Bettina Quiroga - ¿Cómo aman las mujeres?

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¿Por qué las mujeres hablan de amor? Tema habitual de sus conversaciones, algunas llegan al consultorio de un psicoanalista por sus sufrimientos respecto a sus enredos en el amor, por los encuentros y desencuentros con el partenaire. Ciertas mujeres viven el amor por un hombre de manera mortificada y dirigen una demanda incesante a su pareja para que le confirme que la ama; otras, en cambio, aman apasionadamente al punto de que ese amor no tiene límites y no pueden poner medida a su pasión. Este libro pretende ilustrar la particular relación de las mujeres con el amor. ¿Cómo aman las mujeres? se propone, elucidar la causa de estos enredos. La lectura freudiana del amor marcada por la constelación edípica permitía ubicar las diferencias entre el hombre y la mujer en los modos de amar. Lacan amplía la mirada hacia las diferentes formas que toma el amor: amor pasión-ilusorio, amor cortés, amor como acontecimiento de un decir, y nos abre el camino para pensar en la transformación del lazo amoroso a través de un análisis y así acceder a un 'nuevo amor'. Según Freud, para la mujer es más importante la pérdida del amor del objeto que el objeto en sí. Según Lacan, la mujer pretende ser deseada al mismo tiempo que amada. Ellas piden que les hablen, piden palabras de amor. Un análisis llevado a su fin muestra las incidencias sobre las condiciones de amor, deseo y goce que permiten acceder a un 'saber hacer' diferente con las cosas del amor. Un nuevo modo de amar, un amor del orden de la invención donde la ilusión de hacer de dos uno falla.

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Eros, el Amor, es el tema de este simposio, y Platón nos sitúa en un típico banquete griego, con sus dos partes, primero la comida en común y luego la bebida; y un diálogo de ideas, con sus discursos y reflexiones. En este caso, se trata de un banquete en el que los invitados de Agatón, poeta que había triunfado en el último certamen literario, pronuncian un elogio del amor.

ACERCA DEL AMOR PARA SÓCRATES, DIÓTIMA Y ALCIBÍADES

Antes de las palabras que pronuncia Sócrates, Agatón intenta vislumbrar la esencia del amor y la divinidad de Eros. Su discurso, que tiende al idealismo, otorga a Eros los rasgos del amado más que del amante y le atribuye a este todas las virtudes. Resigna todos los placeres ante él y los encuentra en las almas de los hombres templados.

Apenas aplacado el coro de admiraciones que había suscitado el florido elogio de Agatón, Sócrates se excusa humildemente de pronunciar un discurso por no ser capaz de competir con los demás. Dice:

…yo creía que se debía decir la verdad sobre cada una de las cualidades de la cosa encomiada, […]. Más no era ese, el parecer, el modo correcto de elogiar cualquier cosa, sino el atribuir al objeto el mayor número de cualidades y las más bellas, se diera o no en la realidad. Y si éstas eran falsas, la cosa carecía de importancia, pues lo que se propuso fue, al parecer, que cada uno de nosotros cuidara de hacer en apariencia el encomio del Amor, no que éste fuera realmente elogiado (Platón, 1985, pp. 72-73; 198e).

Con su diálogo, Sócrates hace reconocer a Agatón que sus palabras eran bastante huecas, pues escondían contradicciones dentro de su belleza y persuasión. Decía Agatón que el amor era bello, bueno y que anhelaba, deseaba, tendía a lo bello; pero todo deseo representa anhelo de algo, de algo que no se tiene, y que se desea tener.

Además, si Eros aspira a lo bello, no puede ser él mismo bello, sino necesitado de belleza. Por eso, no es un dios, puesto que no es posible un dios sin belleza. Es un daimon (una especie de ser semidivino); está entre la mortalidad y la inmortalidad. Esta refutación puede parecer cortante, pero Sócrates la hace con humildad, y confiesa que a él le ocurrió lo mismo, que él creía que el amor era bello y bueno, y fue Diótima, una sacerdotisa, la que respondió a sus inquietudes.

Diótima al referirse al amor, sostiene que si el amor no es bello ni bueno, ¿será feo y malo? Ciertamente no, el no ser bello ni bueno no implica necesariamente el ser feo y malo; como el no ser sabio no implica necesariamente ser ignorante. Entre belleza y fealdad –bondad y maldad–, como entre sabiduría e ignorancia, hay términos medios, y este es el caso del amor. Por ello, no tiene que considerarse, como hace la opinión común, como un gran dios, ya que no puede negársele a los dioses la belleza y la bondad. La idea es sencilla: el amor es el camino, el nexo de unión con aquello que llamamos perfecto, divino, hermoso. Sirve de enlace y comunicación llenando el vacío que existe entre lo visible y lo invisible. Por amor somos capaces de hacer y vivir aquello que el cuerpo biológico no puede concebir, lo heroico.

En seguida, Diótima describe un mito sobre el amor. Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y, entre otros, estaba también el dios Poros, el hijo de la Inventiva, que significa el que tiene recursos, abundancia. Fue a mendigar a la sala del festín Penia, la pobreza, la carencia. Poros, embriagado de néctar, el licor de los inmortales, salió del jardín a disipar con el sueño los efluvios. Estaba tendido cuando lo divisó Penia. Es cuando piensa que lo mejor era aprovechar la oportunidad que se le ofrecía y procurarse un hijo de Poros. Eros fue engendrado en ese día, el del natalicio de Afrodita. Por ello, entonces, decimos que el amor está siempre en el cortejo de la diosa. Y por ser Afrodita supremamente bella, corresponde al amor ser amante de lo bello.

Además, el amor anhela poseer un bien con la intención de que dure siempre. Dirá: “Luego, en resumidas cuentas el objeto del amor es la posesión constante de lo bueno” (Platón, 1985, p. 89; 206 a). El amor se convierte en apetito de inmortalidad. La obtiene por la vía de la procreación, único camino para perpetuarse. Platón sienta esta misma ley para la naturaleza espiritual: el anhelo de generación no se limita al cuerpo sino que tiene su analogía en el alma.

A partir de ese momento, la conversación toma vuelo, y empiezan a sonar las palabras de alta tensión: “misterio”, “iniciación”. Hay una vía a seguir para llegar a la contemplación de lo bello en sí. Pero se requiere una iniciación, un ascenso a través de etapas dialécticas: primero nace el amor a la belleza corporal, es una educación estética, se ama un cuerpo, y más allá, se ve que lo bello no está circunscrito a un solo cuerpo, es ver que la belleza de un cuerpo es hermana gemela de la del otro, y no solo los seres humanos, mujeres y hombres son bellos, hay belleza en todo, en la naturaleza, animales y montañas.

Llega en segundo lugar el amor a la belleza de las almas, a la belleza moral, a la conducta, y es una belleza mucho más preciosa. Así, uno prefiere un alma bella a un cuerpo bello. Existe una belleza interior y tiene más alta estima que la física.

Tampoco se mostrará a él la belleza, pongo por caso, como un rostro, unas manos, ni ninguna otra cosa de las que participa el cuerpo, ni como un razonamiento, ni como un conocimiento, ni como algo que exista en otro ser, por ejemplo, en un viviente, en la tierra, en el cielo o en otro cualquiera, sino la propia belleza en sí que siempre es consigo misma específicamente única (Platón, 1985, p. 97; 211a).

La filosofía es el camino de retorno hacia la reconquista de nuestra naturaleza. Una vida armónica y el amor a la sabiduría conducen al triunfo de lo mejor que hay en nosotros. La filosofía es una locura divina, es el amor a la sabiduría. El Eros, como el alma, y como el filósofo, pertenecen a ese linaje de seres medianeros entre el mundo de las Ideas y el de las cosas materiales. Su misión consiste en poner en comunicación ambos mundos.

Después de hacer referencia a lo dicho por Diótima sobre el amor Sócrates expresa:

Por eso no solo sostengo yo que todo hombre debe venerar al Amor, sino que también venero lo que tiene relación con él y lo practico de modo preferente, incito a los demás a hacer lo mismo y ahora y siempre hago la alabanza del poder y de la valentía del Amor, en la medida de mi capacidad (Platón, 1985, p. 99; 212 b-c).

Diótima considera que el amor es el amante, a diferencia de Sócrates quien creía que el amor era el amado. Ella le dice: “Por este motivo, creo yo, te parecía sumamente bello el Amor, porque lo amable es lo que en realidad es bello, delicado, perfecto y digno de ser tenido por feliz y envidiable. En cambio el amante tiene una naturaleza diferente, que es tal como yo la describí” (1985, p. 85; 204c).

Para Platón y su maestro Sócrates el amor es una carencia: el hombre desea lo bueno y lo bello, bienes que no posee. Siguiendo a Diótima, al contar el mito del amor donde Eros, al ser engendrado en el día del natalicio de Afrodita, el amor siempre está en el cortejo de la diosa, y por ser Afrodita supremamente bella, corresponde al amor ser amante de lo bello.

Sobre lo expuesto hasta aquí, de que para Sócrates el amor podría leerse como el amado y a partir del discurso de Diótima el amor quedaría del lado el amante; el primero como el que tiene; el segundo como el que no tiene, la cuestión que es importante introducir, es si eso que tiene el amado guarda relación con lo que le falta al amante.

LACAN ANTE PLATÓN

Podemos ubicar, entonces, la importancia para Lacan de recurrir a El Banquete para trabajar el amor en relación a la falta, al deseo, al tener y al ser; el amor como don y el objeto a como ágalma, aquello que se busca en el campo del Otro; el amor de transferencia y el lugar del analista.

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