Este es su segundo intento de “violación” y fracasa como el primero. Ella grita llamando a su madre. Esta parece sorprendida de la tenaz resistencia de su hija (después de esto deja de hablar con ella). Amador regresa a la guerra y, rodeado por el enemigo, se mata antes de ser tomado prisionero; prefiere morir gloriosamente en el campo de batalla. Subsecuentemente, Florinda entra en el monasterio de Jesús
…tomando por marido y amigo a Aquel que la había salvado de un amor tan vehemente como el de Amador y de una tristeza tan grande como la compañía de su marido. Así empleó todo su afecto en amar a Dios con tanta perfección que, después de haber vivido largos años en religión, le entregó su alma con el mismo gozo que siente la esposa cuando va al encuentro de su esposo (pp. 163-164).
Es importante destacar un comentario que figura en la obra respecto a cómo leer la muerte de Amador. Aclara que se encontraba en una situación de desesperanza, tanto amorosa como por la derrota sufrida en la guerra. Su muerte se considera como muerte de amor y como muerte heroica. Se trata de la redención del héroe caballeresco tras su caída en la tentación del amor carnal. La conjunción en este desenlace, de motivos religiosos y amorosos, es la doble reivindicación del héroe, perfecto guerrero religioso y perfecto enamorado.
La obra a la que nos estamos refiriendo ilustra el amor cortés. En ella Lacan encuentra sus principales características: vacío, simulación o artificio; oscuridad, secreto, imposibilidad, ausencia, abandono, despedida y muerte; nostalgia, melancolía y pasión frustrada. En el Heptamerón, se manifiesta el motivo del amor negado o imposible por no ser correspondido. Está presente en gran parte de la producción amatoria que conocemos como amor cortés.
Al final de la novela X, tanto Amador como Florinda, reflejan lo que Lacan dice en el Seminario 7 : “El punto de partida del amor cortés es el de ser una escolástica del amor desgraciado…” (2009, p. 180). La escolástica es una teoría, un sistema que permanece intacto, sin crítica, conservador, y sin ideas innovadoras.
Esta modalidad amatoria tiene estatuto de convención y representa las normas que reglan el intercambio de los partenaires (recompensa, clemencia, gracia). El enamorado (Amador) debe pasar numerosas pruebas, a veces arbitrarias, para obtener los favores de la dama, La Donna (Florinda) que ocupa un lugar privilegiado. Por ello, podemos leer lo que Eric Laurent trabaja en su artículo “Un sofisma del amor cortés” (2016), donde utiliza el término arrobamiento para ubicar que este momento del sujeto es también el momento del amor. Refiere que Lacan, siguiendo a Freud, sostiene que se trata de la despersonalización amorosa, según la cual, el amor es una forma de suicidio.
Consideramos que el Heptamerón nos sirve como enseñanza y nos orienta hacia aquello de lo irreductible de la causa de deseo en las diferentes historias. Por su parte Laurent señala que para que esta obra tenga la cualidad de actualizar este punto, Margarita de Navarra se tendría que deshacer “…del “mito del alma personal” en el que se sostiene…” (2016, p. 154). Mito que está sustentado a su vez en el mito cristiano cuya hipótesis busca que el alma y el cuerpo permanezcan juntos. Desde Miller en “Los seis paradigmas del goce” (2000), podemos leer que en realidad no se trata de la unión del alma y el cuerpo, el abrochamiento es del goce y del sujeto o del cuerpo viviente y el objeto de goce.
Miller en “El sofisma de Lol V. Stein” (2010), expresa que en estas historias de amor hay que incluir no solo el cálculo del interés del sujeto sino la elección (a conciencia) de la vía suicida. También agrega que partimos de estas historias de grandes héroes y grandes damas para llegar al objeto y a lo que este tiene de indescriptible, el objeto a que: “:.. nunca llega a ubicarse en la unión del hombre y la mujer y que, en el fantasma, circula por diferentes lugares, pero que construye, en todo caso, un ser-de-a-tres, que no se reduce al ser-de-a-dos…” (2010, p. 412).
Por lo tanto podemos inferir desde la lectura del Heptamerón que los mismos personajes se hacen imposible el encuentro, vía la idealización, el secreto y la desdicha. Esto refleja un antecedente importante del amor cortés al considerarlo como una erótica refinada que suple la ausencia de relación sexual, –punto que desarrollaremos en el capítulo tres–, a través de disimular, fingir, que son los hombres los que la obstaculizan. A su vez, al mismo tiempo que vela, que disimula, muestra el carácter irreductible del no-recubrimiento entre el objeto causa de deseo, el objeto de amor y el objeto de goce. Esta caracterización del amor cortés nos permite leer lo que Lacan planteará más avanzada su enseñanza acerca de la cara real del amor.
A continuación, nos centraremos en otra obra fundamental, considerada como Werther y el Heptamerón , uno de los antecedentes lacanianos del amor.
Consideramos importante comentar algunos puntos del Banquete a fin de revisar por qué Lacan toma este texto de Platón para trabajar el amor de transferencia, especialmente, en el Seminario 8, La transferencia.
ACERCA DE PLATÓN, EL BANQUETE Y LA IDEA DEL AMOR
El Banquete fue escrito por Platón, filósofo griego, en el año 385 a. C. Su esquema es sencillo: el poeta Agatón invita a comer a sus amigos: Fedro, Pausanias, Erisímaco, Aristófanes y al maestro Sócrates. Cada uno de ellos va a pronunciar un discurso acerca de la naturaleza del amor y de lo bello; después se agregan Erixímaco, Alcibíades y Apolodoro.
Fedro establece el terreno sobre el que se llevará a cabo la disputa. Primero afirma que Eros es el más antiguo de los dioses y, que el amor implica la mayor garantía de que un hombre llevará una vida recta y provechosa. Tanto para sí como para la sociedad.
Una de las formas más elevadas del amor es el que los hombres sienten por sus iguales. La homosexualidad, en ese contexto, es la predilección más fuerte. Cada uno de los discursos forma parte de un todo. Cuando le llegue el turno a Sócrates se encargará de resumir y de elevar su discurso a la categoría de lección magistral.
Para Platón, y su maestro Sócrates, el amor es una carencia: el hombre desea lo bueno y lo bello, bienes que no posee. Al desear un cuerpo hermoso, se aferra a una manifestación visible de una idea universal. Desde este deseo, pasa a admirar las almas hermosas y se eleva hacia la apreciación de las obras humanas, la ciencia y la sabiduría. Solo a partir de esta iniciación el hombre puede llegar a concebir la Belleza perfecta, como unidad que no varía y como eterna, el bien supremo que puede alcanzar.
La felicidad se lograría al poseer perpetuamente el bien y la belleza. Por lo tanto, el filósofo que experimenta esto de manera más aguda se convierte en el paradigma del amante.
La identidad entre el bien y la belleza tienen una raíz común, forman parte del núcleo del sistema filosófico de Platón y de Sócrates. Es importante, en la obra de ellos, tener presente el concepto de amor puro que considera que el verdadero amor es el que está apartado de cualquier recompensa y de cualquier interés propio.
La filosofía platónica es unitaria y universalista; se dirige a todos los órdenes del saber y del comportamiento de los seres humanos. Se basa en la doctrina idealista; las ideas constituyen la única realidad esencial, ajena a las mutaciones y a los engañosos cambios del mundo tangible. Forman un mundo aparte. Su objeto son las cosas inmutables, como la belleza y la naturaleza de los dioses. En el mundo de las ideas, Platón establece una jerarquización, con categorías superiores a partir de un procedimiento lógico. A partir de este la belleza, la simetría y la verdad ocupan el mismo nivel que el bien. La sabiduría sólo puede surgir de la verdad que se fundamenta en el ser.
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