Estos emprendedores e intraemprendedores están localizando nuevas fuentes de abastecimiento, encontrando proveedores en ámbitos antes no buscados, y creando organizaciones que optimizan los costes y la calidad para mantener los márgenes de beneficio en sus procesos productivos a fin de garantizar la subsistencia de las empresas e intentar su crecimiento.
No nos engañemos, es mucho más frecuente el fracaso de los emprendedores que aquellos que tienen éxito, que es de los que comentamos siempre, pero tenemos que aprender a convivir con el error y convertir estos en nuestras mejores enseñanzas. Así lo hacen los auténticos emprendedores y por eso continúan apareciendo nuevos productos y servicios innovadores todos los días que podemos ver en internet y las redes sociales.
Tampoco olvidemos que la innovación lleva aparejado un riesgo, pero que bien contralado y resuelto es rentable, si conseguimos ese producto o servicio que nos proponemos, con el que podremos impactar en el mercado y generar beneficios para nuestra empresa.
La sociedad está en permanente evolución y nuestra obligación, si pretendemos tener éxito, es anticiparnos a los posibles cambios y sus impactos que se nos van a presentar a corto y medio plazo, sabiendo identificar las oportunidades de negocio y aprovecharlas en nuestro favor.
Hay aspectos en los que se incide mucho y que son muy importantes, como es el caso de la digitalización en todas las
áreas de la empresa apoyada en los retos de la robotización y la inteligencia artificial, en los sistemas organizativos de las empresas, además de procesos comerciales automatizados para poder hacer llegar al cliente nuestra propuesta de valor.
Tenemos que tener presentes también otras cuestiones menos divulgadas, pero no por eso menos importantes, como es la innovación en la cadena de suministros que permite reestructurar la distribución para conseguir que sea más ágil, menos costosa y de mayor calidad, con el fin último de siempre que es conseguir un consumidor satisfecho y fidelizado.
Pero teniendo siempre en cuenta que la tecnología debe ser un facilitador de nuestra gestión, nunca un controlador de logros y resultados.
Por ello, debemos estar orientados a aportar soluciones a los problemas y cuestiones que la sociedad necesita. Podremos desarrollar nuevos modelos de negocio construyendo en nuestras empresas una verdadera cultura de la innovación continua, de manera que cada día busquemos nuevos escenarios y caminos para mejorar y prosperar en este mercado global, tanto nuestras empresas como nosotros como profesionales.
1. Innovar, una estrategia empresarial imprescindible
En estos momentos, innovar no es una opción, sino un requisito sine qua non para la supervivencia de las empresas, por lo que se hace imprescindible encontrar e incrementar nuestro potencial de innovación.
La innovación supone introducir cambios, aplicar nuevas ideas y, sobre todo, la transición de las ideas a la realidad del producto, servicio o procesos, mejorando los actuales o creando otros completamente nuevos y posicionarlos en el mercado.
En realidad se trata de localizar las mejores ideas, propias o ajenas aportadas por nuestros colaboradores, en las que nadie había pensado anteriormente o, que si lo habían hecho, no las han llevado a la práctica. Por eso estas nuevas ideas se implementan más fácilmente entre aquellos que tienen conocimiento de los mercados: clientes, proveedores y producción, que les permite hacer realidad la innovación requerida para el producto.
No pensemos que la innovación se refiere solo a los productos y servicios, sino, y de manera muy importante, a los procesos, es decir, a hacer las cosas de manera diferente, y esto debe afectar a todas las áreas de la empresa.
Pero, en realidad, la mayoría de las empresas sigue haciendo lo mismo de siempre porque, como es habitual oír, si esto funciona, por qué vamos a cambiarlo, llegando si se sigue esa línea a la obsolescencia y salida del mercado cuando surgen turbulencias, se incrementa la competencia y/o se modifica la demanda.
Empresarios y directivos tenemos la obligación de mejorar la competitividad y crear ventajas competitivas. Por ello, en los momentos actuales o se innova, o nos quedamos rezagados, de forma que debemos crear en nuestras empresas una auténtica cultura de la innovación.
Si logramos reinventarnos antes que los demás, habremos alcanzado ese diferencial de éxito que pretendemos, mejorando la manera en que hacíamos las cosas y manteniendo el espíritu de evolución permanente.
Lo importante de crear una cultura de la innovación en nuestro entorno es atraer a todos los miembros de la empresa y colaboradores a participar en el proceso de creación de ideas, sugerencias e incluso quejas para su posterior tratamiento, y fomentar con ello su interés en colaborar con la dirección en detectar oportunidades de mercado.
Esta cultura precisa de líderes diferentes, que estén cómodos en unas estructuras más lineales, e inconformistas permanentes hasta dar satisfacción a los clientes en sus demandas de modificaciones de productos o servicios, e incluso crearles la necesidad de unos nuevos o radicalmente transformados, manteniendo en todo momento el espíritu ganador que comparten con todo el equipo.
Estos líderes no deben tener miedo al fracaso y deben ser conscientes de que de los errores se aprende y lo mismo deben transmitir a su equipo. De esa manera, crearán y mantendrán el capital intelectual y retendrán a los colaboradores más valiosos.
Para ello, deben gestionar con flexibilidad y no solo adaptándose a los cambios, sino provocándolos, porque si las circunstancias económico-sociales y políticas están cambiando y seguimos haciendo lo mismo, el resultado más normal es abocar a la empresa a su desaparición.
De hecho, la innovación, en los últimos años, se ha convertido en el verdadero motor impulsor de la empresa para su transformación y crecimiento, que posibilita el incremento de márgenes de beneficio, diversifica productos, servicios y procesos, genera diferenciación, fideliza los consumidores, etc., con lo que se asegura una clara ventaja competitiva.
Estas características citadas nos llevan a la conclusión de que la innovación, bien entendida, nos conduce al éxito, generando para la empresa un valor añadido que debe mantenerse con constancia en la innovación.
Con la innovación, las personas, es decir, la sociedad en general y las empresas deben interactuar en este nuevo escenario dinámico, competitivo y de irrevocable internacionalización, y nuestra vocación debe ser mantenernos en la vanguardia para satisfacer las necesidades demandadas por los mercados.
A veces nos encontramos con empresarios que manifiestan su interés en la innovación, pero que creen que esto solo lo pueden hacer las grandes corporaciones que disponen de muchos recursos, pero no es del todo así, ya que la pyme puede y debe innovar, aunque sea en procesos fácilmente detectables pero que mejoren sustancialmente sus resultados, como puede ser en la diversificación de canales de distribución —indudablemente incorporando internet y redes sociales—; modificación en el contexto de los proveedores; comunicación con el cliente; sistemas de producción o outsourcing y mejoras en el producto o servicio; buscando nuevas aplicaciones; modificación de envases, etc.
Habitualmente, en nuestras empresas nos encontramos que trabajamos por debajo del potencial innovador de nuestra estructura, por lo que precisamos establecer el ambiente adecuado para incrementarlo y aceptar que esa actividad conlleva necesariamente errores, que debemos prever y establecer sus límites, sin por ello caer en un exceso de control.
Tenemos que salir de nuestra zona de confort y conocer qué es lo que hace la competencia no para copiar, sino para constatar las ideas que circulan y mejorarlas, o productos y servicios que se comercializan en otros países y que para nuestro entorno de actividad pueden ser todavía novedosos.
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