El promedio del liderazgo de la iglesia no toma seriamente la Gran Comisión debido a que no ha sido instruido correctamente. Ellos han escuchado muchas veces los mandamientos de ir y predicar el evangelio, pero no se preguntan acerca de la importancia de esta misión mundial. Ellos no saben que las aplicaciones son para ellos y han volcado la Gran Comisión casi totalmente sobre la fuerza misionera de la iglesia, creyendo que al destinar fondos a proyectos misioneros, están cumpliendo correctamente la Gran Comisión.
Ellos apoyan la Gran Comisión asistiendo u organizando conferencias misioneras en las que gastan gran cantidad de dinero. Aunque estos eventos son importantes y vitales para la misión mundial, ellos no han asumido seriamente la Gran Comisión al no aplicarla a su vida y obra, a pesar de tener un programa de visitación que incluye algún entrenamiento en evangelización y de asegurarse que cada Domingo, el pastor tire la red al hacer el llamado para ver quien necesita al Salvador.
Tomar seriamente la Gran Comisión significa que los líderes de la iglesia en sí mismos son evangelistas, comparten su fe y hacen discípulos. De hecho, ellos sólo fueron considerados para el liderazgo debido a sus años de servicio como hacedores de discípulos y su ministerio principal aún es hacer discípulos. Ellos lo han colocado en el corazón de la iglesia y su labor más importante es comunicar su valor, ya que ellos son un modelo en esto.
El aspecto más importante de tomar seriamente la Gran Comisión es la intencional orientación del liderazgo de la iglesia hacia la multiplicación. Un proceso debe traer a las personas desde su conversión, a ser entrenadas como hacedores de discípulos. Esto debería ocupar una gran cantidad del tiempo y la energía creativa del liderazgo. Tomar seriamente esta Gran Comisión significa que los líderes de la iglesia enfocan la mayoría de su tiempo y esfuerzo en hacer discípulos.
Por lo general, el liderazgo de la iglesia es un comité permanente. Por lo tanto, la comprensión de su papel, su entrenamiento y su concepto de la iglesia, serán un gran desafío para el pastor hacedor de discípulos. El mandato para él es persuadir al liderazgo de la iglesia a tomar seriamente la Gran Comisión. Este será el principio de la obediencia a Cristo y el de un ministerio lleno de frutos.
Clericalismo
El pastor profesional mantiene una seria amenaza a la salud de la iglesia. Tony Walters escribe: “Una iglesia dominada por su pastor, sus ministros y sacerdotes no tiene más oportunidad de escapar que la de un niño dominado por su madre, un servicio de salud dominado por los doctores, o una economía dominada por un mercado masivo de consumidores.”
El hecho de que una congregación le pague a un pastor entrenado profesionalmente para que realice su trabajo no es peligroso. Aunque existe una diferencia legítima entre la función del pastor profesional y el laico cristiano, no hay nada malo con un ministro laico. El pastor de la iglesia, habiendo sido entrenado profesionalmente, entrena al lacio o al ministro, para realizar una tarea al servicio de Cristo. En resumen, no hay nada malo con el pastor que guía a los miembros de la iglesia al ministerio. Él ha sido entrenado para hacerlo y esa es la tarea que se le ha asignado. Esta legítima distinción siempre permanecerá.
La muy discutida diferencia entre el clero y el laicado necesita ser revisada. El clericalismo es la esperanza que el clérigo profesional tiene del ministerio. Aun cuando la enseñanza de que el pastor está para equipar a los santos para desempeñar el ministerio es bien amplia y reconocida, en la práctica es muy raro que esto se haga. Aún hay una firme expectativa de que el pastor hace tres cosas:
1 Él prepara y predica los sermones. Esta es una buena expectativa, sólidamente sustentada por las Escrituras.
2 Se espera que el pastor ejerza como gerente y sea el administrador principal de la iglesia, que mantenga la maquinaria de la iglesia en buen estado y funcionamiento. Mientras el liderazgo y la administración estén estrechamente unidos, con mucha frecuencia, la iglesia querrá de forma irreal tener tanto un ejecutivo teológico como corporativo.
3 El pastor tiene que cuidar el rebaño, lo cual significa visitar hospitales y casas, aconsejar y celebrar bodas y funerales, asistir a las reuniones del comité, realizar eventos para levantar fondos, organizar reuniones de jóvenes, y así sucesivamente. El pastor predica, administra, visita, cuida y aconseja.
En tanto que algunas de las expectativas anteriores tienen sus raíces en la Escritura, muchas aplicaciones postmodernistas no la tienen. El obstáculo aquí es que el pastor es visto como alguien capaz de atender muchos intereses diferentes. Él hace el ministerio y la lista anterior deja poco tiempo para su función principal: la preparación del pueblo de Dios para las diferentes obras del servicio. Con tantas expectativas, no hay espacio ni tiempo para el pastor hacedor de discípulos.
Existen soluciones (ver Capítulo 4), pero usted tiene que ser conciente de que los obstáculos en el camino son firmes. Mi mejor consejo es que usted defina claramente sus prioridades ante los comités de púlpito. Dígales lo que usted percibe acerca de las tareas asignadas por Dios y asegúrese de pedirles que describan en sus propias palabras lo que ellos esperan con relación a estos temas. Si usted se encuentra demasiado lejos y no hay flexibilidad entre las partes, lo mejor será mantenerse alejado.
Sistema de Gobierno en Cualquier Extremo
Cualquier sistema de organización de la iglesia que permita lo que no es espiritual y la desobediencia, está errado. Cualquier persona con sentido común estaría de acuerdo con estas palabras, pero con mucha frecuencia lo que sucede es exactamente que lo que no es espiritual y la desobediencia determinan la dirección de la iglesia, al asumir posiciones de liderazgo. Dos posiciones extremas pueden surgir en la iglesia.
Primero, que la decisión de hacer pueda descansar en las manos de unos pocos. En sí, esto no es peligroso; de hecho, la iglesia funciona mejor si unas pocas personas capaces e íntegras la lideran. El peligro surge cuando no hay supervisión sobre ellos o responsabilidad de su parte. Si esos pocos equivocados se posicionan y se convierten en un sistema de ancianos autoperpetuados, la iglesia puede ser lastimada.
En el otro extremo, mucho más común, gran cantidad de personas están involucradas en un gran número de decisiones. Esto es terreno abonado para las disputas internas en la iglesia. Cuando personas no calificadas para el liderazgo empiezan a tomar decisiones que corresponden a los líderes espirituales, muy probablemente tomarán decisiones equivocadas que no llevarán a la iglesia en la dirección que Dios quiere que vaya. Tal sistema reduce los requisitos para la participación de “un miembro en buena posición,” pero muchos de ellos son funcionalmente analfabetos, obstinados, beligerantes y tienen un espíritu de disensión. Cuando los miembros no calificados de la iglesia empiezan a tratar cosas espirituales complejas, el desastre ronda muy cerca. Adicione el amor por la democracia, las peticiones, los cambios inesperados del piso, los juegos de poder, y así sucesivamente, y tiene un sistema donde las personas pueden nombrar el “comité del piso.” Estas personas frecuentemente no calificadas, a su vez, son quienes escogen a los líderes de la iglesia. Esto, además de ser el medio más ridículo jamás inventado para escoger líderes, hace que sea casi imposible liderar la iglesia.
En tales circunstancias, hacer discípulos se dificulta al máximo; y lo peor de todo es que se convierte en un campo minado. El pastor hacedor de discípulos debe ser capaz de liderar. Aun cuando él debe ser el responsable, la congregación tiene que darle la libertad para llevar a la iglesia adelante. Cualquier sistema de gobierno que ate las manos del pastor al elegir a líderes no calificados ni espirituales, es un mal sistema. Debe existir un balance entre liderazgo y responsabilidad. La congregación tiene el deber de obedecer y sujetarse a sus líderes (Hebreos 13:17), pues a ellos se les impone la responsabilidad de liderar y cuidar la iglesia (1 Pedro 5:1-3). En el mejor de ambos mundos, los líderes dirigen con integridad y la congregación los sigue con discernimiento. El feliz resultado es una iglesia efectiva.
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