Luego me apunté para trabajar en empresas de turismo. Juan Pautasso, mi amigo de toda la vida, había hecho su viaje de egresados de la secundaria a Bariloche y su coordinador lo invitó a participar de las ventas de esta empresa con algún amigo. Cuando me dijo, no lo dudé.
Teníamos 17 años y el trabajo era prometedor. Si lográbamos que los estudiantes de colegios de 5.to año se embarcasen a Bariloche con ellos, se nos permitía hacer viajes como coordinadores. Estas fueron épocas gloriosas. Con Juan, rápidamente nos posicionamos como líderes de equipo. En ese momento las empresas que lideraban el mercado eran Rápido Argentino y Río de la Plata. Nosotros representábamos a Norosur, una empresa entrerriana, y teníamos muy poco presupuesto comparados con estos gigantes nacionales.
Mi carrera en turismo duró 2 años y fue vertiginosa. Disfrutaba tanto que pasaba todo el día en la oficina y en la calle convenciendo a los estudiantes de viajar con nosotros. Mi compromiso era tan grande que rápidamente me dieron la oportunidad de coordinar grupos de estudiantes. Comencé con los más chicos de 7.mo grado a Carlos Paz y luego 5.to año a Bariloche. Mi conducta, dedicación y responsabilidad me llevaron a que, en menos de un año, me ascendieran a coordinador general, así que tuve la oportunidad de vivir en Bariloche, reorganizando la labor de otros coordinadores. Tenía 19 años, 2 años en el rubro y ya había ascendido a uno de los mayores puestos que el turismo estudiantil podía brindar. Vivía en una ciudad paradisíaca, aprendía, ganaba dinero, tenía acceso a excursiones y discotecas todos los días de la semana, la verdad es que era un presente utópico para mis 19 años.
Logré grandes amistades gracias al turismo y pude viajar trabajando. Además, me forzó a liderar grupos a muy corta edad.
Mi madre no estaba muy contenta de que hubiese dejado mis estudios, así que decidí darle el gusto, renuncié y me dispuse a iniciar mis estudios universitarios. De regreso en mi ciudad, me inscribí en la Universidad Católica de Santa Fe, en la carrera de Ciencias de la Comunicación.
Sin trabajar, no disponía de dinero para vivir una vida universitaria decente, así que conseguí un puesto en la cervecería Quilmes. Estuve unos 18 meses allí, hasta que Gustavo Ingaramo me invitó a trabajar en el Frigorífico Recreo, donde estuve siete años como gerente de Marketing. En ese período pude terminar mis estudios universitarios.
Toda una vida trabajando ¿Para qué? Para sentirme útil, para aprender, para incorporar habilidades, para establecer relaciones y también para generar ingresos.
Ahora, una vez que se asciende en la estructura organizacional, ¿qué sigue?
Esa era la pregunta que me hacía cada vez que alcanzaba las máximas posiciones laborales. ¿Qué sigue? ¿Cómo sigo aumentando mis ingresos? No había respuesta y esto me aburría, me sentía vacío luego de un tiempo en cada lugar de trabajo. A pesar de esto, la posibilidad de abrir una empresa o emprender no estaba entre las respuestas de ese momento.
En esa búsqueda de respuestas viajé a Europa y no tuve inconvenientes de volver a empezar. Glass collector en Inglaterra (juntador de vasos) y servidor de té en Escocia fueron mis primeros empleos.
En Australia pude llegar a ser General Manager de un hotel, gracias a mi buen desempeño en Inglaterra, pero esa historia corresponde a otro libro1. Volví a la Argentina y a empezar de nuevo SIEMPRE trabajando.
En Rafaela, mi ciudad natal, me metí en el rubro inmobiliario y fue el puntapié que me condujo al camino empresarial.
Hoy soy socio de las oficinas RE/MAX Futuro y Rumbo, en Santa Fe y socio de Futuro II en Santo Tomé. Liderando un equipo de 80 agentes inmobiliarios, a la par de un equipo de staff de 15 personas, junto a mis tres socios, Naty López, Diego Scolari y Diego Bailardo. He construido 15 edificios y el equipo ha comercializado más de 5000 transacciones inmobiliarias. También soy inversor y desarrollador de varios proyectos inmobiliarios en puerta.
Para 2025 con el Team Futuro tenemos proyectado ser 150 integrantes y alcanzar las 10.000 transacciones.
Soy padre de Paz, y estoy casado con Gisela Pitura, con quien también tenemos varios emprendimientos. Ella es nutricionista, influencer y ha montado 2 centros de salud llamados Panchakarma y un próspero negocio en internet, todo orientado a la incorporación de hábitos saludables y terapias holísticas.
Veinticinco años de oportunidades, de trabajar para poder salir el fin de semana, viajar, comprar un lote, un auto, hacer un regalo o una casa para la familia.
Jamás se me ocurrió pedirle a un intendente, a un diputado, o a mis superiores que se hagan cargo de mi bienestar. Si no me gustaba, negociaba con mis jefes mejores condiciones o más dinero, si no acordaba, buscaba otra cosa o me la bancaba.
Jamás sentí que quienes me daban trabajo eran los responsables de mi malestar o bienestar. Ellos me estaban dando una oportunidad y siempre estuve agradecido y lo sigo estando. Ayer exjefes, hoy todos amigos.
Uno de los puntos clave en mi evolución fue la ausencia de quejas, nunca esperé que todo fuese fácil. Acomodar ropa, juntar vasos o liderar equipos de venta, yo quería hacer de cada espacio un entorno mejor, dar lo mejor, ser el mejor en lo que hacía. Aprender a relacionarme, ser empático, ver valor en cada labor en la que participaba y así, las oportunidades comenzaron a fluir.
Ahora, aquellos que se quejan, que esperan que las cosas lluevan, que descansan de más, que creen que para crecer hay que sacarle al otro, tumbar a sus compañeros o hundir al que está arriba en la cadena de jerarquía, no están haciendo un mundo mejor.
¡HAY TRABAJO! En Latinoamérica está todo por hacerse y, en la Argentina, la mayoría de los servicios son pésimos. Hay grandes oportunidades, ¿las ves?
Desde que tengo uso de razón hay trabajo para las personas positivas, para las personas entusiastas, para las personas que buscan soluciones, para los innovadores, para la buena gente y para quienes aprenden el hábito de mirar el vaso lleno. El mundo cambia y si aprendemos a adaptarnos desbordan las oportunidades.
¿Qué te llevarás luego de leer este libro?
En la Argentina nunca me han faltado ocasiones de trabajo. Menem, De la Rúa, los Kirchner, Macri, Alberto Fernández, no importa quién ha estado al mando del país, el trabajo nunca me faltó porque di mi 100%. Incluso la pandemia mundial de coronavirus, lejos de hundirme, sacó mi mejor versión como líder y como emprendedor creativo. Con este libro deseo contagiar un poco de esta mirada positiva y realista de las oportunidades que la vida nos da, y cómo verlas.
Dado mi ambiente familiar y el entorno con el que me relacionaba, no veía otra realidad que no fuera la de trabajar para alguien y vivir de un sueldo a fin de mes, al final, pude armar varias empresas, un equipo íntegro y productivo, expandirme y poner mi potencial al servicio de otros. Diez años después de iniciar, alcancé la libertad financiera y, con mi obsesión cumplida, nacen nuevas motivaciones. Entre ellas la de poder inspirar a que la mayor cantidad de personas tome el camino emprendedor como modo de vida.
Quiero que este libro sea posibilidad, entusiasmo, motivación. Que quienes lo lean puedan llevarse conceptos productivos y herramientas de aplicación instantáneas para adquirir hábitos emprendedores que permitan ver la cantidad de vasos llenos que tenemos en la vida.
Les voy a contar las buenas y las no tan buenas decisiones y experiencias que fueron pasando en el camino, no solo mías, sino de todo un equipo de emprendedores.
Estoy seguro de que podrás ver cuestiones blandas y duras de liderazgo, ya sea para aplicar a la formación de un equipo, en conversaciones con clientes o para contigo mismo.
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