1 ...8 9 10 12 13 14 ...17 3.20.Igual solución sería para el caso de Tamar, nuera de Judá, quien para tener relaciones sexuales con Judá se atavía como desconocida y atractiva sexoservidora con el propósito de seducirlo. Ambos forman parte de la genealogía de Jesús.
3.21.En Juan 11, 11 (26) los apóstoles dicen a Jesús que llegó la noticia de que Lázaro murió. Jesús responde: “Lázaro duerme”. Piensan los Apóstoles que Lázaro quizá no esté tan enfermo, o sea, para nosotros, los apóstoles objetivamente quedaron engañados. Tal vez la frase clave sea la que añadió Jesús: “pero voy a despertarlo”. Es decir, que Jesús no mintió, sino que afirmó algo real cuyo sentido profundo lo entenderían los Apóstoles mucho después.
4. REFLEXIONES SOBRE LOS CASOS PRESENTADOS
4.1.Los personajes bíblicos quedaron justificados porque en sus acciones y palabras mostraron progreso en la virtud, como en los casos de las parteras egipcias y Judit, y la que decapitó a Holofernes, o bien, se les justificó porque fueron inspirados, como en el caso de Rebeca y Jacob. ¿Y nosotros, que no tenemos esa justificación? Nuestra problemática tiene varias soluciones: la del secreto profesional (27) (caso 11); la del mal menor, como la dama que fingió tener sida (caso 8); la restricción mental, como la secretaria que dijo “El licenciado no está” (caso 5), o la de ocultar la verdad a quien no tiene derecho a obtenerla de mí, como la joven que respondió ser virgen (caso 2), o la esposa que negó engañar a su marido (caso 10). Esta última solución es más fácil y general.
4.2.Pero entonces el problema se retrotrae: ¿quién tiene derecho a que el interpelado le diga su verdad? Ése es otro problema y aquí no es el lugar para tratarlo. Me limité a poner ejemplos (casos 4 y 9) de alguien que, a mi parecer, sí tenía derecho a que el interlocutor le dijera la verdad, pero no intenté tocar el conjunto de la doctrina. Y ahora me limito a señalar casos difíciles.
Si en diálogo privado entre esposos uno pregunta a su pareja si le es fiel, ¿tiene el cónyuge derecho a que su pareja le diga la verdad? ¿Papás y mamás tienen derecho a que hija o hijo le diga toda la verdad sobre su comportamiento? ¿Miente quien hace falsa declaración de impuestos? ¿Una superiora religiosa tiene derecho a que sus súbditas le den cuenta de conciencia sobre el cumplimiento o incumplimiento de sus votos? Este último caso lo tiene resuelto el Derecho Canónico de la Iglesia: (28) superioras y superiores religiosos no deben pedir esta cuenta de conciencia a sus súbditas o súbditos. Éstas o éstos pueden ocultar la verdad si son interrogadas o interrogados. Ya ni necesitan descargar su conciencia; pueden ir con el confesor que ellos elijan.
5. CUANDO EL SILENCIO SE ANTEPONE AL MANIFESTAR LA VERDAD
Dejamos de lado el secreto profesional al cual ya hemos aludido. Ahora nos referimos al sublime estadio religioso descrito por Juan del Silencio (29) en su intensa meditación sobre Abraham. Por petición divina ha decidido Abraham sacrificar a su hijo Isaac, por lo que sube al Monte Moriah en largas horas de angustia. Isaac ve que llevan todo para el sacrificio, menos la más importante, y le pregunta a su padre sobre la víctima. Abraham le responde: “Dios proveerá, hijo mío”, o sea, no le da la respuesta directa. Abraham tampoco dijo a Sara ni a sus allegados quién sería la víctima. Juan del Silencio justifica el silencio de Abraham porque éste se encuentra en relación directísima con Dios, una relación en donde encalla lo ético. Esta relación es tan privada que nadie entendería a Abraham; lo considerarían un asesino.
¿Abraham es el único caso? Juan del Silencio piensa que habrá casos parecidos y los nombra caballeros de la fe . Lo ilustra con un joven novio en el mundo pagano. El día de la boda el joven va antes al templo y la novia lo ve pasar y se alegra, pues sin duda el novio va a orar a los dioses. Lo ve de nuevo cuando regresa del templo y lo espera gozosa hasta que aquél pasa delante y, sin decir nada a la novia, se va para siempre. El motivo fue que los dioses le anunciaron al novio que de casarse sucederían grandes tragedias. Se suscita la pregunta de si el novio debe comunicar esto a la novia y Juan del Silencio lanza la pregunta a tres instancias. La instancia estética consideraría cuál podría ser la solución más bella, digna de una novela o de una obra de teatro: el silencio o la comunicación; la instancia ética, mientras tanto, desdeñaría estas consideraciones y exigiría al novio la comunicación, y por su parte, la instancia religiosa se preguntaría primero si la voluntad celeste no le hubiera sido anunciada por un augur, sino por una relación privada y personal. Nos encontramos, por tanto, con la paradoja. Él no podría hablar aunque quisiera.
Nosotros no formamos parte de los casos bíblicos ni del estadio religioso kierkegaardiano, sino que formamos parte de la selva . Hemos intentado acotar el problema, pero por lo visto parece que no se puede aseverar de manera tajante que los que saben tienen la obligación de comunicar eso que saben, por más que hayamos afirmado “el saber que no se comunica es ignorancia”. Sin duda, toca hacer un buen discernimiento, máxime en los terrenos social, eclesiástico y político, en los que el pueblo casi siempre, por no decir siempre, tiene derecho a que le digan la verdad.
Un amante que mira con gran afecto a su amada le dice:
—Eres perfecta; no he encontrado en ti ningún defecto, esto es, sí tienes un defecto, pero lo realizas de tal manera que lo conviertes en otra cualidad.
La amada pregunta con cierta indiferencia:
—¿Cuál defecto?
Y el amante responde:
—El defecto es que mientes; pero lo conviertes en cualidad porque mientes divinamente.
Aristóteles, Política , Gredos, Madrid, 1988.
De Aquino, Tomás, Summa Theologiae , s/e, s/l, s/a.
Eco, Umberto, El nombre de la rosa , s/e, s/l, s/a.
García, Félix, Cilleruelo, Lope y Florez, Ramiro, Obras de San Agustín. Edición bilingüe. Tomo xii: Tratados morales , Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1954.
Gómez Robledo, Antonio, Política de Vitoria , Imprenta Universitaria, México, 1940.
Kierkegaard, Søren, El concepto de angustia , s/e, s/l, s/a.
La Biblia , San Pablo/Editorial Verbo Divino, Madrid, 1995. Carta de Santiago 2, 25. Efesios 4, 25. Éxodo 1, 15–21 y 20, 16. Génesis 12, 10–20; 20, 1–17; y 27. Josué 2, 1–16. Juan 2, 21 y 11, 11. Judit, 10–16. Lucas 24, 28. Sabiduría 1, 11. Salmo 5, 7; 118; y 142.
Suárez, Raymundo, Valbuena, Jesús y Colunga, Alberto, Suma teológica. Tomo ii: Tratado de la Santísima Trinidad, Tratado de la creación en general , Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1957.
1- Cfr . Aristóteles. Política , i, 1, 1253a.
2- Cfr . Antonio Gómez Robledo, Política de Vitoria , Imprenta Universitaria, México, 1940, p. 3.
3- Cfr. El sofista, 263e.
4- Cfr . Arist. Pol ...
5- Esta frase es en realidad del romano Plauto, aunque sea citada por Hobbes en el De Cive.
6- Opúsculo De Malo .
7- La exégesis actual no la identifica con el diablo.
8- Vid. La Biblia , San Pablo/Editorial Verbo Divino, Madrid, 1995.
9- Vid. Umberto Eco, El nombre de la rosa , s/e, s/l, s/a.
10- Cfr. Søren Kierkegaard, El concepto de Angustia , s/e, s/l, s/a, IV, 2.
11- Cfr. Félix García, Lope Cilleruelo y Ramiro Florez, Obras de San Agustín. Edición bilingüe. Tomo xii : Tratados morales , Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1954, p. 531.
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