Omraam Mikhaël Aïvanhov - Conócete a ti mismo

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"Conócete a ti mismo …" Esta fórmula inscrita en el frontispicio del templo de Delfos, ¿Cuántos han sabido verdaderamente interpretarla? Cada uno sólo conoce de sí mismo algunas aspiraciones, algunas buenas o malas tendencias, y dice: «Yo me conozco». Pues no, no se conoce, no sabe ni quién es, ni lo que necesita para realizar su verdadera naturaleza. Y la pobre evidencia es que no sabe quién es ese "tu mismo ", lo confunde a menudo con el cuerpo físico. Para el discípulo de la Ciencia iniciática, conocerse, es arrarcar su conciencia del círculo limitado de su naturaleza inferior, a fin de fundirse en la conciencia ilimitada del Ser cósmico que vive dentro de él, que trabaja en él, hasta que por fin podrá decir: " Yo, soy Él "

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Evidentemente, el cuerpo físico es el receptáculo de todos los otros principios más sutiles. El alma y el espíritu, por ejemplo, no están verdaderamente en el cuerpo físico, pero se manifiestan a través de él, a través del cerebro, del plexo solar, de los ojos… Por ejemplo, cuando miráis a alguien con un gran amor, con una gran pureza, con una gran luz, ¿qué es lo que se manifiesta a través de vuestros ojos? Los ojos pertenecen al cuerpo físico, pero el que se manifiesta, el que se sirve de estos medios de expresión, ¿quién es? Quizá sea el alma, quizá sea el espíritu, quizá sea Dios mismo… Si lanzáis a alguien una mirada o unas palabras terribles que le hacen caer enfermo, son fuerzas hostiles las que se han servido de vosotros y le han fulminado. A menudo el cuerpo físico no es más que el instrumento de fuerzas benéficas o maléficas que existen en él o fuera de él.

La voluntad tiene como ideal el poder y el movimiento, eso es lo que pide. Diréis: “También puede pedir la sabiduría, la inteligencia, la belleza…” No, no son de su dominio, son otros principios los que piden eso. La voluntad puede ser movilizada para adquirir la inteligencia o para crear una obra de arte, pero lo que ella desea para sí misma, la única cosa que le tienta, es el poder y el movimiento. No quiere permanecer inmóvil, le gusta ocuparse, tocar, moverse, desplazar las cosas. Pero al igual que el cuerpo físico, no puede realizar su ideal sin alimento. Y el alimento de la voluntad es la fuerza. Alimentada por la fuerza, la voluntad se vuelve enérgica, pero si no la alimentamos, se debilita. Y el elemento que para ella corresponde al dinero y le sirve para comprar el alimento necesario, es el gesto. Sí, siempre hay que alejarse de la inmovilidad y de la inercia para accionar, para estimular, para desencadenar las energías; acostumbrándonos a actuar, a movernos, la voluntad “compra” fuerza y se vuelve poderosa.

¿Y sabéis cuál es el primero de todos los movimientos? Es el aliento. En el momento en que el niño nace, respira, y entonces todos los demás procesos se desencadenan… Para procurarse pues este dinero, hay que habituarse a practicar los ejercicios que son preconizados en la Enseñanza: los ejercicios de respiración,4 de gimnasia,5 de paneurritmia6… Están concebidos para reforzar la voluntad. Podéis añadirles, claro, muchas otras actividades de la vida corriente que no tengo tiempo de enumerar, y hay muchas, pero hablo aquí solamente de los métodos que nos proporciona la Enseñanza y que conciernen más particularmente a la vida espiritual.

Diréis: “No pensábamos que estos ejercicios pudiesen desarrollar tanto la voluntad, creíamos que estaban hechos para dar vitalidad al cuerpo físico, o incluso gozo al corazón…” También es verdad, porque todo está relacionado. De momento, para que se me comprenda bien, separo los planos atribuyendo a cada uno de ellos lo que le corresponde, pero, en realidad todos estos principios son inseparables. Cuando respiráis, cuando hacéis movimientos de gimnasia, el cuerpo también se beneficia de ellos, la salud mejora, el vigor se incrementa, y os sentís mejor dispuestos, es evidente. Nada está aislado, todo está relacionado.

El ser humano posee una facultad de sentir y de conmoverse a la que llamamos corazón. Pero no se trata en absoluto del órgano físico que estudian la anatomía y la fisiología y que lleva este nombre. El corazón de los anatomistas, que es el principal órgano de la circulación de la sangre, es una especie de bomba hidráulica, pero el verdadero órgano de la sensación es el plexo solar. Cuando los Iniciados dicen que la verdadera comprensión viene del corazón, hablan del plexo solar. Por otra parte, el plexo solar es una especie de cerebro invertido. En el cerebro, la materia gris está en el exterior y la materia blanca en el interior, mientras que en el plexo solar, sucede lo inverso, la materia blanca está en el exterior y la materia gris en el interior. Pero ya os expliqué muchas cosas a este respecto; dejemos eso hoy.7 Era solamente para deciros que el plexo solar contiene unas riquezas y unos tesoros enterrados en él desde tiempos inmemoriales, y aunque los humanos no se hayan dado demasiado cuenta, en realidad sienten y comprenden a través de él. El cerebro, en cambio, comprende las cosas exteriormente, objetivamente, en teoría, y de esta manera, mucha gente se pronuncia sobre ciertos temas sin haber sentido ni saboreado nada. Pero en realidad sólo comprendemos verdaderamente las cosas cuando las hemos vivido, tocado, sentido, saboreado. El plexo solar es pues un mundo que la ciencia contemporánea no conoce bien todavía, y que le queda por explorar.

Y ahora, ¿cuál es el ideal del corazón? ¿Acaso busca el saber, los conocimientos, los poderes? No. Tiene necesidad de felicidad, de gozo, de calor, porque se vivifica en el calor. El frío le mata. Por todas partes a donde va, busca el calor en las criaturas.

El alimento del corazón es el sentimiento, toda clase de sentimientos, los buenos sentimientos, y, desgraciadamente, también los malos. Pero como debemos limitarnos, sólo hablaremos aquí de los corazones buenos, de los corazones de los buenos discípulos que se alimentan de buenos sentimientos.

La moneda que sirve para pagar la felicidad y el gozo es el amor. Cuando amáis, inmediatamente alimentáis vuestro corazón. ¡Cuántas veces os lo he dicho! No podréis ser felices con las riquezas, con los poderes, ni siquiera con la belleza, sino solamente con el amor. Es el amor el que nos hace felices. Podéis darle cualquier otra cosa al corazón, seguirá estando insatisfecho, os dirá: “¡Dame amor!”, porque con el amor irá a comprarse todo lo demás. Cuando amáis a alguien, este amor es un dinero que os permite “comprar” toda clase de sensaciones, de emociones, de sentimientos. Miles de sensaciones nacen cada día de vuestro amor. En cuanto dejáis de tener amor, ya no tenéis dinero: se acabaron las emociones, las sensaciones, ¡ya no hay nada! Por mucho que abracéis a vuestra mujer, si ya no la amáis, no sentís ni gozo, ni felicidad. Pero si la amáis, ¡ay, ay, ay! Incluso sin abrazarla, miles de sentimientos y de sensaciones imposibles de analizar pasan a través de vosotros… simplemente porque el amor está ahí.8

El hombre posee un intelecto cuyo ideal es conocer, comprender. Lo que es muy importante, porque cuando ignoráis la naturaleza de las cosas, os hacéis daño, os embrolláis, os hundís en unas regiones peligrosas de donde ya no podéis salir.

Para alcanzar este ideal, el intelecto humano tiene necesidad de un alimento, y este alimento es el pensamiento. Cuando digo “pensamiento”, podemos también entender, como con el corazón, los malos pensamientos, porque los pensamientos pueden ser de todas clases. Pero aquí, en nuestra Enseñanza, se sobrentiende que hablamos de los mejores pensamientos, de los más luminosos. Es pues el pensamiento el que alimenta el intelecto; si no pensáis, no llegaréis a conocer, a ver las cosas claras. Algunos dicen: “¿Para qué romperse la cabeza? No hay que pensar demasiado, es peligroso, nos volveremos locos…” Sí, nos volveremos locos si pensamos mal, pero el pensamiento es el mejor alimento para el intelecto. Si no lo alimentáis, se ensombrece, se debilita: le habéis dejado morir de hambre.

Pero para comprarse los mejores pensamientos, hay que tener dinero. Siempre podemos tener pensamientos, pero extravagantes, estrafalarios, y el resultado no es demasiado bueno. Los mendigos, los vagabundos, los pobres, no pueden ir a los mejores restaurantes a deleitarse con una comida fresca ya que es demasiado cara para ellos, y tienen que ir a buscar los restos en la basura. De la misma forma, para poder comprarse los mejores pensamientos hay que ser rico. ¿Y sabéis qué riqueza es ésta? La sabiduría. Si no tenéis este dinero que se llama sabiduría, sólo tendréis pensamientos basura, simbólicamente hablando. Sólo la sabiduría puede alimentar a vuestro intelecto con los mejores pensamientos para que pueda así obtener la luz que busca. Pero la sabiduría no es, como se imagina a veces la gente, un conocimiento, una ciencia, una erudición. Es más bien una actitud. Algunas personas son sabias sin tener ninguna instrucción, y otras tienen muchos conocimientos en la cabeza, pero ninguna sabiduría. La sabiduría es una actitud que consiste primero en saber orientarse y escoger la mejor dirección; sólo en segundo lugar nos lleva hacia la ciencia, la cultura, los conocimientos. Los sabios no lo saben todo, no han alcanzado la ciencia absoluta y completa; siguen estudiando, aprendiendo, y eso puede durar una eternidad, porque el saber se extiende hasta el infinito… Pero la sabiduría, en cambio, se puede adquirir instantáneamente.

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