Carlos Lazcano Sahagún - Kino en California

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Kino en California: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando Kino conoció California, quedó prendado de esta gran región y sus grupos indígenas. A pesar de que ya no regresó a ella, nunca la olvidó. A lo largo de sus cartas, informes y de su famoso Favores Celestiales, Kino la menciona constantemente. Todos sus proyectos y su presencia misma en Sonora, estuvieron en función de California. Sin su apoyo, el proyecto evangelizador de Juan María Salvatierra se hubiera sumado a la larga lista de fracasos por establecer esta provincia. Es así que sin Kino no se explica California, y sin California no se explica la Pimería. Este libro nos transmite esa excepcional y apasionante relación entre Kino y California, de la cual nació lo que hoy son los estados de Baja California Sur y Baja California. (ITESO) (ITESO Universidad).

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Casi todos estos tienen sus mujeres, y algunos, aunque pocos, más de una, y muchos hijos, y esto se entiende hablando solamente de los guaicuros más cercanos a este Puerto de La Paz, que es gente más belicosa. Pero los coras, que son más mansos y muy amigos de la nación española, son de un grandísimo número de gentío y almas. En el Puerto de San Bernabé o Cabo San Lucas hay también mucha gente, en otras alturas de esta grandísima isla de las Californias y en otras islas menores que están en la costa y contracosta. Y en la tierra adentro hay una infinidad de almas que con el favor del cielo, confío se han de agregar en pocos años al gremio de nuestra Santa Madre Iglesia. Y aunque hasta ahora no se ha entrado la tierra adentro, sino cuatro o cinco leguas, por la falta de los caballos que se aguardaban en la Capitana, y no hemos dado con algún río, hemos hallado tres o cuatro lindísimos aguajes, abundantísima leña, una lindísima salina o laguna de sal, muchísimo y muy buen pescado y muchos comederos de perlas de donde han sacado perlas, y algunas de muy buen porte, y si hubiera buzos no hay duda su Majestad, que Dios guarde, pudiera presto alcanzar una linda compensación de los gastos reales y tan apostólicos y católicos que se han hecho o pueden ser necesarios para la conquista y conversión de esta California, y para el bien y eterna salvación de tantas almas y maduras mieses que promete esta grandísima isla y casi otra Nueva España en el tamaño.

Lo que sí me parece será muy necesario, es el procurar que haiga paz, concordia, contento y gusto entre los señores españoles soldados y marineros con su cabeza, que aquí lo es el señor Almirante, y también entre ellos mismos, que por falta de estas cosas sucederá no se tenga tampoco paz con los indios, cosa hora en los principios parece ser muy necesaria.

El designio que ahora lleva el señor Almirante es de que esta Almiranta, de aquí a cuatro o cinco o seis semanas, pase a Chacala o Matanchel por los bastimentos del Rey Nuestro Señor, que Dios guarde.

Hasta aquí escribo en la gran bahía de La Paz, a diez y seis de julio. Cuando lleguemos a la Nueva España escribiré, con el favor del cielo, de esta navegación y nuestra llegada, y en el ínterin haré un pequeño mapa de lo que hemos visto, hasta que Nuestro Señor sea servido con el tiempo, con ver más tierras, islas y puertos poblados de muchas almas, envíe otros mapas mayores.

Vuestra Reverencia en sus Santos Sacrificios prosiga encomendándonos a su Divina Majestad.

Hoy día a veinte y uno de julio llegamos a este nuevo y muy lindo puerto de San Lucas, en la provincia de Sinaloa, que está en altura de veinte y seis grados y treinta y tres minutos. Desde ayer escribimos el señor Almirante y yo al padre de Ahome, y también al padre visitador. Aguardamos las respuestas.

Desde ayer, julio veinte y tres, hemos recibido cartas del padre Nicolás Ponce, de Ahome. Vinieron tan llena de muchísima caridad y amor, acompañadas de buenos refrescos y ofrecimientos de bastimentos, trigo, maíz y carne, que ha sido de grandísimo consuelo y alivio a todos, particularmente al señor Almirante a quien por otros caminos no han faltado ocasiones de disgustillos con su gente. El padre Goñi en muchas cosas está tan de su parte del señor Almirante que algunos lo llevan a mal. Yo procuro, y he procurado, y con el favor de Dios procuraré las cosas de una y otra parte con la mayor paz y suavidad que pudiere. También han sido de gran consuelo, particularmente del señor Almirante, el haber oído de la carta del padre Ponce, las noticias del obispado del ilustre señor don Isidro de Sariñana y Cuenca. Al contrario, nos fue de grandísimo desconsuelo el oír que la Capitana, desde fines de mayo había salido de Yaqui para volver con los bastimentos a las Californias, pero como en dos meses no ha parecido, temen casi todos no le haya sucedido alguna fatalidad. Acerca de la Balandra hemos oído que no ha mucho que ella estuvo en Mazatlán.

A veinte y cinco de julio vino a vernos el padre Nicolás Ponce, trayéndonos con mucha caridad notable alivio y socorro de algunos bastimentos. A veinte y siete se volvió a su pueblo de Ahome para socorrer al señor Almirante con el maíz, trigo, frijol y carne que en sus partidos tiene, que será casi la cantidad de bastimentos que para ahora se piden.

A treinta de julio, dichosa víspera de nuestro padre San Ignacio, recibimos muchas cartas de Sinaloa y noticias de la Capitana, que estaba en Yaqui, que los vientos contrarios no la dejaron pasar adelante. También el padre visitador consoló mucho al señor Almirante, escribiéndole manda a los padres le socorrieran cuanto antes con cuanto podían y con todo aquello que el señor Almirante pedía y necesitaba para socorro de sus navíos.

A cuatro de agosto recibimos de Yaqui y Mayo respuestas a las cartas con que les habíamos dado noticias a los padres de nuestra llegada, y juntamente cartas del capitán don Blas de Guzmán que es capitán de mar y tierra de la Capitana, y de otros muchos que actualmente estaban en la Capitana, que como de las cartas que el señor Almirante y yo habíamos escrito a los padres, de la altura de este puerto de San Lucas, sabían estar en veinte y seis grados y treinta y tres minutos, vendrían cuanto antes en dicha Capitana a este puerto de San Lucas para juntarse con nosotros y para que juntos pasásemos a proseguir con la empresa. Supimos que los continuos vientos sures, no solamente habían dado lugar a que la Capitana pudiera a las Californias, sino que por tres veces la obligaron a arribar a Yaqui y haberse vistos necesitados de echar los diez y nueve caballos y unas mulas al mar y muchos carneros, etc.

El señor Almirante, por habérsele ido de aquí parte de su gente, como diez u once personas, se ha visto unas veces muy afligido, pero la muy grande caridad con que con toda prontitud los padres le prometen todo género de socorro, le ha animado y consolado muchísimo. Sé que el señor Almirante le escribirá a México a cinco de agosto. Con el parecer del padre visitador se fue el padre Goñi a Mayo y Tepane para dar prisa a los que nos han de traer bastimentos.

Aquí va el mapa de las costas, puertos, islas y ríos, que hemos visto y observado en estas nuestras navegaciones. Va también un catálogo de las quinientas palabras de la lengua de las Californias que los tres meses y medio que allá vivimos, apuntamos y aprendimos.

Ahora por horas estamos aguardando la Capitana y parte de los bastimentos de esta Almiranta, y confío que ha mediado el mes que viene, y quizá más presto, pasaremos a proseguir con la conquista y conversión de las almas de la California.

De todo procuraré avisar a Vuestra Reverencia, con otra carta, cuya vida guarde Dios los más felices años, de mis deseos.

De este Puerto de San Lucas y agosto diez de mil seiscientos y ochenta y tres años.

Muy siervo de Vuestra Reverencia.

Eusebio Francisco Kino

103- AGI M 56. Mathes [9]: 328-333.

Documento 12

Agosto 12 de 1683

Kino escribe a la Duquesa. (104) A bordo de la Almiranta, anclada en el puerto de San Lucas, Sinaloa

Pax Christi Iesu.

Excelentísima señora Duquesa de Abeiro y Arcos, etc.

Alegrareme en el alma ésta halle a su Excelencia y a su bendita mariana familia, que tengo [en] mi corazón, con la muy complida salud que le deseo; la mía está, gracias a Dios, buena, y muy a la orden de su Excelencia.

A los principios deste año de 1683, quando, en el puerto de Chacala, estávamos para embarcarnos para passar a la California, y, en otras ocasiones los meses antecedentes, escriví a su Excelencia; holgaréme mis cartas ayan llegado a las manos de su Excelencia.

Ahora, por el bien de aquellas almas de dicha California, supplico a su Excelencia tenga la que aquí dentro va por propria y, después de haver della sacado las noticias que fueren de su agrado, me haga favor de remittirla a Roma al Padre asistente Juan Marín, y me perdone la mucha llaneza acompañada de mayor atrevimiento.

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