—¿No recuerdas nada, verdad Papi? —Luego, dubitativa acaricia su rostro— La policía llamó a mami, ella dijo que habías tenido un accidente mientras ibas a buscarnos. Sí te acuerdas de cuando fuimos al hospital a visitarte, ¿verdad? Te llevé un dibujo donde estábamos tú y yo en el parque y me hamacabas como aquella vez, ¿recuerdas Papi? Pero la enfermera no nos dejó estar mucho tiempo –unas lágrimas caen de los ojos de la pequeña—, quiero que regreses por favor, nunca más me voy a ir, te lo prometo.
Elizabeth le da un suave beso y se marcha.
Tómas no puede estar más horrorizado; se siente desvanecido, como arena arrojada al mar, como un espejo quebrado en cientos de partes. Por un momento, piensa que todo se trata de una pesadilla de la que pronto despertará. Quizás, el accidente en medio de la ruta fue más grave de lo que suponía y todavía permanece desmayado dentro de su auto, teniendo este sueño de nefastas visiones.
Megan llega y lo saca de la cocina para llevarlo al cuarto a descansar, pero en ese momento, mientras cruzan el living, Tómas observa la llave que él había utilizado para abrir las puertas de aquella extraña casa sobre un modular, y piensa que si está ahí, significa que puede huir de aquella horrible pesadilla. Al fin, Megan lo ubica en un pequeño elevador al lado de la escalera y lo sube mientras ella va por los escalones, observándolo con amor y tristeza. Luego, lo lleva hasta el cuarto y acuesta en la cama. Lo mira fijamente a los ojos un momento.
—Dime algo mi amor, por favor –Espera en silencio, ahoga un llanto y continúa—. Por favor amor, dime algo.
Pero nada. Tómas solo fija su visión en la salida de ese lugar.
—¿Qué fue lo que ocurrió esa noche? —pregunta su mujer— ¿Cómo pudiste llamarme estando accidentado? ¿Qué fue lo que ocurrió? Entiendes que te encontraron dentro del auto incapacitado para moverte, no pudiste haberme llamado cuando me dijiste que habías tenido el accidente—. Ni una respuesta, Megan lo observa un momento y comprende que es en vano—. Te amo. Buenas noches.
Tómas espera a que su esposa se duerma. Pasa horas tratando de moverse, y reuniendo todas sus fuerzas consigue un espasmo. Aunque adolorido, sigue agitándose interiormente, hasta que por fin conseguir ladearse y caer de la cama. Todo está oscuro, pero distingue la salida del cuarto. Inesperadamente, siente que sus miembros responden a sus deseos a pesar del dolor casi insoportable. Aprieta los labios, mueve un brazo hacia delante, luego adelanta el otro y avanza con dificultad, empujándose también con los dedos de los pies hasta salir de ahí. Su meta es el living: comprende que tendrá que descender por las escaleras. Las contempla un momento hasta que toma coraje suficiente y se desliza. A pesar de hacerlo con cuidado, pronto pierde el equilibrio y cae. Unas imágenes invaden su desquiciada y atormentada mente, imágenes de aquellos días en que surgieron los problemas, cuando encontró la nota de su esposa y decidió ir por ella y sus hijos. Imágenes del camino oscuro y mortuorio, del choque...
Porque justo en ese momento, no supo qué había sido hasta que abre los ojos y se encuentra nuevamente dentro de aquella maldita casa. Se incorpora lentamente, desorientado. Puede moverse con soltura ahora. Siente un bulto en su bolsillo derecho; una nota abollada, la desenvuelve y un mensaje se tiñe de sangre: “ahora todo vuelve a empezar”.
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