A partir de ese momento, los diferentes clanes empezaron a establecerse en territorios determinados. Pero todos venimos de la misma fuente por más que en el camino nos hayamos separado físicamente. En el adn de cada uno de nosotros hay parte de esos pocos miles sobrevivientes que decidieron no dejarse superar por el gran mamut que tuvieron que enfrentar y tomar las acciones coherentes para sentar las bases de todo lo que ha venido después. Al establecerse en pequeñas aldeas, comenzaron a domesticar animales, siendo las cabras y ovejas las primeras especies. Esto permitía que la comunidad pudiera alimentarse sin necesidad de tener que ir a cazar, e incorporó los lácteos y otros derivados animales como huevos a la dieta de nuestra cavernícola. El sedentarismo también trajo consigo el perfeccionamiento en las técnicas agrícolas, fueron inventados los primeros sistemas de riego y se empezó a conocer que había tierras más adecuadas para sembrar uno u otro alimento.
Todos estos cambios, que sucedieron bastante más rápido de lo que había sucedido hasta entonces, se conocen como la revolución neolítica. Este periodo de la humanidad se caracteriza principalmente por el paso de la vida nómada a la sedentaria y todo lo que esto significó para la cavernícola y su familia como la especie que comenzaba a conquistar el planeta –vean ustedes todo lo que transforma el “quédate en casa”–. Estos primeros asentamientos se caracterizaban por ser sociedades donde no existía un sistema económico, los recursos y responsabilidades se repartían equitativamente de acuerdo con las necesidades y capacidades de cada integrante del grupo: los hombres se ocupaban de la caza y la pesca y las mujeres del cuidado de los niños y las labores agrícolas y de recolección.
A medida que pasó el tiempo, se hicieron cada vez más y más comunes, y más y más grandes los asentamientos. Esto generó que los territorios de caza y recolección comenzaran a limitarse y, entonces, aparecieron las primeras ciudades, que eran lugares donde se juntaban varios grupos que habían coincidido en un mismo territorio. Esto trajo consigo que las diferentes poblaciones se especializaran en oficios específicos, como las actividades agrícolas, agropecuarias o de pesca, lo que derivó en una primera y muy incipiente economía de trueque entre ciudades. Así acabó la economía colectiva y también la libertad sobre la tierra y, en ese momento, se terminó la paz de la cavernícola y su clan. En las ciudades se tuvieron que establecer gobiernos y mandatarios para organizar y controlar a los ciudadanos y así mismo comenzaron los problemas entre unos y otros por el territorio y los recursos. Es decir que nuestra cavernícola se vio obligada a pelear por la madre que la nutría; a pelear por la tierra. En algunas partes del mundo, incluso, se edificaron muros para proteger ciudades e impedir que invasores robaran o desestabilizaran la tranquilidad del lugar, y de esta forma fue como comenzó lo que a la cavernícola le vendieron como la civilización. Para entonces, incluso su nombre cambió y pasó a entenderse como un individuo de la sociedad.
En la actualidad, las dinámicas que la civilización le pone por delante constantemente a nuestra cavernícola, y el predominio de la competencia como práctica social, significan una dificultad permanente que también interfiere con el manejo de las emociones. En este sentido, nuestro equipo de investigación ha hecho una aproximación interdisciplinar a todos estos aspectos desde diferentes enfoques de las ciencias sociales (como la sociología, la psicología o la politología) para que, desde la consulta virtual ofrecida en Medicina para la Estética, en un principio, y ahora desde Emociones a la carta , tengas a tu disposición una serie de políticas y recomendaciones que te orienten y te permitan aprender a gestionar esa marea emocional que hoy se presenta como el más grande de tus mamuts.
Y lo que te quiero hacer ver con esta explicación es que, en muchas ocasiones, cuando el entorno nos pone por delante unas determinadas emociones, nuestras decisiones están más allá de nuestra voluntad o nuestra racionalidad y es nuestra cavernícola quien está al mando, con sus miedos, sus frustraciones, sus experiencias.
Una de las preguntas más recurrentes entre las pacientes que inician sus procesos de entrega de peso conmigo y los lectores de La Domadora de Mamuts es ¿cómo puedo identificar mis mamuts? Para esto, diría que no hay una respuesta, pues no a todos se nos manifiestan de las mismas formas, como digo todo el tiempo, cada paciente y cada caso es un universo único y diferente de todos los demás.
Sin embargo, sí estoy convencida de que la identificación de tus mamuts solo es posible en la medida que entiendes el origen de tus emociones. Cuando logras entender por qué cada situación te lleva a sentirte de una manera determinada, ya estás en el camino para identificar y domar tus mamuts. Recuerda que cada mamut viene a nuestra vida a dejarnos un aprendizaje. Su propósito es mostrarnos algo que necesitamos sanar, permitir o liberar; algo sobre nosotros mismos. Entonces, la ruta para empezar a entender nuestros mamuts es el conocimiento y el entendimiento propio. No te preocupes que todo esto lo verás más claro después de leer todo lo que nuestra cavernícola nos va a enseñar en los siguientes capítulos.
Soy una convencida de que la herencia que traemos en nuestros genes, determina cómo nos comportamos y explica por qué tomamos las decisiones y hacemos las elecciones de una u otra manera, frente a la comida, frente a la vida y en general en todos los aspectos.
A lo largo de los capítulos de este libro, hemos recopilado diferentes testimonios de pacientes que han llegado a mi consulta, que ilustran como las experiencias de nuestro pasado, de nuestros antepasados y en general de nuestro clan, impactan de forma contundente en nuestros procesos emocionales y de toma de decisiones. Estas historias son reales y agradezco a las protagonistas por abrirme su corazón, permitirme contarles sus casos y hacer un análisis a partir de ellos para buscar explicarles el origen de los mamuts que enfrentamos y cómo debemos combatirlos y gestionarlos. Sin embargo, los nombres de los personajes en cada uno de los testimonios han sido cambiados por nombres ficticios para garantizar la privacidad y reserva de las historias clínicas.
Como siempre lo hago, en este libro he buscado un respaldo científico serio y contrastado, que complementado con mi experiencia en la consulta de miles de pacientes, me permita brindarte una información clara, completa, pero, sobre todo, práctica y fácil de entender a la hora de aplicarla. Para ello, me he basado en diferentes disciplinas del conocimiento, principalmente la psicología. Con el apoyo de mi equipo de trabajo, hemos hecho una recopilación interdisciplinar que también incluye información histórica, sociológica y, por supuesto, médica, que te servirá para entender el origen de ese menú emocional al que te estás enfrentando.
Desde la psicología se ha hablado desde Freud de la conexión que existe entre las experiencias vividas en las primeras etapas de la vida y la personalidad o las características emocionales de las personas ya en la adultez. Desde hace años se habla del niño herido o el niño interior. La autora francesa Lise Burbeau fue quien acuñó el término “heridas de la infancia” y las catalogó en cinco heridas: traición, injusticia, rechazo, abandono y abuso. En mi opinión, todos hemos sufrido algo de estas las heridas. Sin embargo, hay casos en los que la herida que más daño nos ha hecho, termina por moldear aspectos específicos de nuestra personalidad y nuestras emociones.
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