El gran divorcio: separación de los ámbitos espiritual y material
El lugar para empezar es la manera en que entendemos e interpretamos el mundo en que vivimos, algo que los antropólogos llaman “nuestra cosmovisión”. Nuestra cosmovisión moderna es como un par de anteojos a través de los cuales vemos y damos sentido al mundo. Sin embargo, a diferencia de los anteojos, también incluye nuestras conjeturas acerca de cómo funciona el mundo. Nuestra necesidad de holismo tiene sus raíces en nuestra cosmovisión moderna.
Como el cambio de paradigma fundamental de la Iluminación Espiritual ha funcionado en la cultura occidental, una de sus características más perdurables ha sido la suposición de que podemos considerar los ámbitos espiritual y físico como separados y distintos entre sí. Por un lado, está el mundo espiritual o súper natural en donde Dios vive y actúa junto con otros dioses cósmicos como Alá. Este es el mundo de la religión. Por otro lado, existe el mundo real: el mundo material en donde escuchamos, vemos, sentimos, tocamos y olemos; este es el mundo de la ciencia, la tecnología y el desarrollo.
Tristemente esto no es solo un problema para la gente del mundo occidental. Esta dicotomía o separación absoluta entre lo espiritual y lo físico es un principio central de lo que algunos llaman modernidad, y la modernidad rápidamente se está convirtiendo en una súper posición dominante en las culturas del mundo. La modernidad está profundamente arraigada en el sistema económico moderno y en la tecnología de la información contemporánea, ambos se extienden hasta allí donde se venda Coca Cola. Esta misma cultura de dicotomías se enseña en cada salón de clase, en donde el plan de estudios está basado en modelos educativos occidentales. Por lo tanto, todo profesional que no es occidental ha asimilado esta cosmovisión como una parte no expresada de su formación profesional.
Este marco de áreas de vida separadas también está profundamente arraigado en la parte occidental de la iglesia cristiana, en su teología y en el diario vivir de su gente. El domingo por la mañana o durante nuestro devocional o vida de oración, operamos en el área espiritual. El resto de la semana y en nuestras vidas profesionales, operamos en el área física y, por ende, conscientemente actuamos como ateos funcionales. Simplemente, ser cristianos no cura nuestra compresión dicotómica del mundo.
Las dicotomías de la cosmovisión moderna
Lesslie Newbigin (1989) ha mostrado cómo la separación moderna de los ámbitos físico y espiritual explica un amplio rango de las dicotomías modernas que prevalecen en la cosmovisión moderna. Por ejemplo, el mundo espiritual es la arena de la revelación sagrada, en la cual sabemos por creer. El mundo real en donde escuchamos, vemos, sentimos y tocamos es donde la observación científica nos permite conocer cosas con certeza. Fe y religión forman parte del mundo espiritual, mientras que la razón y la ciencia brindan las explicaciones en el mundo real. El mundo espiritual es un lugar interior, privado; el mundo real es un lugar exterior, público. Esto significa que los valores son un asunto privado de elección personal, que no tiene relevancia en la plaza pública en donde los políticos y los economistas reinan solos. Públicamente, solo tenemos que aceptar los hechos. Tristemente, la iglesia también ha sucumbido a esta cosmovisión moderna y se ha permitido a sí misma ser relegada al mundo espiritual, mientras que el Estado y otras instituciones humanas asumen la responsabilidad por lo que sucede en la vida cotidiana.
Espiritual |
Material |
Revelación y creencia |
Observación y conocimiento |
Fe |
Razón |
Religión |
Ciencia |
Privado y personal |
Público |
Valores |
Hechos |
Iglesia |
Estado |
Figura 1-1: Las dicotomías de la cosmovisión moderna
Separación de testimonio cristiano y acción social
La separación que hace la modernidad de los ámbitos físico y espiritual es parte de la explicación de cómo hemos llegado a entender el testimonio cristiano, y específicamente el evangelismo, como algo que no está relacionado con el desarrollo comunitario. Amar a Dios es trabajo espiritual y amar a los vecinos ocurre en el mundo material. Por lo tanto, el evangelismo (restauración de la relación de las personas con Dios) es trabajo espiritual, mientras que la acción social (restaurar relaciones políticas, sociales y económicas justas entre las personas) no lo es. En el análisis final, esta falsa dicotomía lleva a los cristianos a creer que un trabajo redentor de Dios ocurre únicamente en el ámbito espiritual, mientras que el mundo, aparentemente, se le deja al demonio.
Este entendimiento de dos niveles del mundo explica otro fenómeno curioso. Como portadores de modernidad, los gobiernos y la mayoría de las instituciones seglares de desarrollo occidentales separan la religión del desarrollo. Ellos aceptan la aserción de modernidad de que la Iglesia y el Estado deben estar separados porque tratan con ámbitos separados. Dado que la Iglesia entiende el evangelismo como una actividad apropiada para el mundo espiritual, mientras que la acción social —si es del todo una actividad apropiada para la Iglesia— es la respuesta apropiada en el mundo físico. La Iglesia acepta esta separación impuesta de lo que el evangelio sugiere que es inseparable.
La agencia de desarrollo cristiano no es inmune al fenómeno. Expresamos nuestro cautiverio a una cosmovisión moderna cuando decimos que ministerio holístico significa combinar evangelismo (satisfacer la necesidad espiritual) con ayuda y desarrollo (satisfacer las necesidad físicas) como si se tratara de actividades y ámbitos divisibles. Así que lo hacemos peor insistiendo en que la Iglesia o la parte de evangelismo de nuestra organización hacen lo primero, mientras que la acción de desarrollo hace lo segundo. Un número de grupos cristianos serios y cuidadosos están organizados de esta forma. Al hacerlo así declaramos el desarrollo independiente de la religión, algo que la mayoría de nosotros realmente no cree.
Separación de palabra, acto y signo
Paul Hiebert desarrolló un marco muy útil que compara las cosmovisiones de las culturas tradicionales y modernas. Él retrata la cosmovisión moderna como de dos niveles, con los mundos físico y espiritual completamente separados. La cosmovisión tradicional es holística, con los dos ámbitos interrelacionados en un todo transparente. El mundo de la religión alta está ocupado por los grandes dioses que no deberían de ser molestados o perturbados. La interrelación entre el mundo visible y el mundo invisible está mediada por chamanes, libros sagrados, espíritus y otros que tienen acceso a ambos mundos. Este es el mundo de maldiciones, amuletos y hechizos y otros intentos de negociar o “manejar el mundo invisible”.
Si bien el mundo moderno tiene algo que decir sobre la alta religión y sobre el mundo físico, nosotros no tenemos nada que decir al mundo de la religión popular. Sufrimos de lo que Hiebert llama “el centro excluido”.
Figura 12: Cosmovisiones Moderna y Tradicional (Adaptado de Hiebert, 1982)
Nosotros, en Occidente, ya no creemos en ancestros, espíritus, demonios ni actores invisibles. Después de todo, eso es pura superstición e ignorancia. Sin embargo, la mayoría de las culturas tradicionales pasan mucho tiempo preocupadas por este mundo invisible y ubican la causa y el efecto allí. El impacto de este centro excluido desde una perspectiva de desarrollo es un punto ciego. Fallamos al escuchar la historia de la comunidad sobre el mundo invisible y fallamos en tener respuestas que, en sus mentes, tomen adecuadamente este mundo en cuenta.
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