Cuenta Jauretche, por esto de la colonización pedagógica, en una suerte de memorias, aunque él no quería que se las llame así, porque memorias las escriben los hombres importantes, también diferenciándose de Victoria Ocampo que, por esos años, estamos hablando ya de la década de 1970, había escrito unas memorias… Bueno, Jauretche llama a estos escritos De memoria, pantalones cortos; es el primer tomo de una obra que quedaría inconclusa por su fallecimiento. En ese texto, Jauretche cuenta que en la escuela sabían más de un río de Asia o del Danubio, que del Salado, que nacía ahí cerca.
Dice también que en el pueblo, que como dijimos se llamaba Lincoln, sabían que era un prócer, pero nada sabían de los gauchos que habitaron la zona, o bien de los ranqueles que también habían estado allí. Lincoln es territorio ranquelino; reflexiona además que:
La escuela no continuaba la vida sino que abría en ella un paréntesis diario. La empiria del niño, su conocimiento vital recogido en el hogar y en su entorno, todo eso era aporte despreciable. La escuela daba la imagen de lo científico; todo lo empírico no lo era y no podía ser aceptado por ella, aprender no era conocer más y mejor, sino seleccionar conocimientos, distinguiendo entre los que pertenecían a la ‘cultura’ que ella suministraba, y los que venían de un mundo primario que quedaba más allá de la puerta. (Jauretche, 2002: 170)
La colonización pedagógica nos presenta una educación que desprecia el sentido común, intenta obstaculizarlo, pero claro, no hay que perder de vista que ellos proponen una educación desvinculada del mundo real y en ese contexto es lógico que se tenga al sentido común como el peor de los sentidos. Jauretche, en cambio, proclama que el sentido común es el buen sentido y todos lo tenemos pero hay que buscarlo por debajo de la formación cultural a la que nos tienen acostumbrados desde pequeños. Es la búsqueda de lo original, de una “virginidad” en el pensamiento. Es desembarazarse de las enseñanzas del aparato cultural oficial. Descolonizarnos pedagógicamente.
Dicha intelligentzia identificó los valores universales con cultura despreciando toda otra cultura. De ese modo, identificó cultura con civilización, por lo cual se buscó un pensamiento extraviado, no propio, enajenado, que apuntaba a crear Europa en América. No se trató de enriquecer nuestra cultura con otra sino de suplantarla, eliminar una e imponer otra. Pero lo fructífero, creador, en realidad, es asimilar a la cultura nacional los valores universales, y no introducirlos como absolutos, ya que pertenecen a otros tiempos y a otras realidades. Jauretche pone de relevancia la actitud que dicha intelligentzia tiene respecto del hombre: “Considera al hombre una entelequia, una abstracción y no un hombre de carne y hueso que está a nuestro lado (…) sustituyen a ese hombre concreto por una idea: la humanidad, y para ella son sus amores y sus devociones”. (Jauretche, 2004: 79-80)
En esta colonización pedagógica que venimos comentando, adquieren suma importancia las zonceras con la que trabaja don Arturo Jauretche, y nos hace un llamado a liberarnos de ellas. Estas consisten en “principios introducidos en nuestra formación intelectual (y en dosis para adultos) con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la aplicación del buen sentido”. (Jauretche, 2004 [b]: 12) Las hay políticas, culturales, económicas, etcétera. Descubrir las zonceras aparece como un acto de liberación.
La madre de todas las zonceras, la que las parió a todas las demás, es la que esboza Sarmiento en el Facundo, es la civilización y barbarie… Ahora bien, al respecto de esta zoncera y el desarrollo de nuestro país, Jauretche plantea algo bien interesante:
Se confundió civilización con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instrucción con educación. La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América, trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser un obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa, y no según América. (Jauretche, 2004: 101)
En este sentido argumenta que:
La instrumentación cultural se encarga de que el país se venga zonzo (…) de aquí que suele suceder que los que andan con libros no entiendan los intereses del país y sólo los entiendan los que leen alpargatas en lugar de libros. Éstos saben poco pero llevan la ventaja de no saber lo que enseñan los colonizadores. Y no saber, cuando saber es tontería, es sabiduría. (Cit. en Galasso, 2005: 407)
Hay que quitarse el “entripado”, descubrir nuestras zonceras para ser un poco “menos zonzos” y sobre todo pensar desde nuestras tierras, desde América Latina, desde la Patria Grande. Las zonceras no se acaban, se multiplican y varían a lo largo del tiempo. Así que hay que estar atentos, porque siempre uno puede caer en estas. Jauretche mismo dice que él no es un vivo, sino apenas un gil avivado.
Pensar en nacional, la posición nacional y su crítica a la izquierda abstracta
Don Arturo entonces nos hace un llamado a pensar en nacional. ¿Qué entiende nuestro autor por pensar en nacional?, pensar desde nuestra propia realidad, desde nuestras categorías, quitándonos las zonceras adquiridas por la colonización pedagógica, pensar desde nuestras problemáticas, desde el centro del planisferio, no como estamos acostumbrados, de abajo y desde un rincón. (Jauretche, 2008)
No se trata, desde ya, de negar aportes que puedan surgir en otras latitudes, pero no incorporarlos acríticamente, sino más bien en relación con nuestras necesidades, pues como afirma John William Cooke, se trata de una construcción propia, de no trasladar mecánicamente ideas que fueron o son válidas en otro tiempo o lugar, no hacer una importación acrítica, sino incorporar esas ideas en tanto tengan correspondencia con las necesidades nacionales (Cooke, 2009), que no son otras que las necesidades populares. En una línea similar, Juan Perón años más tarde sostiene que “los argentinos tenemos una larga experiencia en esto de importar ideologías, ya sea en forma total o parcial. Es contra esta actitud que ha debido enfrentarse permanentemente nuestra conciencia”. (Perón, 2012: 12)
El pensar en clave nacional aparece como fundamental en los países como la Argentina, bajo una dominación semicolonial, donde existe una cuestión nacional por resolver, e implica pensar revolucionariamente, romper con el esquema dependiente del imperialismo, y al mismo tiempo, el pensar la cuestión nacional y la cuestión social juntas. Los problemas argentinos deben ser enfrentados con criterio argentino, generar categorías nacionales; así, afirma que hay que procurar:
Dirigir el pensamiento nacional hacia los hechos concretos y sus implicancias económicas sociales y culturales propias, para tratar de contribuir a la elaboración de un pensamiento propio (pues) comprende oportunamente que su tarea fundamental es aportar al pensamiento argentino el método y los modos de conocer nuestra realidad y señalar los rumbos necesarios de una política nacional. (Jauretche, 1976: 68-29)
Este pensar en nacional lleva a la construcción de una herramienta de análisis y acción política que es fundamental en su pensamiento, la noción de posición nacional. Desde FORJA, la define en tanto la necesidad de crear una respuesta propia a nuestra condición semicolonial. Se trata de no oponer una respuesta colonial a nuestra situación dependiente. Jauretche piensa la necesidad de estudiar nuestros propios problemas, y fundamentalmente la cuestión nacional. Por ello, apunta a orientar esa respuesta propia y enmarcarla en la larga tradición de lucha de nuestro pueblo. Y es justamente ese pueblo el que encontrará su salvación.
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