Jo Walton - La Ciudad Justa

Здесь есть возможность читать онлайн «Jo Walton - La Ciudad Justa» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Ciudad Justa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Ciudad Justa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atenea, diosa griega de la sabiduría, ha dado vida a la República de Platón en una isla perdida del Mediterráneo. Allí reúne a filósofos de todas las épocas, niños que fueron esclavos y robots encargados del trabajo duro.
En La Ciudad Justa, Simmea, una niña brillante, demostrará todo su potencial; Maia, una antigua dama victoriana, deberá encontrar su verdadero lugar y Apolo comprenderá por fin el valor de la vida humana.
En esta ciudad de las ideas y el conocimiento todos se esforzarán por alcanzar la excelencia siguiendo al pie de la letra las palabras de Platón… Todo, menos Sócrates, que hará las preguntas que nadie quiere responder.
Traducido por Blanca Rodríguez.
La edición cuenta con un prefacio para dar contexto a la obra y detalles ilustrados.

La Ciudad Justa — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Ciudad Justa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Habéis llegado desde muchas épocas pero con un propósito común. Todos habéis deseado trabajar para crear la República de Platón, para construir la Ciudad Justa. Aquí estamos, pues. El plan es vuestro, pero todos me habéis pedido ayuda. Sugiero que debatamos cómo hacerlo y qué necesitaremos.

Un joven de pelo largo, vestido con hábito de monje dominico dio un paso al frente.

—¿Estamos muertos, Sofía? —preguntó—. ¿Este lugar es el otro mundo?

—No estáis muertos —respondió Atenea con una sonrisa amable—. Ocupáis vuestros cuerpos mortales. Algunos de vosotros, que estabais próximos a la muerte, habéis sido curados de vuestras afecciones —continuó, asintiendo con la cabeza en dirección al dominico—. Envejeceréis de forma natural. Cuando muráis aquí, con el transcurso del tiempo, vuestro cuerpo regresará al momento que habéis abandonado.

¿Cómo funcionaría eso? No me lo podía imaginar. ¿La tía Fanny y la prima Anne me buscarían y, en lugar de a mí, encontrarían el cadáver de una anciana? ¿Una anciana que había envejecido en la República de Platón? Sonreí y me di cuenta de que me daba igual.

—¿Y nuestras almas? —preguntó un hombre ataviado con una toga.

—Vuestras almas también regresarán a aquel momento y renacerán desde él, no desde este tiempo.

Recorrió la estancia un murmullo, el de trescientas personas diciéndose en sus lenguas maternas: «¡Tenemos almas inmortales! ¡Lo sabía!». Yo solo entendía latín, griego e inglés y oí la frase en los tres idiomas.

Un hombre de barba blanca vestido con un quitón griego, la viva imagen de un filósofo, preguntó:

—¿Las almas tienen tres partes, como describió Platón?

—¿Alguien preferiría volver a su tiempo ahora? —preguntó Atenea, que no lo había escuchado o había ignorado su intento de aclarar el tema de las almas—. Todo esto parecerá un sueño y se olvidará pronto.

Para mi sorpresa, tres hombres levantaron la mano. Atenea parpadeó y desaparecieron. Estaba mirando a uno de ellos, un hombre harapiento con aspecto de erudito, preguntándome cómo era posible que no quisiera quedarse cuando de pronto ya no estaba.

—Ahora tenemos que hacer planes —continuó la Diosa.

—¿Pero dónde estamos, Sofía? Has hablado de nuestros tiempos, ¿cuándo estamos? —hablaba un hombre vestido con ropas renacentistas y un bonete rojo.

—Estamos en la época anterior a la caída de Troya. Y estamos en la isla abovedada de Kallisté, que algunos llaman Atlantis. —Hasta yo había oído hablar de la Atlántida.

—Entonces, ¿nuestra creación no puede durar?

Atenea inclinó la cabeza.

—Esto es un experimento y estos son el momento y el lugar ideales para realizarlo. Nada mortal puede durar. En el mejor de los casos puede dejar leyendas que den frutos en eras posteriores.

Después de eso, superadas las grandes preguntas, empezamos a debatir cómo llevaríamos a cabo el trabajo.

Enseguida se hizo evidente que nos unían muchos asuntos y nos dividían otros, y que existían problemas prácticos en los que nadie había pensado. En su República , Platón era minucioso sobre algunos temas y de una vaguedad angustiosa en otros. Estaba claro que el libro no se había escrito a modo de plan de actuación.

Éramos casi trescientas personas, procedentes de veinticinco siglos. Había casi tantas mujeres como hombres, cosa que al principio me asombró. Nunca antes había conocido otra mujer a la que le preocupase la erudición. Ahora las había conocido y era maravilloso. No tardé mucho en darme cuenta de que la mayoría de ellas se parecían mucho a mí: eran jóvenes y habían tenido la fortuna de recibir la educación suficiente para que las opciones que les ofrecía la vida les resultasen insatisfactorias. Conocí jóvenes de todos los siglos, incluidas varias del mío propio y del posterior.

—La cosa mejora —me aseguró una de ellas. Se llamaba Kylee y llevaba algo que a mí me parecía un traje de hombre, pero con un patrón ajustado a sus formas—. En los años setenta del siglo XIX se fundaron facultades para mujeres en Oxford y Cambridge, y también en Estados Unidos. En los años veinte del siglo XX empezaron a conceder títulos. Al llegar los años sesenta, su número era casi el mismo que el de facultades masculinas.

—Son más de cien años respecto a mi tiempo —dije.

—Incluso en el mío es un asunto agotador. No es que quiera morir, pero no se me permite ofrecerme a morir por mi país, lo que significa que mi país no me considera una verdadera ciudadana.

Las jóvenes de los Siglos del Progreso constituíamos un grupo claro. Los hombres del Renacimiento eran otro. Los neoplatónicos formaban un tercero. Ese fue el nombre que le dio Kylee al grupo que lideraba Plotino y que compartía una curiosa interpretación mística de Platón basada en la numerología. Por supuesto, ellos se llamaban a sí mismos platónicos a secas. Plotino era el hombre de barba blanca que había hecho la pregunta sobre las tres partes del alma en el momento de nuestra llegada.

También había muchos romanos, que se podrían haber considerado un cuarto grupo, salvo porque nunca se ponían de acuerdo en nada y, por lo tanto, no se podían considerar una facción. Fue un placer descubrir entre ellos a Marco Tulio Cicerón y a su amigo Tito Pomponio Ático. Ático era encantador, me recordaba un poco a mi padre. ¡Cuánto me habría gustado que mi padre hubiera podido estar allí! Claro que él jamás habría rezado a una Diosa pagana. Cuando Ático me presentó a Cicerón, a quien llamaba Tulio, descubrí que él no estaba tan encantado de conocerme. No era de los que coincidían con Platón respecto a la igualdad de las mujeres. Se sintió halagado cuando supo cuántas obras suyas había leído y la alta estima en que se le tenía en mi siglo, pero jamás podría considerarme a mí, ni a ninguna de las mujeres que allí estábamos, una persona a quien tomar en serio.

Las dificultades y complicaciones de llevar a la práctica las ideas de Platón eran inmensas. Pero teníamos a Atenea, a quien todos llamábamos Sofía, que significa sabiduría . Había traído a los trabajadores: autómatas capaces de seguir órdenes, construir, plantar cosechas y realizar otras maravillas.

—Proceden del futuro. Están aquí para trabajar por vosotros —nos explicó.

Muy pocos de nosotros habían visto algo semejante. Kylee dijo que eran robots y que trabajadores era una buena traducción. Dijo que eran mucho más avanzados que todos los que había en su época.

Nos organizamos en comités para trabajar en distintos aspectos de la República. Nos reuníamos para informar de nuestros progresos en sesiones formales a las que dimos en llamar Cámaras. Al principio disponíamos solo de aquel salón, donde dormíamos en el frío suelo de mármol, expuestos a las corrientes de aire. Fue una suerte que estuviéramos en verano. Bebíamos agua de un arroyo y los trabajadores excavaron zanjas que usábamos como letrinas. Luego les encargamos construir una fuente y baños y cocinas. Pocos sabíamos cocinar, pero, por suerte, algunos de los trabajadores tenían ciertas capacidades en esa área.

Como todavía no teníamos ningún rey filósofo y no podíamos reconocer más liderazgo que el de Atenea, decidimos que, por el momento, cuando no estuviéramos de acuerdo en algo, lo decidiríamos por votación. Eso hizo sonreír a Atenea. El primer tema conflictivo que nos llevó a votar fueron los nombres. Votamos que los que tuviéramos nombres inadecuados adoptaríamos uno nuevo y que se haría lo mismo con los niños que vinieran a nosotros, a los que bautizaríamos siguiendo los Diálogos y la mitología griega. Kylee y algunos otros se mostraron muy en contra de esto, pero en la votación que se produjo después del debate la mayoría se hizo con la victoria. Yo adopté el nombre de Maya, por mi mes de nacimiento, y por la madre de Hermes. Kylee adoptó el nombre de Clío, que era lo más parecido que encontró a su nombre anterior. También acordamos que cada cual tendría un único nombre exclusivo. Los romanos y los demás que tuvieran varios nombres apropiados se limitarían a uno solo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Ciudad Justa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Ciudad Justa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Ciudad Justa»

Обсуждение, отзывы о книге «La Ciudad Justa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x