Este es el contexto histórico ambivalente y contradictorio del origen de muchas organizaciones e instituciones de la Iglesia Católica en la primera mitad del siglo pasado de las que se esperaba la conformación de grupos de intelectuales católicos. Andrea Botto 4escribe sobre el punto que en ese tiempo se crearon, por ejemplo, las Semanas Sociales (encuentros de intelectuales católicos, empresarios y obreros), los Círculos de Estudio, donde se trataba de darle una sólida formación a una «élite dirigente». En ese tiempo se funda también la ANEC (Asociación Nacional de Estudiantes Católicos) –pensada explícitamente como antagonista de la FECh (Federación de Estudiantes de Chile)– y la Acción Católica 5. En 1943 se fundó la JOC (Juventud Obrera Católica) con el apoyo del cardenal José María Caro. En la Universidad Católica de Santiago se agregaron seis nuevas Facultades entre 1920 y 1953 (Arquitectura, Economía, Filosofía, Pedagogía, Medicina, Ingeniería y Teología) y cuatro escuelas (Servicio Social, Enfermería, Ciencias Biológicas y Artes Plásticas), además del Club Deportivo y el Hospital.
Totalmente al revés de como se podía pensar, el mantenimiento del poder de la Iglesia (como aparato espiritual clerical y jerárquico) y la guarda de las relaciones sociales (en particular el vínculo con el Partido Conservador) debía llevar a que por primera vez el catolicismo (parte del clero y los laicos) se ocupara seriamente de las situaciones sociales del país. Es verdad que ello concordaba de alguna manera con la doctrina social católica sobre una cierta nivelación social. Algunas de las consecuencias de este proceso fueron totalmente opuestas a los intereses del mantenimiento del poder y de la vuelta al catolicismo tradicional 6. Uno de los iniciadores de la Semanas Sociales fue, por ejemplo, el jesuita Fernando Vives Solar, que influyó entre otros en Alberto Hurtado y Manuel Larraín, uno de los obispos más avanzados del Vaticano II y primer firmante del así llamado «Pacto de las Catacumbas». Entre los discípulos de Vives Solar estaba también Clotario Blest, fundador en 1953 de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores de Chile) y en 1965 del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). El sacerdote obrero y miembro del MIR Rafael Maroto perteneció también a esta generación: nació en 1913. De la misma generación era también el cardenal Fresno, quien suspendió del ejercicio del sacerdocio a Maroto en 1984, su antiguo colega seminarista.
En estos ejemplos se ve claro que a comienzos del siglo pasado una sucesión de hechos llevó a que se desarrollaran –como por una astucia de la historia– diferentes corrientes de un catolicismo que influyeron sucesivamente en que se dividiera el Partido Conservador, se fundara la Falange y luego el Partido Demócrata Cristiano y este se volviera a dividir en la coyuntura política de la Unidad Popular. Como lo escribe el teólogo de la liberación Alberto Moreira, una parte del catolicismo se politizó en la medida en que la realidad social penetró intelectualmente hasta llegar a criticar a la jerarquía católica y al cristianismo social. Lo mismo sucedió en otros países latinoamericanos como Brasil 7y fue una de las condiciones previas del comienzo de la teología de la liberación y, en Chile, de la formación de los CPS, como se lo puede comprobar en muchas de las biografías de sus miembros. Ya desde los años 1950 y más aún en los 60 se va desarrollando una corriente de izquierda en el cristianismo, contraria a la restauración conservadora de la Iglesia, que cuestiona el papel central que ha jugado hasta ahora la Iglesia como parte de la élite dominante en los países latinoamericanos profundamente marcados ideológicamente por el catolicismo.
1.2. Democracia Cristiana y situación económica de Chile
El comienzo del siglo XX marca un cambio en la sociedad conservadora y clasista, oligarca y postcolonial que había sido Chile, y que va llegando a ser entonces una sociedad burguesa de clases. Aunque la producción de bienes de consumo (textiles y calzado) había crecido y el trabajo industrial había aumentado hasta representar el 70% de la fuerza de trabajo, este cambio no había favorecido a la gran masa de la población, sino sólo a una minoría. Este crecimiento –aunque desigual– se debía a que sobre todo desde la presidencia de Pedro Aguirre Cerda y la fundación de la Corporación de Fomento de la Producción en 1939 el Estado había procurado la industrialización del país mejorando la infraestructura energética y secundando la industrialización para suplir la producción de mercaderías que, debido al estallido de la 2 aGuerra Mundial, no podían importarse. Más adelante, en 1962 el Presidente Jorge Alessandri había dado los primeros tímidos pasos hacia una reforma agraria, pero la avanzada real en este dominio se produjo recién en 1967 cuando el Presidente Frei Montalva dictó la nueva ley de reforma agraria 8, cuya necesidad económica se imponía no sólo en términos de equidad y justicia social, sino de ampliación del mercado de los productos sustitutivos de importación procedentes ahora de la industria nacional. El cobre, la mayor riqueza en recursos que tenía Chile, estaba completamente en manos de empresarios norteamericanos estadounidenses. Durante el gobierno de Frei Montalva, en 1969, Chile se hizo con el 51% de la principal minera norteamericana. Fue el llamado proceso de «chilenización» del cobre, que habría de culminar –precariamente– con su «nacionalización» en tiempo de Allende. Influido por el cristianismo social, el Partido Demócrata Cristiano promovió además el proceso de maduración política, mediante la fundación de Juntas de Vecinos, el apoyo a la sindicalización campesina y a otras instituciones sociales. En lo demográfico, la ciudad de Santiago se había duplicado en veinte años (1940-1960), creciendo de casi un millón a dos millones de habitantes. El film «Ya no basta con rezar» ofrece un cuadro impresionante de la pobreza y de las relaciones de poder del tiempo inmediatamente anterior al triunfo electoral de la Unidad Popular con las que estaban confrontados las y los cristianos influidos por el cristianismo social 9. Pero al mismo tiempo ha de tomarse en cuenta que la política demócrata cristiana debía ofrecer naturalmente una cierta satisfacción al descontento social en aumento por las relaciones capitalistas vigentes. Pues la Democracia Cristiana enfrentaba también en Chile a fuerzas políticas cada vez más numerosas que, en consonancia con los movimientos revolucionarios mundiales, como el de Cuba, favorecían vías políticas que iban más allá del capitalismo, aun cuando las ideas y estrategias políticas de tales vías divergían mucho entre sí. Además de los partidos tradicionales de izquierda, como el socialista, el comunista y el MIR fundado en 1965, había corrientes que originariamente se habían inspirado en el cristianismo social de la Democracia Cristiana: el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), fundado en 1969, y la IC (Izquierda Cristiana), de 1971. Es posible que algunos discrepen aquí, –y con razón, como mejores expertos en historia de Chile– por el exceso de importancia que parecemos atribuirle al papel del desarrollo del sector cristiano para la formación de la UP (Unidad Popular). De acuerdo, diría yo, pero seguiría insistiendo en que los cambios que se produjeron en la Iglesia Católica desde la separación de Iglesia y Estado en 1925 jugaron un papel no menor. En todo caso fueron ellos, con el nacimiento del cristianismo social y las evoluciones de la Iglesia a nivel mundial, que también deben mencionarse, los que por último constituyeron el tercer factor que dio origen a los Cristianos por el Socialismo.
1.3. El II Concilio Vaticano y el Pacto de las Catacumbas
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