Es interesante también destacar la aparición de voces femeninas de gran calidad, retomando la línea de grandes poetas que ha tenido a lo largo del siglo XX la poesía polaca.
Luz que fue sombra. Diecisiete poetas polacas (1963-1981) es una pequeña contribución al mayor conocimiento de algunas de esas voces. De diecisiete de esas voces. Singulares. Individuales. Una contribución que establece un diálogo en tiempo presente con antologías aparecidas en los últimos años en el contexto polaco ( Solistas , Con trenzas ), pero también con antologías en otras lenguas, como sería el caso de la estadounidense Scattering the Dark: An Anthology of Polish Women Poets , que reúne poemas de treinta y una poetas polacas.
Son ocho los poemas que hemos escogido para cada una de las diecisiete poetas, poemas que hemos intentado –en la medida de lo posible, aunque no en todos los casos lo hemos conseguido– que aparecieran por primera vez en español y que procedieran de diferentes poemarios, dando así una imagen panorámica de la obra de las diferentes autoras. Esa imagen es la que debería permitir a los lectores aproximarse a la poesía de unas poetas que, huyendo como huyen de las etiquetas, suenan con voz propia en el panorama de la poesía polaca actual.
Esta antología ha sido posible gracias en primer lugar, claro está, a la generosidad de las diecisiete autoras, pero también a una de ellas en particular, Julia Fiedorczuk, que, antes incluso de que empezáramos a trabajar en la selección de las poetas, compartió con nosotros consideraciones sobre la poesía polaca escrita por mujeres que en alguna medida han contribuido a que éste y no otro fuera el libro que llegase a manos del lector. La versión definitiva de los poemas en español ha contado con el asesoramiento y los acertados consejos de Katarzyna Mołoniewicz, los cuales nos han permitido con toda seguridad alcanzar una mejor comprensión de los textos originales y, por lo tanto, hilar mucho más fino en las versiones finales de los poemas en español. A todas ellas, nuestro más sincero agradecimiento.
Varsovia, octubre de 2020
LUZ QUE FUE SOMBRA
MARZANNA BOGUMIŁA KIELAR
strącam mrówkę ze stopy
i patrzę, co zrobi z darowanym życiem,
z tą swoją kroplą czasu.
W żółtym świetle ścieżki, jak dogania inne,
zabijające właśnie jakiegoś owada, ruchliwe, żarłoczne.
Nieświadoma mojego, przez mgnienie, wahania.
Przy gorącym kamieniu, w ulewie słońca, ciężkich owoców
tyle tylko widzisz oko podobno przenikliwe,
ślepe oko poety:
tylko ten drapieżny kwiat o pięknej greckiej nazwie
/thanatos/, jak otwiera się i zamyka.
I nie możesz tego pojąć ani sprawdzić w żaden żywy
sposób. Tego, co tobie też będzie raz na zawsze dane;
niemal czarne, słodkie
zerwane wiśnie krwawią w mojej dłoni
me sacudo una hormiga del pie
y miro qué hace con la vida que le ha sido regalada
con esa gota de tiempo suya.
Cómo en la amarilla luz del sendero alcanza a otras
que andan agitadas, voraces, matando a un insecto en ese instante.
No consciente de mi momentánea indecisión.
Junto a una piedra ardiente, bajo una lluvia de sol y de pesados frutos
apenas si ves
–ojo al parecer penetrante, ciego ojo de poeta–
sólo cómo esa flor depredadora con un bello nombre griego
/thanatos/ se abre y se cierra.
Y no puedes ni comprenderlo ni comprobarlo de ninguna forma
viva. Eso que a ti también te será dado una vez para siempre;
guindas arrancadas del árbol, casi negras,
dulces, sangran en mi mano
zachód słońca w sierpniu: kropla
ożywia noc
koniuszkiem języka dotknąć
tej wilgoci
puesta de sol en agosto: una gota
aviva la noche
tocar con la punta de la lengua
esa humedad
De Sacra conversazione (Suwalskie Towarzystwo Kultury, 1992).
1.
cisza przedświtu rozcięta do kości, czekanie,
aż wróci chociaż wiatr i chmury zbiorą sadzę,
[szczelinami
nawieje światła;
aż błyśnie, choćby łyżeczka oparta o spodek, rozrzucone
papiery, pościel. I zajmie się suchym ogniem
wygasłe drewno odsłoniętych rzeczy
2.
podarte na pasy światło podtrzymuje drzewa, dymią
trzewia wody; świta. Słońce jest ledwie szparą
w żeliwnej kadzi z ogniem –
1.
el silencio del alba rajado hasta los huesos, la espera
a que vuelva al menos el viento y las nubes recojan el hollín,
[a que entre la luz
por las ranuras;
a que brille al menos la cucharilla apoyada en el plato, los papeles
desperdigados, las sábanas. Y que prenda el fuego seco
en la madera extinta de las cosas desveladas
2.
la luz hecha tiras sostiene los árboles, humean
las vísceras del agua; amanece. El sol es apenas una grieta
en una caldera de hierro con fuego –
torfowisko jesieni - coraz krótszy oddech topoli, olsz
szarych; karłowacieje światło, blade bonsai,
wczepione w nurt południa;
wiatr trąca tlejący susz,
drobnicę liści zawieruszonych w rulonie
metalowej siatki, jakby, bezgłośnie, składał słowa
obcego języka, wyczuwając
zgrubienia nerwów, wydrążone sylaby
pod szronem
turbal del otoño, cada vez más corto el aliento de los álamos, de los alisos
grises; se hace enana la luz, pálido bonsái,
injertado en la corriente del sur;
el viento tambalea las ramas secas,
la minucia de las hojas extraviadas en un rollo
de tela metálica, como si en silencio compusiera palabras
de una lengua extranjera, percibiendo
el grosor de los nervios, las sílabas horadadas
bajo la escarcha
paliłeś suche gałęzie w ognisku, i chwasty –
słyszałam szelest ognia w słuchawce, twój gwizd, gdy psy
znowu dobrały się do kretowisk, tam, gdzie wczoraj
wybieraliśmy śliwki z wybujałej trawy;
robił się wieczór – wiatr wdmuchiwał oddech
w jego szczenięcy pysk.
Lepkie węgierki – jedliśmy je na kolację;
przeglądałam książkę o wodnych ogrodach, fotografie
błotnych roślin – chciałam zapamiętać ich nazwy: knieć,
turzyce, rdestnica pływająca –
gdy nagle powiedziałeś: «chciałbym umrzeć
przed tobą».
W twoim domu na wsi, wczoraj, patrzyłam jak zasypiasz
czytając – sen jak fala spływowa
obszywał wiosło ciała.
Wyjęłam ci książkę z rąk, zgasiłam światło.
Żebro nocy
świeciło w gałęziach
quemabas ramas secas y arbustos en una hoguera,
pude oír el crepitar del fuego en el auricular, tu silbido cuando los perros
volvieron a arremeter contra las toperas, ahí donde ayer
sacábamos ciruelas de entre la hierba crecida;
se hacía de noche, el viento insuflaba aliento
en su hocico de cachorro.
Pegajosas ciruelas negras, nos las comimos para cenar;
estuve hojeando un libro sobre los jardines flotantes, fotografías
de plantas acuáticas. Quería memorizar sus nombres: carex,
calta palustre, espiga de agua,
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