Gonzalo Pereyra Saez - En busca de la tranquilidad

¡DESEO QUE USTED TENGA UNA VIDA MÁS TRANQUILA!

Notas

1 Depue y Morrone-Strupinsky, 2005; Le Doux, 1998; Panksepp, 1998.

Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión. La gente debe aprender a odiar, y si puede aprender a odiar, se les puede enseñar a amar, porque el amor viene más naturalmente al corazón humano que su contrario.

Nelson Mandela , Premio Nobel de la Paz 1993

L a tranquilidad , que en este libro podemos considerarla sinónimo de “calma”, “satisfacción”, “paz”, y “serenidad”, es una emoción positiva cuya publicidad no es tan alta como la de la felicidad. Existe bastante literatura científica, y sobre todo de autoayuda, dedicada a buscar e incrementar la felicidad, y es por eso incluso que el nombre de este libro parodia al de la película de Will Smith “ En busca de la felicidad ”, que debo confesar me encanta y es una de mis preferidas. Sin embargo, hablar de estar quietos y tranquilos, a veces pareciera peligroso.

En la actualidad tendemos a suponer que debemos estar siempre felices, lo cual implica estar jocosos, alegres, sonrientes y sociables, pero no de la misma forma estar tranquilos, dado que se asocia a un estado del cuerpo en el que no se produce ni se hace nada. La falta de producción se equipara a inutilidad, y por ende a la exclusión social y del mercado. Además, dado que la alegría o la diversión se asocian al éxito, y vivimos en una cultura fundamentalmente exitista, cualquier tipo de emoción alternativa puede ser mal vista.

Es importante diferenciar la tranquilidad de la indiferencia o la apatía, en las cuales no habría lugar al sentir, es decir que estarían dadas por la ausencia de emocionalidad. Por el contrario, cuando hablamos de tranquilidad, nos referimos a un estado de la mente y el cuerpo que incluye un marcado componente afectivo. Pese a ello, como estamos acostumbrados a las emociones intensas, la tranquilidad parece ser inadvertida.

Suele ser bastante habitual que al atravesar un momento de tranquilidad, no seamos conscientes de ello, pero muchas veces lo mismo ocurre cuando transitamos otras emociones.

Y el reconocimiento de nuestras emociones es un factor sumamente importante en el proceso de la regulación emocional, porque es lo que nos permite ponerle nombre a eso que sentimos, y de esa forma logramos el primer paso para generar control sobre nuestra dimensión afectiva.

Puede que cuando estemos tranquilos, por ejemplo, pensemos que nada importante nos está ocurriendo, como si necesitáramos de la intensidad emocional para sentirnos bien con nosotros mismos. Es probable que esto se deba a los condicionamientos sociales respecto a lo que debemos sentir, como si un mandato de la cultura dictaminara: “ debes estar feliz, y expresarlo con tus gestos y comportamientos ”. Y de esta manera puede resultar habitual que si no sonreímos tanto como lo socialmente estipulado, en seguida despertemos una alarma a nuestro alrededor que advertiremos cuando alguien nos pregunte: “¿ te ocurre algo malo ?”

Por su parte, Hollywood nos tiene bastante acostumbrados a experimentar emociones fuertes, y pareciera que de alguna manera nos volvemos dependiente de ellas. Vivimos con gran pasión una cultura del cine (hoy quizás a la vista en mayor medida por Netflix), que nos enseña a sentir determinadas emociones, desde el amor romántico de “ Diario de una pasión ” hasta el terror generado por películas como “ El conjuro ”. Reímos, lloramos, nos asustamos, y hasta nos enojamos mientras nos encontramos sentados ante un televisor, en el cine, con la tablet o incluso, mirando el teléfono celular.

Quizás sean varios los motivos por los cuales no conectamos adecuadamente con la tranquilidad, desde los psicológicos propios, hasta los socio-culturales, y esa la razón por la cual este libro nos invita a encontrarnos nuevamente con la tranquilidad, intentando que no sea entendida exclusivamente como una forma de “no hacer”, sino como una emoción que nos posibilita incrementar recursos personales y mejorar la salud.

En el año 2000, Bárbara Fredrickson, una psicóloga e investigadora de la Universidad de Michigan, obtuvo el Premio Templeton de Psicología Positiva , tras desarrollar su teoría de las emociones positivas , que fue muy aceptada por la comunidad científica norteamericana. Esta investigadora reconoció la existencia de cinco emociones positivas (interés, alegría, tranquilidad, gratitud y amor), y logró describir la función de cada una de ellas.

En primer lugar, su aporte más interesante consistió en reconocer que, a diferencia de las emociones negativas, las cuales estrechan nuestra atención y nos impulsan a tener comportamientos concretos (por ejemplo: el miedo a huir, el enojo a defendernos, la tristeza a reparar), las emociones positivas amplían el foco de nuestra atención y nos permiten incrementar nuestros recursos físicos, sociales e intelectuales.

Por ejemplo, la emoción del interés nos permite prestar atención y aprender, lo cual nos proveerá de conocimientos nuevos de los cuales podremos hacer uso en circunstancias futuras de amenaza u oportunidad. De esta forma, Fredrickson afirmaba que las emociones positivas tenían una función evolutiva muy importante, que era la de incrementar recursos personales y hacerlos perdurables, acrecentado de esta manera las reservas a las que podemos recurrir más adelante.

Por su parte la tranquilidad, que debe distinguirse del placer, el cual se asocia a la satisfacción de una necesidad corporal como comida, descanso o sexo, constituye una emoción positiva que surge en un contexto de seguridad y certeza, y nos incentiva a procesar las circunstancias ocurridas más recientes o a saborear la experiencia momento a momento. Esto nos permite a su vez experimentarnos a nosotros mismos, y a nosotros mismos en relación al resto del universo, integrando eventos recientes a nuestra autoimagen y a nuestra visión del mundo, creando un nuevo sentido de nosotros mismos y una nueva visión de lo que nos rodea.

En esta línea entonces, decimos que nos permite ampliar la atención y flexibiliza nuestros esquemas de pensamiento, lo cual nos predispone a conectarnos con las posibilidades, y a largo plazo construir nuevos recursos personales y sociales. Veamos un ejemplo:

Ahora me encuentro en mi casa, percibo a mí alrededor y no encuentro motivos para preocuparme. La cena está en proceso, cocinándose en el horno. Me siento tranquilo en este preciso momento, y pienso acerca de lo bien que me sentí hoy dando clases de Mindfulness en la clínica. Me doy cuenta de que hace varios años que practico esta disciplina, y que he aprendido mucho, pero sobre todo, soy consciente de que elijo esta vida, y de que estoy ayudando a muchas personas a lidiar con sus mentes condicionadas y a trabajar con emociones difíciles. También siento que ellos me ayudan a mí. Me siento en paz con el universo, y tengo ganas de seguir aprendiendo, conociendo del mundo, leyendo libros y escuchando a las personas.

Otra función esencial de la tranquilidad es la de contrarrestar el efecto de las emociones negativas, lo cual resulta esencial para cuidar nuestra salud. Ya sabemos y tenemos bastante evidencia respecto al modo en que la ansiedad y el estrés crónicos generan un impacto adverso en nuestro organismo, tanto a nivel físico como psicológico. Sin embargo, también hay experimentos que demuestran, por ejemplo, que las secuelas cardiovasculares de las emociones negativas se pueden reducir con la activación de emociones positivas como la tranquilidad.