Autores Varios - Estereotipos interculturales germano-españoles

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Estereotipos interculturales germano-españoles: краткое содержание, описание и аннотация

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Desde un punto de vista intercultural, la construcción y la transmisión de estereotipos constituyen un fascinante proceso de acercamiento y distanciamiento entre culturas y países. Los orígenes literarios de este proceso surgidos a lo largo de la historia de las relaciones entre España y los países de habla alemana son los campos temáticos que han guiado la elaboración de este libro.

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En cualquier caso, la algo aburrida rutina diaria influía en la percepción del mundo extraño de Andalucía, de tal modo que a menudo se veía obligado a contar en sus cartas situaciones irónicas o graciosas, como por ejemplo:

El otro día mientras paseaba y delante de mí transitaban algunas de esas mujeres con unas de esas colas, llegó un burro bien cargado pisando por encima del estiércol y no encontró otro lugar, que pisar con las cuatro patas encima de una de esas colas, lo que nos provocó tanto a mí como a los otros una carcajada.

En otro orden de cosas encontramos pequeñas apreciaciones como esta: «En España no se encuentra ni un libro en alemán, ni tan siquiera la Helvetica Sancta» (carta a la madre del 22 de mayo de 1730). Segesser se refiere a una colección de leyendas de santos que conocía de Suiza, pero que en el mercado editorial español no le había sido posible encontrar ni en español ni en alemán.

En general tenemos que ser prudentes con nuestra investigación, ya que Segesser descarga algo de su frustración y de su larga y vacía espera en su entorno social, y se mofa de los españoles de manera bastante injusta, como en el fondo él mismo reconoce: «Por lo demás no es agradable vivir aquí, a causa de esta aburrida espera aparece una mala satisfacción y uno no ve sino malas caras» (carta a la madre desde El Puerto de Santa María, el 4 de septiembre de 1730). Por otra parte encontramos quejas que sí están justificadas, y que incluso hoy serían pertinentes, cuando por ejemplo un suizo es identificado en España sin más como un alemán, porque allí no se distingue entre los diferentes dialectos:

Si hubiera tenido que hablar con él más a menudo, sin que me hubiera preguntado de dónde era, ya que creen que todos los alemanes proceden de los países del Imperio. Si no me hubiera hecho entender igualmente y le hubiera recomendado el mío (carta al hermano del 10 de septiembre de 1730).

Si por el contrario buscamos muestras potenciales de un contacto más estrecho y personal por parte de Segesser con los españoles, que ciertamente hubo de producirse, ya que aprendió bastante rápidamente la lengua, nos veremos decepcionados. Probablemente porque la perspectiva que domina sus cartas tiene que ver con sus preparativos para el viaje, con sus ejercicios religiosos y su estado emocional, y porque a través de las cartas lo que quiere es mantener, tanto como sea posible, el contacto estrecho con su familia, de manera que el mundo español queda muchas veces relegado a un segundo plano, a pesar de haber permanecido tanto tiempo en Sevilla.

OTROS MISIONEROS ALEMANES EN ESPAÑA: JOSEPH OCH E IGNACIO PFEFFERKORN

El padre Joseph Och (1725-1773), de ascendencia noble y originario de Würzburg, inició su gran viaje hacia el Nuevo Mundo en 1754, para desempeñar allí, en la misma zona que Segesser, su tarea como misionero. En un primer momento estaba previsto que fuera a Paraguay, pero debido a graves informes sobre el supuesto Rey de los Jesuitas, Nicolás, a sus superiores les pareció mejor desviarlo a México, donde asistió desde finales de año al padre Kaspar Stiger, que también procedía de Suiza y era muy amigo de Segesser. No obstante, Och empezó a padecer muy pronto considerables problemas de salud que lo convirtieron finalmente en un lisiado, hasta el punto de tener que renunciar formalmente en 1764 a su misión en Baseraca. Regresó a Europa después de la expulsión de los Jesuitas y más tarde redactó un amplio informe sobre Sonora que en 1809 fue publicado en Halle por el erudito Christoph Gottlieb von Murr (Hausberger, 261-265; Classen, 2000; Och, 1809).

Och se expresa de manera mucho más detallada que Segesser sobre sus experiencias durante el viaje hacia y por España y nos proporciona incluso descripciones de ciudades bastante exactas, como por ejemplo, de Cartagena y su puerto, que considera como uno de los más bonitos del mundo (8). Además, tenemos noticia de aspectos más insignificantes o más importantes que tienen que ver con sus contactos personales, sin que por ello tengamos que entrar en todos los detalles, pero que se refieren especialmente a Cádiz y al Puerto de Santa María. Al igual que Segesser y otros misioneros, Och y sus camaradas se aburrían durante la larga espera hasta que les fuera permitido navegar hasta América:

No teníamos otra cosa que hacer que aprender la lengua española, porque los españoles no son grandes amantes del latín, y aún menos soportaban cuando hablábamos en alemán entre nosotros. La lengua alemana la consideran una lengua de herejes y por eso nos decían siempre: ¡Hablen ustedes en cristiano! (12-13).

En un diccionario descubrió incluso la definición de Germanía como una lengua de bellacos o gitanos (13), pero igualmente se calumniaba abiertamente en España a los bohemios y a los checos, que en un diccionario francés eran definidos igual que los artistas (13), lo que según Och podía suponer un malentendido. En oposición a esto elogia el autor la belleza de la lengua española, que se asemejaba mucho al latín y era fácil de aprender (13). Con gran admiración describe Och la costa y la zona poblada de vegetación a sus orillas, de la que le llaman especialmente la atención los naranjos (14-15).

Tanto Cádiz como Sevilla constituyen puntos importantes en la descripción del viaje de Och, concentrándose especialmente en la arquitectura, los precios de los alquileres, la producción de azulejos y la reputación de ambas ciudades para el resto de los españoles. De la misma manera que se ve obligado a elogiar Cádiz y Sevilla, reniega también de las miserables condiciones del viaje, ya que apenas se encuentran posadas u hospederías donde poder alojarse o descansar (17). El autor se muestra enojado por las míseras condiciones y por los precios excesivos y concluye: «De esta manera se le quitan a uno las ganas de viajar a España» (19).

Och nos ofrece también un enfático relato del gran terremoto de 1755 y del posterior tsunami, como diríamos hoy en día. Detalla cuidadosamente precios, mercancías y otros aspectos económicos que están relacionados con el comercio entre España y el Nuevo Mundo. Observa especialmente el considerable margen de ganancia que los comerciantes consiguen con el vino: «Ahí se ve claramente qué útil y lucrativo es para España el comercio en la India, qué sumas de dinero tan asombrosas son conseguidas allí y por qué los españoles, celosamente, quieren excluir a otras naciones de este comercio» (28).

Toda la atención de los padres jesuitas está puesta, naturalmente, en los esfuerzos para ser embarcados tan pronto como sea posible y ponerse en marcha rumbo a México. Pero los impedimentos burocráticos por parte de los funcionarios españoles despiertan al satírico que Och lleva dentro, que se burla de todo ese minucioso procedimiento que se lleva a cabo en el puerto a la hora de registrar los cuerpos: «Ningún carnicero inspecciona un ternero como nosotros fuimos mirados y remirados por estos señores» (29). Al mismo tiempo informa Och de violentos ataques por parte del pueblo a todo el grupo de jesuitas, cuyo desalojo del barco fue confundido con una supuesta huida de todo el clero, lo que a su vez fue visto como una confirmación de una terrible profecía:

Los de fe más débil, la gente llana acostumbrada a antiguos cuentos, cuando vieron tantos jesuitas salir de una vez, imaginaron que éramos los padres del Colegio y que queríamos ponernos a salvo del peligro y poner pies en polvorosa, y dejarlos a ellos ante tanta necesidad en la estacada (28, recte 30).

Cuando por fin se deshizo el malentendido, todo el pueblo rompió alegremente a reír: «Estaban exultantes, nos deseaban mucha suerte en el viaje y nos dejaron zarpar» (31).

Lo que todo este retraso significó realmente para los padres jesuitas fue que casi perdieron la oportunidad de partir, ya que el nivel del agua del mar era en ese momento el adecuado y, de haberse demorado más la salida, este podría haber bajado, y ello habría hecho difícil, o incluso imposible, el zarpar. Además, surgieron una serie de complicaciones con el capitán, con la tripulación del barco y con un numeroso grupo de viajeros negros. Todo ello lo describe Och muy vivamente y arroja una luz significativa sobre las condiciones de viaje desde España a América. Condiciones, sin embargo, que no son de nuestro interés en este trabajo.

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