La primera de ellas es la Pascua (versículo 5) y la segunda la de los «panes sin levadura» (versículo 6, etc.). Las dos unidas entre sí hablando del Cristo sin pecado ofreciéndose a Sí mismo como sacrificio por los pecados de Su pueblo. La tercera es la de la «gavilla mecida» (versículo 10, etc.), que fue la «primicia de los primeros frutos» (versículo 10), presentada a Dios «el día siguiente del día de reposo (judío)» (versículo 11), una figura de la resurrección de Cristo (1 Corintios 15:23).
La cuarta es la fiesta de las «semanas» (cf. Éxodo 34:22; Deuteronomio 16:10, 16) así llamada debido a las siete semanas completas de Levítico 23:15; también conocida como «Pentecostés» (que significa «Quincuagésimo») debido a los «cincuenta días» de Levítico 23:16. Fue entonces cuando se empezaba a recoger el resto de la cosecha. En ese día, se requería que Israel presentara a Dios «dos panes para ofrenda mecida», que también eran designados como « primicias para Jehová» (Levítico 23:17). El anti tipo de la salvación de los 3 000 en el día de Pentecostés: las «primicias» de la expiación de Cristo, cf. Santiago 1:18. El primer pan representaba a los redimidos de entre los judíos, el segundo pan era anticipatorio y apuntaba a la reunión de los elegidos de Dios de entre los gentiles, comenzada en Hechos 10.
3. Fue el comienzo de una nueva dispensación. Esto se insinuó claramente en el tipo de Levítico 23, porque en el día de Pentecostés definitivamente se requería que Israel ofreciera «el nuevo grano a Jehová» (Levítico 23:16). Claramente fue anunciado en un tipo aún más importante y significativo, a saber, el del comienzo de la economía mosaica, que tuvo lugar solo cuando la nación de Israel entró formalmente en una relación de pacto con Jehová en el Sinaí. Ahora es muy sorprendente observar que solo pasaron 50 días desde que los hebreos salieron de la casa de servidumbre hasta que recibieron la Ley por boca de Moisés. Salieron de Egipto el día 15 del primer mes (Números 33:3) y llegaron al Sinaí el primero del tercer mes (Éxodo 19:1, nota «en el mismo día»), que sería el cuarenta y seis. ¡Al día siguiente Moisés subió al monte, y tres días después la ley fue dada (Éxodo 19:11)! Asimismo, al igual que hubo un período de 50 días desde la liberación de los israelitas hasta el principio de la economía mosaica, ¡de la misma manera, el mismo tiempo transcurrió entre la resurrección de Cristo (cuando Su pueblo fue liberado del infierno) y el comienzo de la economía cristiana!
El hecho de que una nueva dispensación comenzó en Pentecostés aparece además de las «lenguas como de fuego » (Hechos 2:3). Cuando Juan el Bautista anunció que Cristo bautizaría «en Espíritu Santo y fuego» sus oyentes pudieron haberlo entendido como el castigo sobre otros pueblos ajenos a los judíos, pero a la vez es posible que más bien en sus mentes se hayan despertado otros pensamientos. Quizá ellos recordaron la escena en la que su gran progenitor le preguntó a Dios, Quien le prometió que heredaría esa tierra en la que era extranjero: «Señor Jehová, ¿ en qué conoceré que la he de heredar?» La respuesta fue «un horno humeando, y una antorcha de fuego …» (Génesis 15:17). Recordarían el fuego que vio Moisés en la zarza ardiente. Así como la «columna de fuego» que guiaba por la noche, y el Shekinah que descendía y llenaba el tabernáculo. Por lo tanto, en la promesa del bautismo de fuego, ¡reconocerían de inmediato la proximidad de una nueva manifestación de la presencia y el poder de Dios !
Una vez más, cuando leemos que «se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos» (Hechos 2:3), se encuentra más evidencia de que ahora había comenzado una nueva dispensación. «La palabra ‘sat’ en las Escrituras marca un final y un comienzo. El proceso de preparación ha terminado y el orden establecido ha comenzado. Marca el final de la creación y el comienzo de las fuerzas normales. ‘Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día’. No hay cansancio en Dios. Él no reposó de la fatiga: lo que significa es que toda obra creativa se realizó. La misma figura se usa para el Redentor. De Él se dice ‘habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, (Él) se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas’. Ningún otro sacerdocio se había sentado. Los sacerdotes del Templo ministraban de pie porque su ministerio era provisional y preparatorio, una parábola y una profecía. El propio ministerio de Cristo era parte de la preparación para la venida del Espíritu. Hasta que Él ‘se sentó’ en gloria, no podría haber dispensación del Espíritu… Cuando se completó la obra de la redención, el Espíritu fue dado, y cuando Él vino, ‘se sentó’. Él reina en la Iglesia como Cristo reina en los cielos» (Samuel Chadwick en The Way to Pentecost [El camino a Pentecostés]).
«Hay pocos incidentes más esclarecedores que el registrado en ‘En el último y gran día de la fiesta’ en Juan 7:37-39. La fiesta era la de los Tabernáculos. La fiesta propiamente dicha, duraba siete días, durante los cuales todo Israel habitaba en tiendas. Se ofrecían sacrificios y se observaban ritos especiales. Cada mañana uno de los sacerdotes traía agua del estanque de Siloé, y en medio del toque de trompetas y otras demostraciones de gozo, el agua era vertida sobre el altar. El rito era una celebración y una profecía. Conmemoraba la provisión milagrosa de agua en el desierto, y daba testimonio de la expectativa de la venida del Espíritu. En el séptimo día cesaba la ceremonia del agua derramada, pero el octavo era un día de santa convocación, el día más importante de todos.
«Aquel día no se derramó agua sobre el altar, y fue en el día sin agua que Jesús se paró en el lugar y clamó, diciendo: ‘Si alguno tiene sed, venga a mí y beba’ Luego añadió estas palabras: ´El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva´. El Apóstol agrega el comentario interpretativo: ´Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado´. ´Como dice la Escritura´. No existe tal pasaje en las Escrituras como el citado, sino que la parte profética de la ceremonia del agua se basaba en ciertos símbolos y profecías del Antiguo Testamento en los que el agua fluyó de Sión para limpiar, renovar y fructificar el mundo. Un estudio de Joel 3:18 y Ezequiel 47 proporcionarán la clave del significado tanto del rito como de la promesa de nuestro Señor.
«El Espíritu Santo ‘aún no había venido’, pero fue prometido, y Su venida debería ser del lugar de la sangre, el altar del sacrificio. El Calvario abrió la fuente de la cual brotó la bendición de Pentecostés» (Samuel Chadwick).
4. Era la Gracia de Dios fluyendo hacia los gentiles. Hemos considerado el significado del descenso del Espíritu y hemos señalado que fue el cumplimiento de la promesa Divina, el cumplimiento de los tipos del Antiguo Testamento y el comienzo de una nueva dispensación. También fue la Gracia de Dios fluyendo hacia los gentiles. Pero primero observemos y admiremos la maravillosa gracia de Dios que se extendió a los judíos mismos. En su encargo a los apóstoles, el Señor Jesús dio órdenes de que «se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén » (Lucas 24:47), no porque los judíos tuvieran ya un pacto permanente ante Dios, porque la Nación fue abandonada por Él antes de la crucifixión, cf. Mateo 23:38, sino para mostrar Su inigualable misericordia y soberana benignidad. Por consiguiente, en los Hechos vemos Su amor brillando en medio de la ciudad rebelde. En el mismo lugar donde el Señor Jesús había sido inmolado, ahora se predicaba el Evangelio entero, y tres mil personas eran avivadas por el Espíritu Santo.
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