hipótesis de Ptolomeo según la cual el fenómeno puede deberse a vapores húmedos capturados en la atmósfera. Sin embargo, dicho recurso daría cuenta de una magnificación accidental y no de la magnificación regular que se observa. Tendrían que darse siempre las circunstancias accidentales de hallar capas de vapores húmedos en la dirección del horizonte y no en la dirección del cenit (Alhacén, Aspectibus , VII, 7.72-7.73). Si el lector está interesado, puede seguir la excelente explicación que Mark Smith ofrece de estos pasajes (cfr. Smith, 2010, vol. 2, pp. 395-397, n. 194, 195).

60Tendríamos que percibir una distancia menor para las partes más alejadas del eje visual.

61Este argumento es similar al que mucho tiempo después esgrimió Galileo para defender que la superficie lunar presenta asperezas; cfr. Galileo (1610/1984, pp. 41-53).

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