Oración: Clamemos por los pastores. Ellos lo necesitan. Cubrámoslos con nuestras plegarias y también con nuestra misericordia. Y mucho más cuando el éxito ministerial llega a sus vidas.
¿sabía esto de la oración?
Mateo 7:7: “ Llamad y yo abriré…”
La oración es mucho más que pedir cosas. En nosotros, los creyentes, está muy arraigada la idea de la oración como una larga lista del supermercado y un Dios generoso complaciendo nuestras peticiones.
Cuando le pedimos algo, Él, en su enorme misericordia, nos responde. Pero qué triste es creer que la oración, ese gran misterio instituido por el Señor, es sólo eso.
Reducir la oración a pedir y recibir es minimizarla. Es rebajarla a una muy baja expresión. No está mal pedir; lo malo es pensar que ahí se acaba todo.
Yo aprendí, en un tiempo difícil, que la esencia misma de la oración es que durante los momentos que pasamos a solas con Él, nos transforma. Él nos habla, nos llena, nos limpia, nos indica que cosas dejar, que cosas seguir, nos consuela, nos bendice y… nos llena de gozo.
Si uno va respondiendo al Señor en la dirección que nos va marcando en esos encuentros, sucede lo que me pasa por estos días: Aunque las pruebas aún no han pasado del todo, nunca sentí tanto gozo y tanta paz. Y he recuperado algo que se pierde con la religión: La expectativa, esto es, la esperanza de saber que Dios hará cosas muy grandes, la ansiedad de saber cómo será el nuevo capítulo que nuestro buen Dios ha planeado para nuestra vida.
Oración: Gracias Dios, por darme el privilegio de compartir éste tan especial tiempo contigo. Quiero decirte que me hace muy feliz el tiempo que pasas conmigo.
Cuando él permite las pruebas es por algo
Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”
Me tocaron vivir situaciones muy difíciles. Algunas muy dolorosas. Otras muy demoledoras desde el punto de vista económico. Por momentos me sentía en el ojo de la tormenta clamando como David en el Salmos 54: “Oh Dios, sálvame por tu nombre, y con tu poder defiéndeme”.
Pruebas y más pruebas. Algunas por traiciones de gente de la cual jamás hubiese esperado eso. Otras, por mi propia negligencia. Pero el dolor invadió mi vida.
Esa situación, -no dudaba en ningún momento-, estaba permitida por el Señor para mi bien.
Desde que me convertí he tenido claro que cuando nos pasan cosas dolorosas no es porque Dios se distrajo, o porque Satanás le ganó una batalla sobre nuestra vida. “No se dormirá el que te guarda” nos recuerda la Palabra.
Cuando Él permite una prueba es por algo. Dios quiere enseñarnos alguna lección profunda o alertarnos de un peligro o librarnos de situaciones peores. Eso es el señorío de Cristo: todas las cosas se le sujetan, todo está bajo su control y no hay un solo pajarillo que caiga a tierra si no es por su voluntad. Que es siempre buena y perfecta.
Oración: Gracias Dios, porque puedo contar con tu dulce cuidado, aún en las situaciones más difíciles, y aún lo negativo sólo cumple con la función de moldearme.
La búsqueda de la integridad
1 Tesalonicenses 4:1: “Ahora, hermanos, les rogamos esto en el nombre del Señor Jesús: qué sigan ustedes progresando cada día más en la manera de comportarse que aprendieron de nosotros” (Versión Dios habla hoy)
Le invito a que usted comience a vivir una vida limpia hoy mismo. “A vivir en cristiano las 24 horas del día”, como dice el Pastor Juan José Churruarín. Deje de lado el “doble lenguaje”, uno para los creyentes y otro para los no cristianos. Termine con la “doble personalidad”: una para la iglesia y otra para la casa o el trabajo. En una palabra: corte definitivamente con la doble moral. Póngale fin a todo aquello que usted sabe, no le agrada a Dios.
Pero ¿En qué consiste la búsqueda de la honestidad? ¿Es suficiente con proponernos ser íntegros? ¿Se logrará leyendo la Biblia? ¿Se conseguirá no faltando a las reuniones? ¿Será suficiente con respetar una larga lista de cosas que “no se pueden hacer”?
La santidad, de acuerdo a lo que dice la Biblia, consiste en pensar cómo piensa Dios y desear lo que Él desea. Cuando Cristo vino al mundo dijo: “He aquí vengo, oh Padre, para hacer tu voluntad”.
Ese principio debe regir nuestros pensamientos, nuestros hechos y nuestro carácter: buscar permanentemente hacer la voluntad de Dios. ¿Y dónde está explicada la voluntad de Dios? En su Palabra, en la Biblia.
¿Qué haría el Señor en esta situación? ¿Cómo respondería Él? ¿Participaría Jesús en este negocio? Son preguntas que deben estar de continuo en nuestra boca buscando tener enfocado nuestro accionar siempre en sus cosas.
Oración: Perdóname, Señor, por ser negligente al procurar agradarte. Me propongo firmemente, en esta hora, comenzar a conducirme de una forma que honre tu santidad.
¿Ser íntegros en un 95 por ciento?
Salmos 1:1-4: “El íntegro prosperará en todo lo que haga. El que anda en trampas no dormirá tranquilo” (NVI)
Hay gente que cree que la vida espiritual es para vivirla dentro de la iglesia. Que afuera del templo es para disfrutar una vida más relajada, más suelta, más libre. Pero no es así.
La vida de un cristiano se debe vivir igual los 365 días del año y las 24 horas de cada día. Es que la vida no tiene una línea en el medio que separa lo espiritual de lo mundano. No es que orar es algo espiritual y jugar al fútbol es mundano. O que leer la Biblia es espiritual y mirar vidrieras de un comercio es mundano. La Palabra nos recuerda que “todo lo que hagan, háganlo como para el Señor”. (Colosenses 3:23). Reparemos que allí dice “todo”.
El compromiso cristiano debe funcionar siempre en nosotros: en la iglesia y en nuestra casa; en el día y en la noche; con gente alrededor y en soledad; mientras hablamos o mientras pensamos; con nuestra esposa o con una desconocida; en un funeral o en una fiesta.
Ser íntegros funciona cuando somos “siempre” íntegros, no en la mayoría de las cosas y en algunas no. No sirve ser un 95 por ciento íntegros.
Oración: Padre, perdona todos los pecados que aún sigo cometiendo. Deseo vivir conforme a lo que me enseñas en tu Palabra. Mi corazón quiere vivir en santidad. Ayúdame .
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