Iniciemos por Harari. Su discurso señala que la nueva religión de la humanidad será el Dataísmo, y que gracias a ella los seres humanos seguiremos aferrándonos a los datos que todo lo miden, que todo lo predicen, para dar sentido a nuestras vidas. Desaparecerán el individualismo y el libre albedrío, que serán reemplazados por los algoritmos llamados a indicarnos nuestro proceder. Esa conclusión se sustenta en 431 páginas que muestran su talante intelectual y de profesor –lo es en la Universidad Hebrea de Jerusalén– que se expresa de manera poco tradicional y al menos sustancialmente diferente a lo habitual en una tesis doctoral o en un libro ortodoxamente académico. Es un autor libre en la forma de seleccionar sus fuentes, en la estructuración de sus obras y en la manera de presentar sus reflexiones.
Es por ello que su libro puede ser leído desde varios puntos de vista, respecto de los cuales referiré dos que estimo importantes para la presente publicación. Uno primero, más de corte filosófico e histórico; y uno segundo, que toma nota de las grandes transformaciones tecnológicas que están ocurriendo y de su incidencia en las relaciones sociales.
Sobre el primer punto de vista no es mucho lo que tengo para aportar, por no disponer de una formación filosófica que bastante ayudaría en estas líneas. Como ya se ha indicado, Harari considera que las religiones serán reemplazadas por el Dataísmo, que “sostiene que el universo consiste en flujos de datos, y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos” (p. 400). Es en la mezcla entre informática y biología que se encuentra el “dogma científico actual”: “los organismos son algoritmos” (p. 401).
Su postura se nutre de un largo recorrido histórico que dota de contexto a lo que está ocurriendo hoy en día con la 4RI. En efecto, inicia Harari sus reflexiones con un punto que es de por sí sorprendente y que nos relativiza completamente la sensación de que la pandemia del Covid-19, el hambre actual en la humanidad o la guerra son los retos que tenemos que superar como humanidad. Muy por el contrario, estima que las pestes, las hambrunas y las guerras han ido disminuyendo 10, y que su merma sustancial implica que los humanos debemos preguntarnos qué otros retos tenemos para superar, los cuales ubica en la protección del planeta y en su estabilidad, en el logro de la felicidad o el placer perpetuo de los seres humanos, así como en la superación de la muerte y el ascenso al nivel de la divinidad, razón por la cual, precisamente, titula su libro Homo Deus . A pesar de considerar que tales son los retos actuales de los seres humanos no es, sin embargo, muy optimista, por cuanto estima que “este sueño humanista socavará sus mismos cimientos al dar rienda suelta a nuevas tecnologías posthumanistas” (p. 307), a punto tal que las personas perderán utilidad económica y militar, los valores humanos serán colectivos y no individuales, y los individuos que lleguen a distinguirse se convertirán en una nueva élite de superhumanos que no cobijará a la masa de la población. Sin embargo, luego de plantear esta fría posición, vuelve Harari a su faceta optimista cuando enuncia que es verdad que “la humanidad parece sentenciada. Pero en el último momento, contra toda probabilidad, la humanidad triunfa gracias a algo que los alienígenas, los robots y los superordenadores no podían sospechar y son incapaces de entender: el amor” (p. 422). Esperemos que así sea.
En el segundo aspecto a partir del cual también estimo puede ser leído su libro, resalto los interesantes e impactantes datos que sirven para ilustrar la situación que se está presentado con la 4RI, y que Harari alcanza a calificar de “ciencia ficción”, a pesar de que ya muchos de ellos sean realidad. Así, por ejemplo, la ingeniería ciborg, que fusionará el cuerpo orgánico con dispositivos no orgánicos, como ojos artificiales, manos biónicas, cascos eléctricos que leen la mente y permiten realizar acciones como apagar las luces de la casa, chips incrustados al cerebro y a un computador para que se emitan órdenes energéticas débiles a fin de combatir la depresión severa, etc. No todos los avances se relacionan con la ingeniería ciborg, sino que se refieren también a la genética. Como se advierte en varios escritos de esta edición de la colección “Así habla el Externado”, es quizás allí donde se exteriorizan los mayores dilemas de los desarrollos tecnológicos. Es lo que puede ocurrir, nuevamente a nivel de ejemplo, con las alteraciones que se realicen al ADN mitocondrial para permitir superar enfermedades genéticas con el simple cambio de algunas mitocondrias en mal estado. Similares sorpresas se encuentran en la ingeniería robótica, gracias a la cual el Deep Blue de IBM venció en 1996 al campeón mundial de ajedrez Garri Kasparov, o en virtud de la cual el Robot Watson de IBM detecta actualmente un 90 % de cáncer de pulmón, frente al 50 % detectado por los médicos. Así mismo, emerge el concepto de “clase inútil o superflua”, en referencia a millones de empleados que –a diferencia de lo que ocurrió en la Primera Revolución Industrial, cuando las máquinas sustituyeron la fuerza física de los humanos– serán reemplazados en sus capacidades cognitivas por los algoritmos (Harari considera que en Estados Unidos se perderán el 47% de los empleos en los próximos años). En fin, la lista de Harari es muy extensa y podría cambiar las tendencias del consumo y, en general, las prácticas de los seres humanos: se podrá disponer de pulseras para medir el ritmo cardíaco o la calidad y duración del coito; de pañales inteligentes para prevenir enfermedades; de robots, como el Profesor Einstein, para ayudar a hacer las tareas a las niñas y los niños, descargando de dicha labor a sus progenitores; de ratones con chips instalados en el cerebro para que, teledirigidos, ayuden a encontrar sobrevivientes en los terremotos; etc.
Con independencia de las críticas que pueda suscitar su punto de vista 11, que en países como el nuestro es bastante discutible, Harari ha sido un autor de relevancia en la última década. Sus reflexiones nos son de utilidad en este momento, no solo por la polémica que pueden generar sino por centrarse en la temática de la actual publicación.
Sigamos, como se había anunciado, con unos breves comentarios del libro de Oppenheimer. El autor es un conocido periodista que se dedicó a viajar a centros de investigación de tecnología y a entrevistar personas relevantes en el emprendimiento de la 4RI, durante más de cinco años. Su libro ofrece una amena exposición de la información recogida, con el propósito de mostrar la forma en que irán desapareciendo los empleos actuales y surgiendo otros nuevos para los cuales aún no estamos preparados, como lo evidencia el caso de los dos ingenieros japoneses que idearon “un robot llamado Michihito Matsuda, que presentaron como candidato para la alcaldía de Tama, una localidad de Tokio, prometiendo en su campaña que ‘la inteligencia artificial cambiará la ciudad de Tama’” (p. 35), propuesta con la cual obtuvieron 4.000 votos.
Indica el autor que está en máximo riesgo todo trabajo que se relacione con almacenamiento y procesamiento de información, o que concierna a oficinistas, áreas de ventas y servicios, labores mecánicas, etc., en lo cual, si bien sin mencionarlo de esta manera, coincide con la apreciación de Harari en el sentido de que habrá un notorio incremento de la “clase inútil y superflua”.
Su recuento de las profesiones o empleos que alimentarán esta nueva clase es impactante y se refiere prácticamente a todas ellas, como recuerdo de forma desordenada e incompleta: en hotelería y en turismo se acabarán la gran mayoría de empleos, desde recepcionistas, meseros y meseras hasta chefs, que ya son robots en muchos restaurantes; en el sector financiero se anota que el ex CEO del conocido Banco Barclays anunció en el año 2015 que había iniciado el despido de 19.000 empleados para adaptarse mejor a la virtualidad que se apoderará cada vez más del sector; los vendedores de propiedades inmuebles ya no serán personas sino plataformas de inteligencia artificial, que tienen la ventaja de buscar más rápidamente compradores, mostrar en tres dimensiones las propiedades en venta y cobrar sobre la transacción el 2 % en lugar del 6%; la medicina general se podrá venir a menos con aplicaciones como Siri o Alexa, en lo relacionado con plataformas médicas, y las especialidades también, porque, por ejemplo y sin dejar de recordar los récords en diagnóstico de cáncer de Watson citados por Harari, en algunos países ya se está autorizando que robots hagan procedimientos médicos, como puede ser la no exenta de polémica sedación anestésica proporcionada por Sedasys de Johnson & Johnson, que abarata costos y genera eficiencia; la profesión de abogado no escapa a lo descrito, porque muchos de ellos que hacían labores contractuales rutinarias están siendo reemplazados; y los sustanciales cambios también se presentarán en la guerra y en la seguridad nacional, porque, según Oppenheimer –al referir la entrevista con Hugh Herr, director de laboratorio de biomecánica del Laboratorio de Medios de MIT–, las prótesis biónicas hacen que quienes las usan sean más veloces y fuertes que quienes no, y porque en adelante serán los robots soldados los combatientes.
Читать дальше