Carlos Simos - Pesadillas de una noche sin fin

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Pesadillas de una noche sin fin: краткое содержание, описание и аннотация

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Querido lector
Estas a punto de entrar a un mundo de pesadillas. Quizá creas que sabes todo sobre ellas, pero la verdad es que ellas saben más sobre ti. Cada historia será un mundo, un tiempo y un personaje diferente, pero aun así con un mismo origen.
Solemos creer que lo peor de una pesadilla es lo real que se puede sentir, y por ello deseamos despertar rápidamente en nuestra realidad, pero no; lo peor es despertar dentro de nuestros horrores y ser conscientes de que aún no ha terminado.
Tú serás quien vaya pasando las páginas. Tú serás quien decida ponerle fin a los sufrimientos de esta interminable noche.

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—Lo siento, Demian —dijo entre lágrimas Natalia—. Lo siento tanto, ha ocurrido algo terrible. Victoria…Victoria ha muerto.

Y entonces cayó de rodillas. Yo me sentí desvanecer en la oscuridad, como si un viento tormentoso me desintegrara sobre un inmenso mar de penurias en la noche sin fin que ahora caía sobre mí. Me sentí frio y sin vida. El tiempo pareció detenerse, mis piernas se aflojaron y caí también de bruces junto a su prima, y aunque ella me abrazó, yo no sentí consuelo alguno, en realidad no sentí nada, solo una cruel mano que apretaba sin piedad mi cuello. De pronto, mi vista se nubló por las lágrimas y me perdí en las tinieblas.

Otros familiares salieron a recibirme y al verme en ese estado me llevaron adentro, pero no estuve consciente de eso hasta que el llanto y los lamentos me regresaron a lo que yo consideraba irreal. Miré a mi alrededor y ya nada tenía color. Junto a mí, la madre de Victoria descargaba su tristeza y tomaba mi mano, pero yo seguía inmóvil hasta que de forma inconsciente, unas palabras salieron de mis labios.

—¿Qué le ocurrió? ¿Dónde está?

Hubo un silencio repentino, algunos de los familiares se miraron entre ellos y luego uno de sus primos habló. Parecía soportar el dolor mejor que el resto.

—Tuvo un accidente. Un conductor ebrio la atropelló mientras iba a buscarte al trabajo. En este momento la están preparando para el velorio. Ella tenía noticias para ti…

Yo le exigí que continuara, sostenido por los débiles brazos de mi suegra.

—Ella se había enterado hoy de que estaba embaraza, Demian. Y corría a decírtelo entusiasmada.

Mi dolor había alcanzado un estado emocional que las dimensiones de este mundo no podrían contener. Me levanté del sillón y me fui de ese lugar, nadie me dijo nada, nadie me detuvo. Caminé sin rumbo fijo en la oscuridad de aquel día y comencé a maldecir al cielo y al infierno, aunque luego les imploré a ambos que me llevaran con mi querida Victoria.

¡Oh, qué terrible dolor! Aún recuerdo verla en su ataúd, tan hermosa como si el tiempo no transcurriera para ella. Deseaba el imposible milagro de que abriera sus ojos y me viera, pero de nada valieron mis rezos aquel día. Me quedé todo el tiempo junto a ella, pero al sepulcro no fui. No soportaba ver cómo la sepultaban para siempre en la tierra de los muertos, y menos darle lugar a mi siniestra imaginación, para que en noches de infinita soledad, me torturara con pesadillas de gusanos devoradores y carne putrefacta, arruinando hasta el tiempo de la Resurrección, aunque eso fuera un falso consuelo, su inquebrantable belleza.

Pero con el tiempo, las pesadillas comenzaron a atormentarme y no había noche en que no despertara con su llamado; un grito horripilante, como si sufriera la agonía de una soledad eterna en medio de un mar de silencios. Entonces, comprendí que era necesario ir a verla al cementerio. Ella sabía que no había ido y sufría mi ausencia. ¡Oh, Victoria! Nada me pondría más triste y más contento que estar a tu lado, en muerte o vida. Desde entonces, comencé a ir todos los días y pasé algunas horas sentado junto a su lapida conversando con ella como si me pudiera oír, aunque estoy seguro de que sí podía. Así mis noches fueron más tranquilas, sin embargo después de un tiempo, otras pesadillas comenzaron a atacarme: la de los gusanos devoradores y la putrefacción. Sentí la aterradora necesidad de ir en su búsqueda… de desenterrarla y salvarla de ese horroroso castigo. En efecto, una noche ya avanzada en horas, me dirigí al cementerio llevando una pala y entré cuidadosamente por otro lado para evitar a quienes vigilaban el nefasto mundo de los muertos.

Llegué hasta su lecho y comencé a cavar con una locura impaciente. Con cada palada, mis fuerzas parecían aumentar más y más y mi emoción crecía con vehemencia. Al fin, como la locura atormentaba mi juicio, comencé a reírme de forma estúpida, pero con motivo, pues había llegado hasta la prisión de madera. Obviamente, antes de quitar los últimos vestigios de tierra, mi empresa se vio interrumpida por los guardias, quienes habían escuchado el desgarrador sonido de mis carcajadas en aquel silencio perpetuo.

No fui a la cárcel por razones obvias. Muchos de los familiares de ella me tuvieron compasión, aunque otros me odiaron. Pero ¿qué puede importar eso cuando noche a noche, pesadillas funestas me atacan sin piedad? Un año he pasado soportando esta tortura y ya no aguanto más, es hora de que me reúna con mi enamorada Victoria en la eternidad o en el sufrimiento, no importa. Esta noche estaré junto a ella. Estas son mis últimas palabras, queridos amigos y familiares. Sepan entenderme. Mi sangre está abandonando lentamente mi cuerpo en esta siniestra soledad, en la densidad del silencio y las penumbras de la noche en la que ya no veré salir el sol. ¡Ah, sí! Todo se está yendo al fin, todo se desvanece a mi alrededor… y las visiones aparecen nuevamente. Una sombra alargada junto al umbral de mi casa, una sombra hermosa que lentamente descubre su bello rostro. Oh amada Victoria

Nota: Esta nota fue encontrada en la casa de Demian Belfer, dos días después de haber sido escrita, el 13 de abril de 19**. Su cuerpo yacía tendido sobre el escritorio de su máquina de escribir y sus manos aún estaban sobre el teclado. Sus muñecas presentaban varios cortes, producidos por una navaja que se encontraba en el suelo, entre sus pies. Se sabe que las últimas palabras del texto fueron escritas ya sin el uso correcto de sus facultades mentales, quizá debido a la severa pérdida de sangre, por ello el desvarío y la falta de punto final.

*

00:45 a.m. Naín se incorpora de su cama súbitamente. Un sudor frio recorre todo su cuerpo. La pesadilla ha sido realmente vívida y con una naturalidad inquietante levanta sus brazos. A la luz de la luna que entra por la ventana de su cuarto, logra cerciorarse de que sus muñecas están bien. No lo puede creer y ríe. ¿Cómo podría haberle sucedido algo si tan solo ha sido un mal sueño? O más que eso, una horrible pesadilla.

LA NOCHE DEL LOBO

Un lobo se acerca a la sombría autopista, sus ojos amarillos resplandecen en la oscura noche de otoño. Tómas Grahn lo sabe. Alumbrados por las incandescentes luces de su auto, esas esferas escrutadoras se alejan del camino. Un lobo esperando encontrar su presa quizás, o perdido y alejado de la manada buscando donde ir. Ya no importa, no más que los problemas del propio Tómas.

Conoce muy bien el camino por donde va, lo ha hecho varias veces. La desolada Ruta 52, desde Hanikan hasta Rio Desbordado, unas tres horas de viaje en las que normalmente a altas horas de la noche no la transita nadie salvo, por supuesto, algún que otro camión o colectivo llevando pasajeros. El sabe que no tiene que estar ahí. Por primera vez, se encuentra ante una situación que lo supera por momentos; ha discutido con Megan, su esposa, antes de ir a trabajar por la mañana. Una discusión que había tomado forma tiempo atrás y que era cuestión de días para que se tornara verdaderamente insoportable. Pero más insoportable aún es que el problema incluyera a sus dos pequeños hijos: Braian que ya tiene unos nueve años, y la pequeña Elizabeth de tan solo seis.

La joven pareja, que lleva pocos años de casados, había conseguido un hermoso hogar en la calle Transito Diurno, en Hanikan, un tranquilo vecindario donde habían decidido vivir después de tener a Braian. Casi tres años después, llegaría Elizabeth y la familia por fin quedaría bien asentada. Con el correr del tiempo, Tómas había pasado de empleo en empleo sin tener nada fijo hasta que por fin, uno de sus hermanos le había conseguido algo decente al sur de la ciudad a hora y media de viaje, y he ahí que los problemas comenzaron a aparecer. Cierta desconfianza era casi inevitable, o la frialdad causada por el cansancio del trabajo, sumado al largo viaje, hacía que Tómas llegara a su hogar y apenas le dedicara tiempo a sus hijos. En última instancia, Megan entraba en su vida al compartir la cama por las noches. Noches en las que Tómas debía acostarse temprano para salir puntualmente y, nuevamente, a destino.

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