1 ...8 9 10 12 13 14 ...17 7. Como una estrella extraordinaria marcó la «casa» donde estaba el niño Jesús (Mateo 2:9), así un temblor Divino marcó la «casa» a la que descendió el Espíritu (Hechos 2:2).
8. En relación con el advenimiento de Cristo, hubo un aspecto tanto privado como público: de la misma manera fue con el Espíritu. El nacimiento del Salvador se dio a conocer a unos pocos, pero cuando iba a ser «manifestado a Israel» (Juan 1:31), fue identificado públicamente, porque en Su bautismo los cielos fueron abiertos, el Espíritu descendió sobre Él en forma de paloma, y la voz del Padre Lo reconoció audiblemente como Su Hijo. En consecuencia, el Espíritu fue comunicado a los Apóstoles en privado, cuando el Salvador resucitado «sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20:22); y más tarde Él vino públicamente el día de Pentecostés cuando toda la gran multitud de Jerusalén se dio cuenta de Su llegada (Hechos 2:32-36).
9. El advenimiento del Hijo fue para que Él se encarnara, cuando el Verbo eterno Se hizo carne (Juan 1:14); así también, el advenimiento del Espíritu fue para que Él Se encarnara en los redimidos de Cristo: como el Salvador les había declarado, el Espíritu de verdad «estará en vosotros» (Juan 14:17). Este es un paralelo verdaderamente maravilloso. Así como el Hijo de Dios Se hizo hombre, habitando en un «templo» humano (Juan 2:19), así la Tercera Persona de la Trinidad estableció Su morada en los hombres, a quienes se dice: «¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?» (1 Corintios 3:16). Como el Señor Jesús Le dijo al Padre: «Mas me preparaste cuerpo» (Hebreos 10:5), para que el Espíritu pudiera decirle a Cristo: «Mas me preparaste cuerpo» (cf. Efesios 2:22).
10. Cuando Cristo nació en este mundo, se nos dice que Herodes «se turbó, y toda Jerusalén con él» (Mateo 2:3); de la misma manera, cuando se nos dio el Espíritu Santo, leemos: «Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos » (Hechos 2:5-6).
11. Se había predicho que cuando Cristo apareciera, no sería reconocido ni apreciado (Isaías 53), y así sucedió. De la misma manera, el Señor Jesús declaró: «el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce» (Juan 14:17).
12. Así como las afirmaciones mesiánicas de Cristo fueron puestas en duda, así el advenimiento del Espíritu fue desafiado de inmediato: «Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?» (Hechos 2:12).
13. La analogía es aún más cercana: así como Cristo fue llamado «bebedor de vino» (Mateo 11:19), ¡así se dijo de los llenos del Espíritu: «Están llenos de mosto» (Hechos 2:13)!
14. Así como Juan el Bautista anunció el advenimiento público de Cristo (Juan 1:29), Pedro interpretó el significado del descenso público del Espíritu (Hechos 2:15-36).
15. Dios asignó a Cristo la ejecución de una obra estupenda, la de comprar la redención de Su pueblo; así de la misma manera, se Le ha asignado al Espíritu la tarea trascendental de aplicar eficazmente a Sus elegidos las virtudes y los beneficios de la expiación.
16. Así como en el desempeño de Su obra el Hijo honró al Padre (Juan 14:10), así en el cumplimiento de Su misión el Espíritu glorifica al Hijo (Juan 16:13-14).
17. Como el Padre rindió santa deferencia al Hijo al ordenar a los discípulos: «a él oíd» (Mateo 17:5), de la misma manera el Hijo muestra respeto por Su Paracleto al decir: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Apocalipsis 2:7).
18. Así como Cristo encomendó a Sus santos a la seguridad del Espíritu Santo (Juan 16:7; 14:16), el Espíritu entregará a esos santos a Cristo, como la palabra «tomaré» en Juan 14:3 lo implica claramente. Confiamos en que el lector encontrará el mismo deleite espiritual al leer este capítulo que el escritor al prepararlo.
En Pentecostés, el Espíritu Santo vino como nunca antes. Entonces sucedió algo que inauguró una nueva era para el mundo, un nuevo poder para la justicia, una nueva base para el compañerismo. Ese día, el temeroso Pedro se transformó en el intrépido evangelista. Ese día, el vino nuevo del cristianismo rompió los odres viejos del judaísmo, y la Palabra salió en una multiplicidad de lenguas gentiles. Ese día parece que más almas fueron verdaderamente regeneradas que durante los tres años y medio del ministerio público de Cristo. ¿Qué había pasado? No es suficiente decir que el Espíritu de Dios fue dado, porque Él había sido dado mucho antes, tanto a individuos como a la nación de Israel (Nehemías 9:20; Hageo 2:5); no, la pregunta urgente es, ¿ en qué sentido fue dado entonces? Esto nos lleva a considerar cuidadosamente el significado del advenimiento del Espíritu.
1. Fue el cumplimiento de la promesa divina. Primero, del Padre mismo. Durante la dispensación del Antiguo Testamento, declaró, una y otra vez, que derramaría el Espíritu sobre Su pueblo (cf. Proverbios 1:23; Isaías 32:15; Joel 2:28, etc.), y ahora estas declaraciones de gracia fueron consumadas. Segundo, de Juan el Bautista. Cuando estaba conmoviendo los corazones de las multitudes con su llamado al arrepentimiento y su llamado al bautismo, muchos pensaron que debía ser el Mesías esperado durante tanto tiempo, pero les declaró: «Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego » (Lucas 3:15-16). En consecuencia, lo hizo en el día de Pentecostés, como lo muestra claramente Hechos 2:32-33. Tercero, de Cristo. Siete veces el Señor Jesús confesó que daría o enviaría el Espíritu Santo: Lucas 24:49; Juan 7:37-39; 14:16-19; 14:26; 15:26; 16:7; Hechos 1:5, 8. De estos podemos notar particularmente, «cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre […] él dará testimonio acerca de mí» (Juan 15:26): «Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré » (Juan 16:7).
Lo que sucedió en Juan 20:22 y en Hechos 2 fue el cumplimiento de esas promesas. En ellas contemplamos la fe del Mediador: Él se había apropiado de la promesa que el Padre Le había dado: «Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís» (Hechos 2:33), fue por anticipación de la fe que el Señor Jesús habló como lo hizo en el pasaje anterior.
«El Espíritu Santo fue el regalo de ascensión de Cristo por Dios, para que Él pudiera ser otorgado por Cristo, como Su don de ascensión a la iglesia. Por eso Cristo había dicho: ´He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros´. Este fue el don prometido del Padre al Hijo, y el don prometido del Salvador a Su pueblo creyente. Qué fácil es reconciliar ahora la aparente contradicción de las palabras anteriores y posteriores de Cristo: ‘Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador’; y luego, ‘mas si me fuere, os lo enviaré’. El Espíritu fue la respuesta del Padre a la oración del Hijo, por lo que el don fue transferido por Él al cuerpo místico del que Él es cabeza» (A. T. Pierson en Los hechos del Espíritu Santo ).
2. Fue el cumplimiento de un tipo importante del Antiguo Testamento. Es esto lo que nos explica por qué el Espíritu fue dado el día de «Pentecostés», que era una de las principales fiestas religiosas de Israel. Así como hay un significado profundo en el hecho de que Cristo haya muerto el día de la Pascua (siendo el antitipo de Éxodo 12), así también hay una verdad profunda detrás del hecho de la venida del Espíritu 50 días después de la resurrección de Cristo. El tipo está registrado en Levítico 23, al que aquí solo podemos hacer una breve alusión. En Levítico 23:4 leemos: «Estas son las fiestas solemnes de Jehová».
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