Concepciones Equivocadas Acerca del Discipulado
El término discipulado se ha convertido en un término evangélico de última moda. Muchos piensan acerca del discipulado como si les tocara volverse serios acerca de Cristo, pero muchos lo resisten porque entienden lo que realmente significa volverse serios. Ellos piensan en llevar una vida muy limitada a la memorización de las Escrituras, en medios días en oración, en estudios analíticos de la Biblia, en la evangelización puerta a puerta y en el abandono de los placeres de la vida, diciendo que tal estilo de vida está bien para el ministerio paraeclesial, pero no para el miembro ordinario de la iglesia.
Para corregir esta concepción equivocada, presento el perfil que la Escritura da acerca de lo que es ser un discípulo (ver Capítulo 3), el cual muestra una vida positiva y llena de creatividad. Ese perfil del discípulo comunica claramente que el cristiano debe tener ciertas bases. Una vez que estas bases se encuentren en su sitio, los dones espirituales, las circunstancias de la vida y otras particularidades referentes al discípulo empiezan a actuar. La clara afirmación de que Dios desea que cada cristiano sea un discípulo es esencial para vencer este obstáculo. Esta afirmación, junto con un perfil claro de lo que es ser un discípulo, es lo que haría falta.
Otro concepto equivocado, el cual será plenamente tratado más adelante, es que el discipulado es sólo una clase de entrenamiento, un programa de la iglesia o sólo para los jóvenes e inquietos. Ellos dicen: “Si usted quiere ser pastor, misionero o servir tiempo completo, entonces el discipulado es para usted”. Cada pastor hacedor de discípulos encuentra estos puntos de vista sostenidos por mucho tiempo como aberrantes.
Liderazgo Débil No Profesional
Aun cuando hay muchas excepciones y esperando que usted pueda decir con plena seguridad que el liderazgo de su iglesia es fuerte, en general, la iglesia evangélica se encuentra lisiada en su liderazgo. La iglesia local se debilita ante la ausencia de un buen liderazgo laico, de creyentes ordinarios que lleven fruto, de líderes que son discípulos y hacedores de discípulos, y de hombres y mujeres que sean ejemplo y se reproduzcan a sí mismos como cultivadores ansiosos dentro de sus propias esferas de influencia.
En este punto, un pastor enfrenta el obstáculo de tratar de trabajar con personas no calificadas que tienen posiciones de liderazgo. En muchos casos, líderes que no caminan con Dios aconsejan a los pastores cómo invertir su tiempo y hacer su trabajo. Esta clase de laicos no oran, no meditan ni estudian o memorizan las Escrituras. Muchos de ellos nunca han llevado a una persona a Cristo. Es un enigma cómo alguien podría liderar una organización que se propone salvar al mundo y nunca haber llevado a una persona a Cristo. Esta clase de duplicidad no existe ni siquiera en los negocios. Además, tales líderes no poseen un concepto ni experiencia en entrenamiento, reproducción y multiplicación. La posibilidad de que esta patología domine a la iglesia local es trágica. El hecho de que hombres no piadosos den órdenes a hombres piadosos es uno de los grandes pecados de la Iglesia.
El pastor hacedor de discípulos está dedicado a establecer hacedores de discípulos en el mismo corazón de la iglesia. Esto requiere tres cosas:
1 Declararlo desde el púlpito y colocarlo de primero en la lista de las cosas que Dios quiere que se hagan.
2 Publicarlo en la literatura de la iglesia y establecer metas que puedan medirse y que sirvan de evaluación de la salud de la iglesia.
3 Que el liderazgo dé el ejemplo en hacer discípulos. Esto significa enseñar y exigir a los líderes que sean discípulos hacedores de discípulos.
Esta es una orden de lo alto, especialmente para la iglesia establecida.
¿Está el liderazgo de la iglesia abierto a responsabilizarse y someterse a ser capacitado en el estudio de la Biblia, la oración, el evangelismo y así sucesivamente en otras disciplinas? La total restauración del liderazgo de la iglesia es un “sangriento campo de batalla.” El pastor hacedor de discípulos será resistido y una guerra espiritual será librada.
En algunos casos, el pastor no conoce la verdadera actitud de sus líderes ante el discipulado, porque tampoco ellos la conocen. Un pastor fue reclutado por sus teorías acerca de hacer discípulos. El consejo reconoció que la iglesia se encontraba en un estado en el que las personas necesitaban entrenamiento en el trabajo ministerial y llamó a un hombre cuya filosofía acerca del ministerio parecía engranar perfectamente con la de ellos. Sin embargo, cuando el pastor abrió su grupo de discipulado, ninguna de estas personas decidió unírsele. Ellos ya se veían a sí mismos como líderes responsables y temerosos de Dios, y, que más bien eran todos los demás los que necesitaban el discipulado. Las cosas iban relativamente bien hasta que la vieja guardia entendió que un liderazgo nuevo y espiritual estaba surgiendo desde estos ministerios de discipulado. Empezó una lucha de poderes seguida de una serie de acusaciones de favoritismo y camarillas. Se enviaron “espías” intempestivamente a los estudios bíblicos para ver qué cosas estaban fraguando estas personas en contra del liderazgo. Los líderes que no sean capaces de cambiar con las nuevas directrices en las que los discípulos empiezan a moverse en la iglesia, deberán apartarse, unirse a un grupo y empezar a crecer, o pelear.
Un pastor puede restaurar la integridad del liderazgo en la iglesia y hacerlo sin dañar a los líderes o dividir la iglesia. Nunca le diga a la iglesia que sus líderes no están calificados ni los menosprecie o hable de ellos en una forma degradante. No anuncie que reemplazará a los actuales líderes con líderes nuevos y mejor calificados. La solución es amarlos, enseñarles la Palabra de Dios y permitir que Dios haga Su trabajo.
Aquí lo importante es admitir que hay un problema que debe ser enfrentado con determinación y sabiduría. Usted puede plantar iglesias sólo con líderes calificados. Cuando planté mi iglesia, yo escogí el primer equipo pastoral (nuestro título de ancianos es para quienes lideran y supervisan), sólo cuando tuve hombres que calificaban en las habilidades y filosofía del ministerio. En una iglesia establecida, este proceso tomará muchos años. Prepárese para permanecer por un largo tiempo.
Las Iglesias No han Tomado Seriamente La Gran Comisión
¿Cuántos consejos directivos de iglesias han declinado en la Gran Comisión? ¿Cuántos aún la discuten? ¿Cuántos la entienden? ¿Pueden declararla? ¿Saben aún qué es y dónde se encuentra? ¿Qué tanto tiempo pasan los líderes de la iglesia pensando acerca de la obediencia de la iglesia y planificando cómo obedecer sus mandamientos? Yo menciono el consejo de la iglesia, ya que ellos definen la dirección y la actividad de la iglesia.
Si los equipos de liderazgo de la iglesia dedicaran mucho más tiempo y energía a pensar en la Gran Comisión y en implementarla como lo hacen con los asuntos “domésticos,” la iglesia sería más vital y efectiva. La mayoría de los consejos pasan el 95% de su tiempo en asuntos internos, muchos de los cuales no requieren que el liderazgo se involucre. Analizar los estados financieros, pensar en edificios y terrenos, memorizar los estatutos y las leyes constitucionales, planear los nombramientos y ordenamientos del próximo encuentro congregacional, son hoy los grandes temas eclesiásticos.
La ironía de esta tonta comedia es que casi todos los involucrados en tal insensatez la detestan. A ellos no les gusta asistir a las reuniones; ellos pensaban que sus vidas realmente serían tenidas en cuenta para algo cuando asumieran el liderazgo. Ahora, para su desagrado, el liderazgo se ha convertido en aburrido y de mal gusto.
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