Quiera la Vida, Dios, el Tao, que el nuevo paradigma emergente, que en alguna específica medida depende de cada uno de nosotros, signifique el amanecer de aquella etapa histórica que por siglos han visualizado poetas, revolucionarios y líderes espirituales, cuyas luchas y vidas han sido la persistente simiente que hoy parece haber brotado en el anhelo de gran parte de la humanidad. Quiera también que ese anhelo de vida plena de sentido, de solidaridad y paz sea alimentado en cada quien se interne en las páginas de este libro.
Cecilia Dockendorff
Huequecura, lago Ranco
1Al respecto, consultar obras como El Tao de la Física, de Fritjof Capra; Misticismo y Física Moderna, de Michael Talbot; Cuestiones Cuánticas: Escritos Místicos de los Físicos Más Famosos del Mundo, editado por Ken Wilber; La Conspiración de Acuario, de Marilyn Ferguson.
2Ver El Punto Crucial, de Fritjof Capra; El Reencantamiento del Mundo, de Morris Berman; El Paradigma Holográfico, editado por Ken Wilber.
3Consultar Más Allá del Ego, varios autores; Conciencia sin Fronteras, Un Dios Sociable y de- más obras de Ken Wilber; Psicologías Transpersonales, de Charles Tart; La Experiencia Mística, editado por John White.
4 De la que no está exento el propio cristianismo. Ver, por ejemplo, las obras de Thomas Merton, Aelred Graham, William Johnston, Anthony de Mello, Matthew Fox, Ignacio Larrañaga, el libro Lost Christianity de Jacob Needleman y la obra precursora de Teilhard
de Chardin.
Introducción
El Tao Te King de Lao Tse es parte de mi historia personal. Eso quiere decir que, en lo fundamental, el modo de ver la vida de su autor coincide con el mío, pero no por haberlo yo adoptado a posteriori, sino porque mi coincidencia con él es constitucional y detectable desde que el asombro de vivir me impulsó a tratar de entender el mundo. Así, los treinta y más años que he dedicado al estudio del taoísmo no han hecho más que aclarar en mi mente lo que ya antes era en mí una tendencia innata. Y pongo en ello un especial énfasis porque creo que ha llegado el momento de decir cosas como esta a propósito de una investigación “científica”, pues si lo que uno toma más en serio es lo que le concierne profundamente como ser humano, a la postre resulta ser una garantía de seriedad que el tema de una investigación no sea para el investigador solo un tema sino un aspecto de su propia persona.
En relación a esto, conviene recordar lo que afirma el gran sinólogo alemán Richard Wilhelm sobre las traducciones al alemán del Tao Te King. Observa Wilhelm que en Alemania circulan varias versiones del “Viejo Chino” realizadas por aficionados, las cuales, no obstante, por el grado de intuición demostrado por sus autores, se hallan más próximas al verdadero sentido del texto que tantas otras realizadas por sinólogos profesionales pero carentes de toda empatía real con el mensaje del libro.
Lo dicho, evidentemente, es válido para cualquier tipo de investigación, pero, tratándose de Lao Tse, el problema se agudiza al extremo: en primer lugar, porque se trata de un autor chino; en segundo lugar, porque este autor vivió en el siglo VI antes de Cristo; y en tercer lugar (lo más importante), porque su cosmovisión es la antípoda de la actual concepción del mundo en Occidente, de lo que resultan serios inconvenientes para aproximarse al verdadero sentido de su mensaje.
Con esta premisa se entiende pues que a Lao Tse no se lo puede estudiar “en frío”, quiero decir, en un empeño puramente intelectual por captar el sentido de su “pensamiento”, asistido por conocimientos de alto nivel y el buen manejo de un sistema de conceptos. Creo que antes es preciso “amar” a Lao Tse, por así decirlo, esto es, “reconocerlo” como algo que en cierto modo nos pertenece, y eso solo puede ocurrir en la medida en que sus revolucionarias proposiciones y denuncias coincidan con las proposiciones y denuncias que a nosotros nos nacería hacer espontáneamente. Si esta condición vital no se cumple, el investigador queda fuera del ámbito real del Tao Te King, aunque en su investigación muestre poseer toda la erudición y la competencia que es posible imaginar.
Digo esto porque estoy persuadido de que para entender el Tao Te King como se debe, antes que poseer la competencia requerida es preciso haber sido atacado por esa abrumadora lucidez que nos abre los ojos sobre la deformidad del mundo actual, porque eso es lo único que puede darnos a gustar el amargo sabor de la experiencia vivida por Lao Tse en la decadencia de la civilización impulsada por la dinastía Tchu y entender el alcance real de los dramáticos autorretratos que él inserta en el libro y que nos muestran al Viejo Maestro como un huérfano perdido en las calles del mundo. Como también estoy persuadido de que para entender el aspecto más importante de este texto es necesario haber conocido la experiencia de la poderosa unidad que todo lo abraza y haber tenido acceso a la maravilla de la participación consciente en el todo. Solo eso puede situarnos debidamente en el sentido (Tao) que articula en totalidad el poético y sencillo discurso del Tao Te King.
Lao Tse
Sobre Lao Tse, el autor del Tao Te King, poco es lo que se sabe. La referencia histórica más antigua que poseemos es la que el historiador Se Ma Tsien
(s. I a. C.) incluye en sus Memorias Históricas. Esta referencia es extremadamente breve y dubitativa y lo escaso de la información que nos aporta sobre el personaje se debe, como el mismo historiador lo explica, a que Lao Tse procuraba vivir en la forma más oculta y anónima posible. Con todo, por ella conocemos lo que, para los intereses de este libro, es suficiente. A saber: que Lao Tse fue archivero, bibliotecario o guardador de los escritos de la dinastía Tchu en el palacio imperial de la ciudad de Lo Yang; que en su época aparece como un sabio de gran prestigio, encabezando una posición disidente respecto de la sabiduría oficial; y que, hastiado por la corrupción del régimen, decidió abandonar la corte y vivir en retiro, para lo cual viajó a las regiones occidentales y se perdió para el mundo.
Según Se Ma Tsien, el Tao Te King fue escrito a pedido del guardián de la frontera occidental, para quien, con motivo de su paso por el lugar, Lao Tse lo redactó, exponiendo en él lo esencial de su pensamiento y empleando cinco mil caracteres.
Sobre la historicidad de Lao Tse y la paternidad de la obra se ha dudado mucho, lo cual responde más a una característica psicológica de los investigadores que a otras razones más dignas de atención, por lo cual, y siguiendo en esto el criterio de otros sinólogos, partiré de la base que Lao Tse existió y que es el autor del Tao Te King, sin perjuicio de reconocer interpolaciones y enmiendas en el texto que se le atribuye. Más no necesito saber, en el entendido que el Tao Te King, como un escrito revelador del carácter y “virtud” de su autor, constituye una fuente de información sobre él más que suficiente, ante la cual, las que pudieran ser circunstancias de su vida, carecen de importancia.
La época
El Tao Te King fue escrito en una época crucial de la historia de China, siglos de decadencia del antiguo Imperio, y más exactamente, de la civilización creada por la dinastía Tchu (1122-255 a. C.). Esta civilización hizo de la China de entonces algo semejante a lo que hoy llamaríamos una “gran potencia”, y, en la medida que este Imperio llegó a ser rico y poderoso como ningún otro en el mundo, manejado por una gigantesca máquina gubernamental y sustentado por un orden religioso y jurídico extremadamente complejo, considerado perfecto por sus fundadores, su decadencia, consumada hasta sus últimas y más destructoras etapas, fue algo así como un fin de mundo.
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