Siguiendo con nuestro país, nuestra historia es similar a la del resto de la Patria Grande. La Argentina en particular ha tenido, luego del fracaso del proyecto de construir una gran nación latinoamericana, una inserción al mundo en forma dependiente, abastecedora de los productos necesarios para el desarrollo de los países centrales, en nuestro caso, claramente, el de Gran Bretaña. De esta forma, nuestra estructura económica se orientó hacia las necesidades extranjeras. El país fue organizado a partir de criterios externos contrapuestos a las necesidades nacionales.
El imperialismo, a lo largo de los años, fue penetrándola, de modo de garantizar el saqueo de nuestra economía, al tiempo que impedir todo germen de desarrollo. Nuestra independencia política no logró ser acompañada por la económica, por lo tanto caímos en un régimen de dominación semicolonial. Nuestra independencia fue sólo de forma, pues en la realidad pasamos a depender de Gran Bretaña, que también desde 1833 logra ocupar (hasta hoy, salvo el interregno lamentablemente breve de 1982) una parte de nuestro territorio, como sabemos, nuestras Islas Malvinas. Este mecanismo de relojería funcionó en forma “aceitada” a lo largo de más de un siglo hasta la Revolución Nacional peronista, como indicamos anteriormente.
No obstante, esta Revolución Nacional queda trunca por el golpe de Estado fuertemente clasista y revanchista de 1955, que no logra destruir profundamente —a pesar de intentarlo con todos los métodos posibles, prohibiciones, decretos, persecuciones, encarcelamientos, fusilamientos, etc.— el movimiento nacional peronista, que vuelve al poder tras 18 años. No obstante, a partir de la última dictadura militar que aplica el terrorismo de Estado más cruento para implantar, finalmente en los años 90, un plan económico de miseria planificada, que apunta a “atrasar” el reloj de la historia y construir una Argentina preperonista. Es el proyecto de “la fusiladora”, aunque profundizado, el que termina aplicándose en nuestro país con el realineamiento como semicolonia yanqui.
Pensamos aquí que si bien en los últimos años se avanzó en la redistribución de la riqueza, en la democratización del acceso a un conjunto de bienes y servicios, la recuperación de varias empresas y la ampliación de derechos, sin desdeñar y ponderar esos avances, destacamos que poco se avanzó sobre la estructura imperialista dependiente de nuestro país y, vale decir, poco avance también en la penetración cultural que se monta sobre esa estructura.
Consideramos entonces que para enfrentar la estructura oligárquico-imperialista que expolia a nuestro pueblo, es menester un volver a las fuentes, una vuelta a los clásicos y no tan clásicos del pensamiento nacional, al revisionismo histórico en clave popular, y a la reivindicación de los patriotas y crítica a los vendepatrias.
En los tiempos del bicentenario de nuestra emancipación local, parte de la lucha por la liberación y unificación de la gran nación latinoamericana, proyecto que se parte en veinte pedazos, es que planteamos esta vuelta a lo nacional. No pensamos que sea un planteo novedoso, varios lo han pensado y realizado a lo largo de todos estos años; nosotros venimos a hacer nuestro aporte en ese sentido y en esa línea. Discutir en estos doscientos años de nuestra independencia las problemáticas nodales aparece como una cuestión insoslayable.
En este sentido, tratamos en este trabajo varios temas centrales de nuestra patria. El pensamiento nacional discute la dependencia, y en esa disputa aparece la necesidad de revisar la historia en clave de los sectores populares, de modo de lograr reconstruir la conciencia nacional avasallada por las potencias imperiales. La oligarquía aliada al imperialismo procura que no se conforme un pensamiento nacional, al tiempo que construye un relato de nuestro pasado que pretende ser excluyente, y silenciar los hechos y personajes que han discutido la opresión oligárquico-imperialista. Así, nuestras clases dominantes pretenden que no tengamos una conciencia nacional ni una historia propia, como así tampoco luchadores nacionales.
Consideramos en este punto que esas tres cuestiones se revelan fundamentales para la lucha nacional. Es por eso que nuestro trabajo está dividido en cuatro partes que se relacionan entre sí. La primera parte aborda a algunos pensadores nacionales que definimos como “clásicos” del pensamiento nacional. Cabe la aclaración de que el término “clásicos” no implica que no hayan sido o sean silenciados; no obstante, son algunos de los puntales en los que se asienta el pensamiento nacional. Recorremos entonces a estos pensadores (entre otros, abordamos a Arturo Jauretche, Hernández Arregui, Scalabrini Ortiz, Manuel Ugarte, etc.) y sus principales categorías de análisis, de modo de analizar y traer al presente un conjunto de herramientas que nos sirven para pensar el pasado tanto como la actualidad. Es la construcción de un conjunto de categorías pensadas desde y para un país semicolonial como es la Argentina. La conformación de una epistemología propia.
En segundo lugar, hacemos un abordaje del revisionismo histórico en relación con la orientación de una política nacional. Al análisis de la necesidad de revisar nuestro pasado, para qué hacerlo, le sigue el repaso por las corrientes historiográficas, la relación entre la lectura histórica y la sustentación de un proyecto político. A partir de aquí, y con varias de las herramientas que tratamos anteriormente, nos damos a la tarea de revisar algunos personajes y hechos históricos en clave nacional (varios silenciados y/o tergiversados), como Simón Bolívar, Felipe Varela, la “revolución de los colorados”, la relación y el lugar otorgado por Juan Perón a los trabajadores en el movimiento nacional y en la estructura del país, etcétera. A la política de historia diseminada por todo el tejido social por la clase dominante hemos de oponerle el revisionismo histórico con una mirada popular, latinoamericana y antiimperialista.
En la tercera y última parte hacemos un abordaje de lo que se ha denominado como “malditos” en la historiografía argentina; no “malditos”, claro, porque sean personajes malos, sino en tanto son personajes silenciados por el aparato cultural dominante. La cultura oficial los silencia o tergiversa porque son pensadores o luchadores “peligrosos” que ponen en cuestión el orden semicolonial imperante. Así tratamos, entre otras, las figuras de Manuel Rodríguez, Rufino Blanco Fombona, Alejandro Marín, César Marcos, Isidro Velázquez, entre otros. Es rescatar a estas figuras como un acto de revisionismo histórico, resistencia, reivindicación y justicia1.
Estos escritos están redactados con el pulso de la historia presente, fueron hechos a lo largo de los últimos años (varios revisados, actualizados y profundizados), al tiempo que la participación con el pueblo argentino en sus luchas y anhelos. No nos escondemos pues bajo los “ropajes de la ciencia”, y no tenemos miedo en asumir nuestro discurso como político. El pensamiento nacional asume la primacía de la política. Nos alejamos así de la supuesta “neutralidad valorativa” del academicismo tilingo que busca el reconocimiento del aparato cultural y posgrados o estudios en Europa o Estados Unidos, esa intelligentzia de espaldas a las necesidades nacionales y de cara al Atlántico, y nos sumergimos en las corrientes profundas de nuestra patria. Va pues un humilde aporte, esperamos que se lo disfrute y sea útil a los fines enunciados.
1. Cabe la aclaración: hay pensadores que aparecen en el apartado “La memoria del ‘olvido’” y también en otro/s, la cuestión radica en que consideramos pertinente incluir ese texto en el apartado que se ha incluido. Incluso podemos aceptar que todos los personajes tratados aquí son en mayor o menor medida “malditos”. No obstante, hay algunos que, afortunadamente, han tenido cierta repercusión y difusión mayor con respecto a otros, por eso la idea de “los clásicos”, además de que en general han tenido una obra más prolífica con una mayor resonancia. Lo mismo vale para textos que quizá podrían incluirse en uno u otro apartado, las categorías que dividen los capítulos no son claramente excluyentes.
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