Aparte de la desnutrición de nuestra alimentación actual, los antinutrientes (sustancias que nos roban nutrientes) a los que nos enfrentamos cada día, como son los pesticidas, contaminación, conservantes, etc., nos obligan a necesitar más nutrientes de los que podemos ingerir con una alimentación sana.
Estos motivos contribuyen a que funcionemos con un nivel nutricional por debajo de lo óptimo.
Disminución de las secreciones digestivas
El ácido clorhídrico (producido en el estómago) y las enzimas digestivas (producidas por el páncreas e intestino delgado) se encargan de digerir, principalmente, las proteínas, los carbohidratos y las grasas. La incorrecta digestión de este tipo de alimentos puede causar putrefacción y fermentación intestinal. Este fallo en la digestión genera sustancias irritantes para la mucosa intestinal, favoreciendo el desequilibrio de la flora intestinal y el crecimiento de las cándidas.
La falta de acidez estomacal y de enzimas digestivas es común entre personas que abusan del azúcar, refrescos, café, carbohidratos refinados y alcohol. Por otro lado, la falta de nutrientes como vitamina B6 y zinc impide la correcta formación de ácido y de enzimas digestivas. El uso de fármacos como la píldora anticonceptiva, el consumo de té y café, el estrés y los alimentos refinados favorecen la deficiencia de estos dos nutrientes.
Por cierto, la falta de ácido estomacal causa síntomas muy parecidos a los del exceso de ácido. Muchas personas son diagnosticadas con acidez y se les receta antiácidos (que impiden la absorción de ciertos minerales) cuando el problema es todo lo contrario. El hecho de que este tipo de fármacos les resuelva, momentáneamente, el problema, es porque cuando el estómago está bajo en ácido y se le fuerza a bajar todavía más su acidez con un antiácido, las paredes del estómago, para compensar esta situación límite, producen un mínimo de ácido. Esto trae alivio. Sin embargo, es una forma extrema de resolver un problema de salud. Como se dice vulgarmente es como matar moscas a cañonazos.
Empastes de mercurio o amalgama
Afortunadamente, hoy en día, quedan pocos dentistas que utilicen todavía empastes de mercurio. Sin embargo, la mayoría de personas de 40 años en adelante, con empastes, ha tenido o tiene alguno. La realidad es que duran mucho, son empastes «todo terreno» pero con graves consecuencias para nuestra salud. El mercurio, en contacto con la saliva, comida y bebida caliente, y chicles, va desprendiendo vapores con partículas de ese mercurio que se deposita en nuestros tejidos produciendo todo tipo de síntomas.
Las cándidas tienen una maravillosa función de protección hacia nosotros ya que se alimentan de parte de este mercurio para protegernos de él.
He visto a personas con amalgamas que han empeorado significativamente con un tratamiento antifúngico. En estos casos ha sido importante eliminar primero el mercurio con un dentista bioenergético y luego seguir con el tratamiento antifúngico.
Es muy importante acudir a un buen dentista que sepa sobre el tema. Retirar un empaste de mercurio de la misma manera que un empaste normal es un error. En el proceso se puede inhalar y tragar parte del mercurio causando más daño que incluso el empaste en sí. Un buen dentista experto en el tema, primero hará una preparación del paciente con homeopatía, selenio, vitamina C y/o chlorella (por mencionar algunos nutrientes y sustancias queladoras). Luego, durante la extracción del empaste se seguirá un protocolo determinado como utilizar un dique protector en la boca del paciente, mascarilla y gafas. Los empastes se retirarán de uno en uno y con un tiempo adecuado entre medio. Lo normal es eliminar un empaste al mes.
Una vez se han retirado todos los empastes, se puede continuar o comenzar con el tratamiento antifúngico.
Hasta aquí hemos visto los motivos físicos que pueden contribuir a desarrollar una candidiasis. Sin embargo, no podemos obviar que somos más que un físico. Tu parte mental y emocional debe tenerse en cuenta también para entender y poder tratar tu candidiasis.
Creencias, bloqueos o asuntos emocionales no resueltos
La creencia de que uno mismo no se puede sostener en la vida y que depende ya sea económica o emocionalmente de alguien para sobrevivir, o, por otro lado, reprimir la creatividad en cualquiera de sus expresiones (ya sea la artística, la de tener un hijo, crear una empresa o un estilo de vida) suele afectar a la zona pélvica y sus órganos (órganos sexuales, vejiga, espalda baja, cadera e intestino grueso). Esta zona, cuando está en desequilibrio, puede dar lugar a problemas como candidiasis, ovarios poliquísticos, endometriosis, cistitis, dolores pélvicos, colon irritable, ciática, prostatitis…
La candidiasis también puede actuar como protección de uno mismo. He conocido mujeres resentidas con sus parejas por falta de implicación en el día a día, con los niños y/o con las tareas de la casa. El hecho de que estas mujeres se sientan desbordadas de trabajo y responsabilidades puede generar rabia, reconocida o no, hacia sus parejas. Si no resuelven el problema, esta rabia fácilmente puede acabar convirtiéndose en una candidiasis vaginal que les protege de tener unas relaciones sexuales con quien, en el fondo, no desean tenerlas.
También he visto casos de personas con asuntos inconclusos con sus parejas, como infidelidades no perdonadas, desenamoramientos no admitidos o expresados, que han necesitado una candidiasis genital, o un malestar general en todo el cuerpo, para marcar límites.
La enfermedad no necesita ser justificada. Uno se encuentra mal y punto. Es una razón perfecta para retirarse, aislarse, no tener que hablar, no tener que enfrentarse a alguien. Es un lugar de seguridad donde nadie entra a molestarnos.
En algunos casos también se puede observar ciertas malas experiencias amorosas del pasado que siguen presentes energéticamente en las relaciones presentes y aunque haya armonía en la pareja, el cuerpo sigue aferrado al sentir del pasado.
Caroline Myss, en su libro Anatomía del espíritu plantea ciertas preguntas para ayudarnos a traer a la conciencia aspectos emocionales vinculados con desequilibrios físicos de la zona pélvica, como la candidiasis.
¿Te consideras una persona creativa que que lleva hasta el fin sus ideas creativas?
¿Te sientes a gusto con tu sexualidad? ¿Utilizas a personas para tu placer sexual, o te has sentido utilizado/a? ¿Eres lo suficientemente fuerte para respetar tus fronteras sexuales?
¿Eres una persona controladora? ¿Te enzarzas en juegos de poder en tus relaciones?
¿Adquieres compromisos que violen tu yo interior para conseguir seguridad económica? (por ejemplo ¿aceptas trabajos que vayan en contra de tu ética y moral a cambio de un sueldo?)
¿Con qué frecuencia eliges motivado/a por los miedos de supervivencia?
¿Qué objetivos personales aún no te has dedicado a conseguir? ¿Qué te impide actuar para conseguirlos?
Bucea un poco en estas preguntas. Te ayudarán a profundizar un poco más en ti y te prepararán para adentrarte mejor en el tratamiento.
En el siguiente capítulo te explico cómo la mente y las emociones influyen en nuestro cuerpo y cómo pueden enfermarnos.
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