Hacia 1962 edita el libro FORJA y la década infame, y más tarde, El medio pelo en la sociedad argentina. Luchador incansable, los últimos años lo encuentran cercano a la llamada “Tendencia”, a las juventudes revolucionarias peronistas (no obstante su oposición al camino de la lucha armada, el cual no creía conveniente en ese momento), dirige la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), vota la fórmula Perón-Perón pero a través de la boleta de la izquierda nacional (la del Frente de Izquierda Popular (FIP) que lidera Jorge Abelardo Ramos), que decía “vote a Perón desde la izquierda”, lo que lo lleva a decir, recordando sus comienzos políticos en el conservadurismo, que: “Al revés de tantos políticos, yo subí al caballo por la derecha y terminé bajándolo por la izquierda”. Este gran pensador argentino, profundamente patriota, se nos fue justamente el día de la patria, el 25 de mayo de 1974. No lo queremos abrumar más con los aspectos biográficos de don Arturo, con lo dicho basta para tener un panorama general de su vida. Dejemos de lado entonces estos, y entremos de lleno a su ideario, que nos sirve hoy para orientarnos en la lucha.
El ideario nacional de don Arturo
El país semicolonial, la colonización pedagógica y la construcción de zonceras
Jauretche ocupa un lugar, podríamos decir privilegiado, en el “panteón de los pensadores nacionales”. Ha tenido en los últimos años, sobre todo en los posteriores al 2001, una constante revalorización, más aún en los ámbitos militantes, aunque también en otros ambientes “culturales”. No obstante, muchas veces su pensamiento es tergiversado, o bien reducido a un par de frases que, aunque interesantes, terminan disminuyendo un pensamiento profundo y complejo en algunos eslóganes que se utilizan no pocas veces fuera de contexto y quitándoles el sentido que les había dado el pensador. El comienzo de la revalorización de Jauretche lo podemos ubicar entonces entre los años 2001-2003 (de todas formas, anteriormente tenemos pensadores que lo rescatan, pero son grandes esfuerzos aislados).
Se revaloriza, pensamos aquí, en parte porque la sociedad argentina se está repensando. Tengamos en cuenta que por esos años se dispara también la venta de libros relacionados con la historia, fundamentalmente nacional (y sobre todo los relatos disonantes con la historiografía nacional). Consideramos que esta importancia que ha recobrado es muy merecida, aunque resaltamos que todavía la revalorización no se expresa en las academias tradicionales, más preocupadas por el último “grito de la moda” del pensamiento europeo y/o norteamericano. De esta forma, este pueblo argentino que se vuelve a pensar, vuelve a los clásicos del pensamiento nacional no como una mera tarea arqueológica, sino porque en ellos encuentra las respuestas necesarias para orientarse en la senda de lo nacional. Valorizamos de esta forma en este escrito la vigencia del pensamiento nacional en general y el de don Arturo en particular.
Desde esta perspectiva, sostenemos que pensar la política nacional del último siglo (sobre todo desde 1930 en adelante) sin realizar una profunda lectura de los pensadores nacionales (en contraposición a los enajenados), como lo fueron Hernández Arregui, Scalabrini Ortiz, John William Cooke, Arturo Jauretche, Juan Perón y tantos otros, es tarea imposible. Pues para que un pueblo se desarrolle como tal es necesario que realice una lectura de su pasado desde el punto de vista de los oprimidos, de los marginados, acallados, silenciados, para así poder abordar el presente en la elaboración de un proyecto común orientado por la utopía. Es necesario escuchar esas voces y esos silencios que están presentes en nuestro continente latinoamericano, al mismo tiempo que criticar las ideas dominantes (de los sectores dominantes) imperantes en nuestros países. Es aquí donde consideramos que don Arturo ha cumplido un papel implacable respecto de estas, una inmensa tarea de descolonización pedagógica.
Nuestro pensador va a impugnar, desde su prosa incisiva, la estructura económica y la superestructura cultural. Respecto a la prosa jauretcheana (la cual tiene una fuerte impronta del precursor de FORJA Manuel Ortiz Pereyra), incisiva, pareciera escrita con el pulso agitado por las circunstancias que exigen las luchas nacionales, una escritura profundamente sentimental, que puede lograrse a su vez porque don Arturo (según nos cuenta René Orsi en1985) no escribía sino que dictaba. Consideramos este punto relevante para la divulgación de sus ideas. Jauretche mismo desde su humildad sostiene en la revista Gente que: “Para mí, los libros son simplemente un medio (…) soy nada más que un divulgador. Creo haber logrado, y a esto atribuyo el relativo éxito de mis libros, hacerme entender (…) he tratado de lograr el arte de decir fácil las cosas difíciles. Generalmente, parece que los escritores se esmeraran en decir difícil las cosas fáciles”. (Jauretche, 2004:181-182)
Decíamos descolonización pedagógica, lo que nos obliga, para poder entender mejor desde donde realiza su crítica, a indagar en la noción de semicolonia y de colonización pedagógica. Jauretche concibe a nuestro país en una situación de semicolonia, parte de una gran nación latinoamericana frustrada, en el sentido en que lo expresó Ramos: “Somos un país porque no pudimos integrar una nación, y fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos, aquí se encierra todo nuestro drama y la clave de la revolución que vendrá”. (Ramos, 1986: 15)
Desde donde está pensando Jauretche es entonces desde la noción de semicolonia, ¿qué quiere decir con esto? Que si bien la Argentina obtuvo su independencia formal al liberarse del yugo español y tiene su himno, su bandera, sus fechas patrias, la situación real, por dependencia del imperialismo (ya sea inglés o yanqui), por penetración de la estructura productiva, etcétera, dista mucho de ser de plena soberanía, por lo cual nuestro país es una suerte de colonia informal, en la cual tiene una importancia fundamental la colonización pedagógica (en detrimento de las armas como en las colonias) que va a asegurar la dominación. Por el contrario, en las colonias la garantía está dada por las armas y por la presencia del invasor extranjero, por lo que es estimulada la creación de una conciencia nacional, a diferencia de lo que sucede en dichas colonias.
En la colonización pedagógica aparece el relato liberal de nuestro pasado, la falsificación de la historia, los medios de comunicación, la enseñanza enciclopedista y/o eurocéntrica, un relato que pondera positivamente a los entregadores de la patria y oculta y/o tergiversa a sus defensores (Ricardo Rojas habla de la “pedagogía de las estatuas”8). Lo expresa así:
La mentalidad colonial enseña a pensar el mundo desde afuera, y no desde adentro. El hombre de nuestra cultura no ve los fenómenos directamente sino que intenta interpretarlos a través de su reflexión en un espejo ajeno, a diferencia del hombre común, que guiado por su propio sentido práctico, ve el hecho y trata de interpretarlo sin otros elementos que los de su propia realidad. (Jauretche, 2004; 112)
Con respecto a los diarios, radios y la televisión (claro que hoy con mucha más presencia que en la época que describe nuestro autor), Jauretche sostiene que “nada más engañoso que la prensa llamada ‘independiente’”. (Ibídem: 159) Así, califica la libertad de prensa como “libertad de empresa”, libertad de los dueños de los medios de comunicación.
A la vez, esta colonización pedagógica va a dar forma a una intelligentzia conformada por individuos que se autodefinen como intelectuales y que están profundamente penetrados por esa superestructura, que se reduce a la determinación de modos y de un instrumental que opera en su formación y difusión, al tiempo que no permite que se transforme en “inteligencia”, y forme una cultura nacional, vale decir, una conciencia nacional. Sobre la estructura económica dependiente para el saqueo de la misma por parte de las potencias imperialistas se monta el coloniaje cultural. Ambos coloniajes se refuerzan mutuamente. La colonización cultural hace invisible la dependencia, le sirve de apoyo y le permite seguir funcionando. Es por eso que debemos destruir y evitar la colonización cultural. Jorge Enea Spilimbergo afirma al respecto que la actitud de Jauretche era “estrictamente consecuente, a partir del hecho de que la Argentina semicolonial importaba ideologías (como capitales, mercancías, medios de producción), todas las cuales se convertían en factores de dependencia, en cuanto ideologías importadas”. (Spilimbergo, 1985: 68)
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