Proverbios 4: 2:“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”
Tenemos más que una vida, tenemos una vida exterior y una interior. Tenemos una vida pública y una privada. Tenemos una vida que todos ven y una secreta que solamente Dios conoce realmente.
Es importante captar esto: Si nos miramos al espejo hay más de lo que vemos. Hay más de lo que nos devuelve el espejo. Podemos ver a alguien y pensar una cosa y puede que haya algo totalmente diferente sucediendo dentro de esa persona. Y es vital que entendamos que Dios está más interesado en el hombre interior que en el exterior. Jesús tuvo una verdadera batalla con los fariseos. Es porque eran hipócritas. Eran pretenciosos. Eran falsos. Aparentaban una cosa pero había otra cosa sucediendo dentro de ellos. Por eso la Biblia trata de que captemos este mensaje: Que debemos ser muy cuidadosos con lo que sucede dentro de nosotros.
Muchas veces estamos más preocupados con lo que nos pasa en la vida exterior. Nos inquieta saber qué pasa a nuestro alrededor. Cómo nos ven nuestros vecinos. Qué imagen damos ante nuestros compañeros de trabajo. En definitiva, cómo nos ve la gente.
Hay personas que quizás toman cinco minutos por día para prepararse espiritualmente. Pero pasan una hora y media maquillándose la cara o arreglándose el cabello. Es un error que debemos corregir esto de dedicar más tiempo a lo de afuera que a lo de adentro. Recuerde: lo de afuera tiene que ver con la reputación de la gente, lo de adentro con la reputación que tenemos ante Dios. ¿A cuál le dará mayor importancia?
Oración: Padre, gracias por recordarnos que para ti cuenta mucho más la vida interior. Perdónanos por olvidarlo muchas veces. Que podamos colocar el foco en cuidar el corazón, en alimentar el espíritu, en renovar nuestra mente, en fortalecer los frutos del espíritu.
No clavar tan hondo
las estacas
Éxodo 33: 10: Cuando el pueblo veía la nube parada junto a la entrada de la tienda, todos se ponían de pie y luego se postraban cada uno ante su carpa. (Versión Biblia en el lenguaje actual)
Uno de los peligros de la vida cristiana es encontrar finalmente un lugar que nos guste y asentarnos allí en vez de peregrinar en busca de la voluntad de Dios.
Con Hilda tenemos un mentor al cual Dios le ha dado una estrategia bíblica realmente efectiva para las iglesias. Las que la han aplicado han recogido mucho fruto en términos de multiplicación y dirección. Sin embargo he visto que muchas congregaciones la rechazan. ¿Por qué? Esos rechazos tienen una sola explicación: esa visión saca a las personas de su sitial de comodidad, exige movimiento y riesgo pero da a cambio frescura de espíritu, renovación, y crecimiento. Pero es a veces tan dura la estructura eclesiástica tradicional que se ve impedida de apreciar los beneficios. El hombre trae en sus genes la tendencia de construir nidos y pareciera que cuando encuentra un lugar donde cavar los cimientos y levantar su techo, se da por realizado y expresa en su interior: “De aquí nadie me mueve”. Dios, en cambio, nos invita a no clavar tan profundas las estacas de nuestra carpa, a no hacer cimientos, a no levantar paredes de ladrillo para que si la voluntad de Dios indica movernos, podamos hacerlo con facilidad y no perder un solo minuto fuera de ella.
Oración: Padre celestial gracias por esa expectación que has colocado en nuestro corazón que nos mantiene inquietos buscando siempre estar en el centro de tu voluntad. No queremos estar en ningún otro lugar. Declaramos a la comodidad como un pecado y renunciamos a ella.
Servir a dios no excluye
las dificultades
Romanos 8: 37:“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”
Hay una idea equivocada y es creer que cuando emprendemos una tarea para Dios, Él se encarga de retirar todos los obstáculos. Nada más alejado de la verdad. Si esto fuera así, Pablo en su gran viaje misionero a Roma tendría que haber sido guardado y protegido del poder de las tempestades y del enemigo. Pero, al contrario, le tocó soportar una larga y dura lucha de persecución por los judíos, lo azotaron terribles tempestades, se encontró con serpientes venenosas, y debió luchar contra los poderes del infierno. ¡Salvó su vida a duras penas! Llegó casi muerto a Malta, flotando sobre un trozo del barco naufragado, escapando apenas a un fin seguro. Se salvó por intervención de Dios.
Es interesantísimo el relato detallado de los sufrimientos de un hombre dedicado a proclamar el Evangelio, e ilustra muy bien esto que estamos diciendo. Lo que expresa Pablo cuando recibió al Señor Jesucristo como la vida de su cuerpo, es que inmediatamente le sobrevino un terrible conflicto. “En verdad –dice Pablo- un conflicto que nunca terminó”.
Habla de una presión persistente, de un dolor constante, de una especie de sensación de derrota, pero de los cuales siempre salió victorioso, por medio del poder de Jesucristo.
Oración: Dios mío, dame la fuerza necesaria para afrontar cada desafío, hazme valiente y fuerte ante las dificultades, sabiendo que cada una de ellas cumple un propósito santo.
Lucas 9:23 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”
Siempre hubo entre nosotros grandes franjas de cristianos que gustan de practicar un evangelio “azucarado”. Un evangelio que toma de la Biblia todo lo fácil, todo lo que se regala, todo lo que se ofrece, y desecha las obligaciones, los renunciamientos, las postergaciones del yo y todo aquello que debemos dar antes para acceder, después, a las bendiciones del cielo.
Se ha infiltrado en nuestras filas un “evangelio de liquidación”. “Venga y lleve”. “Aproveche ahora. Sólo hace falta creer y ya está. No le pedimos nada más”. Las radios están infectadas de programas conducidos por hombres más buenos que Dios. Ellos regalan sin ser dueños de la mercadería: “Dios te salva, te sana, te liberta, te acompaña, te consuela, te prospera, te bendice, te da, te da, te da,…” Pero ¿Y ese Dios no pide nada? ¡Ese no es el Dios de la Biblia! El Dios que yo conozco es el que dice también: “Vende todo y sígueme”: “Toma tu cruz y sígueme”. “El que pierde su vida la ganará”. El quiere motivarnos a ser maduros y santos. Y ese evangelio abaratado apunta a todo lo contrario, a que no nos condenemos por nada, ni siquiera por estar “coqueteando” con el pecado. A que vivamos como anémicos espirituales. Como miopes que sólo alcanzan a ver una parte de la realidad del Evangelio.
Oración: Líbrame Dios de buscar mi conveniencia en el camino del servicio. Quiero, más bien, hacer tu voluntad aunque ello me demande sacrificio.
El pastor no es un superhombre
1 Corintios 10:12: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”
El líder sufre, como cualquiera, las tentaciones de un mundo que, en su vidriera, expone todas las posibilidades de pecar.
Cuando estas tentaciones se combinan con un mundo interior desordenado y una mala alimentación espiritual, la mezcla es fatal. Y no son pocos los que caen seducidos por este jarabe del infierno.
Ya Jesús advertía a sus discípulos cercanos que se cuidaran de sí mismos diciéndoles “El espíritu, a la verdad, está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Y el Apóstol Pablo también le recomendó lo mismo a su discípulo Timoteo aconsejándole que huyera de las pasiones juveniles. (1 Timoteo 4:16). Por eso cabe comparar a un pastor con un atleta. Y no se concibe a un atleta sin un buen régimen de comida y sin entrenamiento. Tampoco se concibe a un pastor sin una buena alimentación espiritual y sin una constante capacitación. El régimen y el entrenamiento preparan al atleta para el “evento”. Y en la función de un pastor, evento es cuando predica o cuando enseña. Evento es cuando está en la calle. Evento es cuando se encierra en su cuarto. Evento es cuando aconseja. Cuando está con su esposa. Evento es en el anonimato. O bajo las luces potentes. Evento es “siempre”.
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