Cuando llega a la casa de su amigo (y suegro) , se entera incrédulo del riesgo que había corrido, mientras decenas de funcionarios y diplomáticos se acercan para comprobar el estado de salud del presidente.
Las pericias determinaron que los proyectiles utilizados estaban regados con bicloruro de mercurio , un letal veneno que hubiera terminado con la vida del mandatario con apenas un roce. Los hermanos Pedro y Francisco Guerriy otro de nombre Luis Casimiro, marineros marginales desocupados sin experiencia confesaron todo y acusaron a López Jordán de haberlos conchabado, a través de terceros, por la suma de 10.000 patacones que debía pagarles un tal Aquiles Sesaburgo, que tiempo después fue asesinado en el Uruguay por otro sicario, supuestamente a órdenes del mismo entrerriano. Pero lo que los delincuentes ignoraban es que la esposa de uno de ellos había advertido a las autoridades del atentado en ciernes, y que el comisario Floro Latorrehabía dispuesto una discreta custodia en la esquina elegida, que luego le permitió detener a los atacantes. Ricardo López Jordán fue hecho prisionero y alojado en la cárcel de Rosario, desde donde logra escapar en 1879, con la ayuda de su esposa Dolores Puig, disfrazado de mujer, para asilarse en el Uruguay, país que lo cobijó, a pesar de los reclamos del gobierno argentino, por haber nacido en Paysandú.
La “vendetta” de los Urquiza
En 1888 López Jordan regresa a la Argentina, al ser amnistiado por el presidente Juárez Celman, decide quedarse a vivir en Buenos Aires, y hasta solicita su reincorporación al Ejército, lo que le es denegado. Cuando el 11 de setiembre se produce el fallecimiento de Sarmiento, López Jordán asiste a las espectaculares exequias que se llevan a cabo 10 días después y observa el paso lento del cortejo fúnebre presidido por el carruaje majestuoso que viborea lentamente entre las calles iluminadas con faroles enlutados con crespones negros hasta llegar a la Recoleta. Literalmente, ve pasar el cadáver de su enemigo .
Siempre decimos que la historia presenta epílogos impactantes. Sarmiento sobrevivió a las balas envenenadas de López Jordán, pero éste no pudo eludir los dos certeros balazos de un tal Aurelio Casas,un sujeto de 27 años, alto, moreno, de bigote renegrido, que terminaron con su vida en Buenos Aires el 23 de junio de 1889. Para ello el asesino había utilizado un costoso revólver Lafaucheaux calibre 12, una de cuyas balas atravesó la masa encefálica. López Jordán es herido justo al pasar frente al N° 562 de la calle Esmeralda, domicilio de uno de los hijos de Urquiza, de nombre Diógenes. Demasiada coincidencia. Un mero u ocasional atracador callejero no podía portar un arma de última generación como esa, de uso militar y de origen francés. Debía tratarse de un “ajuste de cuentas” perfectamente planificado y financiado. Y en realidad así fue.
Siendo detenido, el homicida declaró que lo suyo fue para vengarse por el fusilamiento de su padre. Pero en realidad, según afirma el historiador Fermín Chávez, se supo que la familia de Urquiza, que luego del magnicidio en el Palacio San José se había establecido en Buenos Aires, había reunido una cifra considerable para la época para pagar al sicario (unos 70.000 pesos fuertes), que no la pasó tan mal porque si bien fue condenado a cadena perpetua, el 25 de mayo de 1919 fue indultado por el presidente Hipólito Yrigoyen, hecho muy llamativo que tuvo casi nula repercusión histórica.
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