Por supuesto, podemos verificar la exactitud de la respuesta de Smith ya que los documentos existen todavía. Paul Gordon realizó una investigación a este respecto y la publicó con el título The Sanctuary, 1844, and the Pioneers [El Santuario, 1844 y los pioneros] (Review and Herald Pub. Assn., 1983). Smith, según lo demostró Gordon, estaba en lo correcto.
El desafortunado registro de la historia es que algunos adventistas de la actualidad están más inclinados a declarar a Elena de White como una autoridad en doctrina de lo que lo estaban los fundadores del movimiento. Existen varias razones para esto. En primer lugar, la aceptación de Elena de White entre el movimiento sabático fue gradual, a medida que la gente iba dándose cuenta poco a poco de que en realidad ella tenía consejos pertinentes, tanto para individuos como para el movimiento en general. En segundo lugar –y lo que es más importante–, los primeros dirigentes adventistas eran el pueblo de la Biblia. Eso es lo que los había conducido al millerismo, y esa orientación siguió siendo la dominante a medida que un sector de los adventistas milleritas se iba convirtiendo en el adventismo del séptimo día. La misma Elena de White estaba completamente de acuerdo con esa posición bibliocéntrica. En el último capítulo de este libro veremos que ella siempre enalteció la Biblia como la autoridad central de la vida cristiana. Como bien dijo ella, sus escritos invitaban constantemente a la gente a que se volvieran a la Biblia.
Lo que hemos dicho en cuanto al papel confirmador de Elena de White en relación con el desarrollo de la doctrina adventista del Santuario también es cierto en lo referente al séptimo día, o sábado.
Gracias a la influencia de los bautistas del séptimo día, el sábado como día de reposo llegó a ser un tema de discusión entre algunos milleritas adventistas aun antes del chasco de octubre de 1844. Pero Joseph Bates fue el primero entre los fundadores del movimiento adventista del séptimo día que estudió esa doctrina en la Biblia y la aceptó. Él abrazó la verdad del sábado a principios de 1845 y posteriormente la compartió con Crosier, Hahn y Edson. Por lo menos dos de ellos aceptaron el nuevo descubrimiento bíblico. Simultáneamente, ellos compartieron con Bates los frutos de su estudio de la Biblia sobre el Santuario celestial, que él aceptó enseguida.
Más tarde Bates presentó su nueva luz sobre el sábado a Jaime White y a su esposa. La reacción inicial de ambos fue negativa, pero después de estudiar profundamente el tema en la Biblia, Elena y su esposo, en el otoño de 1846, comenzaron “a observar el sábado bíblico, a enseñarlo y a defenderlo” ( Testimonios para la iglesia , t. 1, p. 76).
No fue sino más tarde, en abril de 1847, cuando ella tuvo una visión que confirmó la importancia del sábado. Como resultado, pudo escribir: “yo creí en la verdad del sábado antes de haber visto nada en visión con referencia a él. Meses después de haber comenzado a observar el sábado me fue mostrada su importancia y su lugar en el mensaje del tercer ángel” ( Manuscript Releases, t. 8, p. 238). Para ese entonces Bates había publicado el extenso resultado de su estudio personal de la Biblia sobre el tema. Eso no solo destacó la importancia de la verdad del sábado, sino también la integró a su comprensión basada en la Biblia sobre la segunda venida, el Santuario celestial y los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14 (ver Seventh Day Sabbath: A Perpetual Sign , de Joseph Bates, enero de 1847).
Este mismo papel confirmatorio de las visiones de Elena de White se aplica a las otras dos doctrinas centrales de la enseñanza sabática adventista que difieren de las iglesias evangélicas principales: el advenimiento premilenial de Cristo y la no inmortalidad del alma. Como hemos visto, esas dos enseñanzas ya tenían vigencia antes de que iniciara el ministerio profético de Elena de White. Los primeros adventistas del séptimo día eran un pueblo de la Biblia.
Por este hecho no debemos llegar a la conclusión de que el propósito de las visiones era sencillamente confirmar lo que ya todo el mundo creía. No, el punto principal aquí es que el desarrollo de las doctrinas distintivas de los observadores del sábado se fundamentaba en el estudio de la Biblia y no en las visiones de Elena de White.
Pero sus visiones libraron de varias trampas a los observadores del sábado. Una de esas potenciales trampas fue el rechazo de que hubiera habido un cumplimiento profético en octubre de 1844. Como ya hemos dicho, la primera visión de Elena de White señalaba el cumplimiento de la profecía aunque no indicaba el significado de ese cumplimiento. Como resultado, eso influyó en ella y en otros en la zona de Portland, Maine, para reconsiderar la interpretación millerita de Daniel 8:14.
Las visiones previnieron acerca de otra trampa: el peligro de fijar fechas. Ya dijimos que el movimiento millerita se basaba parcialmente en la idea de que se podría determinar la proximidad del regreso de Cristo mediante el estudio de la Biblia. Este arraigado concepto llegó a imponerse en el verano de 1844 a medida que ciertos milleritas indicaban que el cumplimiento de la purificación del Santuario de Daniel 8:14 tendría lugar el 22 de octubre. Era natural que los adventistas chasqueados siguieran fijando fechas para la aparición de Cristo después de octubre de 1844. Como resultado, Elena Harmon, Jaime White y muchos otros llegaron a creer que la segunda venida de Cristo ocurriría en octubre de 1845.
Pero, pocos días antes de que transcurriera la fecha de 1845, Jaime White escribió que Elena “vio en visión que seríamos chasqueados y que los santos deberían pasar por ‘el tiempo de la angustia de Jacob’ que estaba en el futuro. Su visión de la angustia de Jacob fue completamente nueva para nosotros, así como para ella” ( A Word to the Little Flock, p. 22). Esa visión no solamente salvó a la mayoría de los observadores del sábado de sufrir otro chasco relacionado con el establecimiento de fechas que plagaba a muchos de los otros grupos adventistas en las décadas de 1840, l850 y l860, sino también reforzó la implicación de su primera visión acerca de que el segundo advenimiento podría ocurrir en un futuro distante.
De manera que las visiones hacían algo más que sencillamente confirmar doctrinas sobre las cuales concordar. También proporcionaban orientación para el desarrollo de los adventistas sabáticos, a medida que se abrían paso por el laberinto de desastres potenciales que los rodeaban a fines de la década de 1840.
Quizá la “vislumbre” más clara que tenemos de la relación de Elena de White con la formación de la doctrina adventista del sábado se halla en la siguiente declaración: “Muchos de nuestros hermanos no comprenden cuán firmemente han sido establecidos los fundamentos de nuestra fe. Mi esposo [Jaime], el pastor Joseph Bates, el padre Pierce, el pastor [Hiram] Edson y otros que eran perspicaces, nobles y leales se contaban entre los que, después de pasar la fecha de 1844, escudriñaron en procura de la verdad como quien busca un tesoro escondido. Me reunía con ellos, y estudiábamos y orábamos fervientemente. Con frecuencia permanecíamos juntos hasta tarde en la noche, y a veces pasábamos toda la noche orando en procura de luz y estudiando la Palabra. Vez tras vez, esos hermanos se reunían para estudiar la Biblia a fin de que pudieran conocer su significado y estuvieran preparados para enseñarla con poder. Cuando llegaban al punto de decir en su estudio: ‘No podemos hacer nada más’, el Espíritu del Señor descendía sobre mí y era arrebatada en visión y se me daba una clara explicación de los pasajes que habíamos estado estudiando, con instrucciones en cuanto a la forma en que debíamos trabajar y enseñar con eficacia. Así se daba luz que nos ayudaba a entender los textos acerca de Cristo, su misión y su sacerdocio. Una secuencia de verdades que se extendían desde ese tiempo hasta cuando entremos en la ciudad de Dios me fue aclarada, y yo comuniqué a otros las instrucciones que el Señor me había dado.
Читать дальше