J. R. Johansson - Condenado a muerte

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Condenado a muerte: краткое содержание, описание и аннотация

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Por primera vez en más de una década Riley tiene esperanza. Nuevas pistas podrían evitar que su padre sea ejecutado por unos
asesinatos de los que se le acusó
injustamente. Sin embargo, tras perder su última apelación, la condena se vuelve inminente y Riley se embarca en una carrera contra reloj para demostrar su
inocencia. Pero ¿merece su padre ser salvado? Una confesión desesperada pondrá a prueba la convicción de la joven, hará que comience a dudar de todo y de todos, e incrementará su empeño para desenterrar la verdad. Riley no descansará hasta que se haga
justicia, incluso si eso significa perder a su padre para siempre.

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Por suerte, ya está negando con la cabeza.

—Déjame ayudarte. Preferiría no decepcionar a nuestros padres, ni su sueño de que un día Matthew y yo nos convirtamos en unos perfectos caballeros sureños.

—Un objetivo muy noble.

Se encoge de hombros mientras coloca el gato.

—Es bueno tener sueños —dice.

—Supongo que sí.

Esta vez no se me ocurre nada ingenioso que responder. Así que me limito a sentarme al lado del coche y a observar a Jordan para saber qué hacer la próxima vez que pinche.

Él frunce el ceño cuando ve lo mucho que se me han ensuciado los pantalones cortos.

—Puedes esperar en tu coche o entrar en el centro comercial mientras hago esto.

—Ni loca. Tal vez no sea la perfecta dama sureña, pero hasta yo sé que no debo dejar al chico que me está ayudando en una noche calurosa de verano para irme a esperar dentro del edificio con aire acondicionado.

Busco en mi bolso.

—Pero me encantaría tener té dulce o algo plano y grande para crear un abanico —añado.

Jordan se ríe y termina de subir el gato lo suficiente como para levantar el coche y poder retirar el neumático pinchado.

—Creía que las chicas solo hacían eso en películas antiguas como Lo que el viento se llevó.

—Tal vez las chicas que conoces tú sean más capaces y no necesiten fingir.

Jordan entorna los ojos y me mira.

—O puede que sean menos creativas.

—No lo creo.

Me sorprende lo cómodo que me resulta charlar con él.

—Entonces, si no puedo abanicarte, tendré que entretenerte con una conversación ingeniosa —añado.

—No sé por qué me da que eres buena en eso.

Levanta la vista hacia mí y una ola de placer me recorre antes de contestar.

—A ver, ahora ya sé que eres experto en coches en miniatura y experimentos científicos, que, al parecer, sabes cambiar un neumático y que de momento te sientes orgulloso de ser un caballero.

Jordan no vacila lo más mínimo mientras va quitando tuercas.

—Suena correcto —afirma.

Matthew se nos acerca, tiene el cabello apelmazado por el sudor.

—¿Podemos irnos a casa ya? —pregunta.

Jordan se detiene y lo mira.

—¿Te acuerdas de esas cosas que hacen los caballeros?

La mirada de Matthew va de mí a Jordan, y finalmente se detiene en el neumático. Suspira.

—Esta es una de esas cosas, ¿no? —dice.

—Sip.

Matthew se va arrastrando los pies; no podría estar más aburrido.

—Lo siento. Puedo intentar... —digo.

—Perdona, pero no te escucho, esta llave chirría muy fuerte.

Hace un gesto con una mano como diciendo que no puede hacer nada al respecto. La llave no hace prácticamente ningún ruido.

Pongo los ojos en blanco.

—Vale.

—Buena respuesta. De todos modos, no tiene sentido que discutamos. Soy un genio de la ciencia, ¿recuerdas?

—No recuerdo haber dicho genio en ningún momento —digo, y frunzo el ceño como si estuviera confundida.

—Qué raro... —Jordan me mira con inocencia—. Estoy seguro de que te he oído decirlo.

—Bueno, entonces, retomemos mi conversación ingeniosa. ¿Qué otra cosa debería saber de ti? —pregunto, y apoyo la cabeza en el coche—. ¿Hay algo más que tu madre quiere que seas? ¿El primer mecánico barra niñero barra investigador de coches de juguete, quizá?

De pronto, Jordan se queda quieto. Cuando me inclino hacia él continúa con el neumático, pero no responde y tiene una clara expresión de sufrimiento en la cara. Cómo no, me las he arreglado para herir al único proyecto de amigo que he encontrado en todo el año.

—Dis... discúlpame... —empiezo a decir.

—No.

Niega con la cabeza y sonríe con casi la misma intensidad de antes. Quita la última tuerca y se incorpora.

—No tienes por qué pedirme disculpas, Riley.

Me incorporo y lo ayudo a sacar el neumático en un silencio incómodo. No estoy segura de qué he dicho para herirlo, pero estoy decidida a no repetir ese error.

Jordan y yo colocamos el neumático de repuesto antes de que él se vuelva hacia mí.

—Te has quedado callada y eso no me gusta.

Se aparta el pelo negro de la cara y mira por encima del hombro para asegurarse de que Matthew no puede oírlo.

—Nuestra madre murió hace unos meses en un accidente de coche. Pensar en ella duele, eso es todo.

Se me cae el alma a los pies y me siento horrible.

—Ay, Jordan, lo siento tanto... —digo.

—Gracias —asiente él—. A partir de ahora, para asegurarme de que no te he asustado, prométeme que hablarás todo el rato hasta que termine de colocar el neumático.

—Menuda petición... En realidad no soy demasiado habladora.

—Tendrás que intentarlo —dice Jordan sonriendo.

Entonces se pone en cuclillas para ajustar las tuercas de nuevo.

—De acuerdo.

Vuelvo a sentarme en el suelo mientras intento pensar en qué decirle para seguir con la conversación. De repente me encuentro bajo mucha presión.

Jordan deja de hacer lo que está haciendo y me clava la mirada, así que digo lo primero que me pasa por la cabeza.

—Tener un solo padre es una mierda.

Parpadeo y, por su expresión, me doy cuenta de que está tan sorprendido como yo por lo que acabo de decir. ¿En serio? ¿Eso es lo único que se me ha ocurrido decir? ¿Qué ha pasado con la táctica evasiva?

Jordan vuelve la mirada hacia el neumático.

—Sí... lo sé. ¿Tus padres están divorciados? —pregunta.

—Sí.

Es una mentira demasiado fácil y obvia como para no aprovecharla, pero mentir a Jordan después de lo que me acaba de contar hace que me sienta mal. Por eso intento revelarle parte de la verdad.

—Mi padre hace años que no vive con nosotras... Desde que yo tenía seis.

—Eso es mucho tiempo —recupera su tono de voz medido, pero su mirada está llena de una tristeza muy profunda.

—¿Sigues echándolo de menos? —pregunta.

Y me deja sin aliento.

—Sí —respondo con suavidad—. Todos los días.

Jordan termina de ajustar el neumático de repuesto y baja el coche con el gato. Pasan algunos segundos hasta que por fin habla de nuevo.

—¿Se vuelve más fácil? —pregunta con interés.

Pienso en ello un momento. Sinceramente, no recuerdo mucho de la época en la que mi padre vivía con nosotras, así que me resulta difícil decidirlo. Sin embargo, sí me acuerdo de las primeras visitas a Polunsky, cuando yo todavía tenía la esperanza de que quizá una semana, un mes, un año más tarde, o en algún momento, dejaría de sentirme tan triste cuando me despidiera de él.

Ese día no ha llegado. Aún siento que un trozo de mí se queda en Polunsky cada vez que salgo de allí. Es como si una parte de mí estuviera en prisión con él.

—No, aún no —respondo, por fin, de la única manera que me parece sincera.

Jordan se pone en pie y recoge el gato.

—Listo. Prueba superada, pero creo que me debes ese té dulce que has mencionado —habla medio en broma, pero me estudia con atención.

La idea de que quiera volverme a ver hace que me tiemblen las piernas.

—Me parece justo —confirmo con una sonrisa tímida mientras cierro el maletero.

Jordan se saca un papel del bolsillo, escribe algo y luego se pone a mi lado.

—Conduce con cuidado. El neumático de repuesto es como los otros tres, así que no tendrás problemas, pero deberías arreglar o cambiar el pinchado.

Me pone el papel en la palma de la mano.

—Por si lo de los pinchazos se convierte en un hábito.

Siento que me invade un calor tibio cuando veo un número de teléfono escrito con trazos grandes en tinta negra.

—Gracias, Jordan.

—¿Por qué esta foto es tan vieja?

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