Por último, la tercera de las versiones ubica a Sócrates como el primer filósofo, y en esta línea la filosofía está unida a la política. La superación de la tragedia, se presenta en la sospecha, el rechazo por el destino que los dioses han marcado a los mortales; Sócrates decide su propia vida en orden a su êthos porque su dios habita en él según Max Horkheimer. De estas familiaridades entre filosofía, mito, ciencia y política; de sus desencuentros en la teoría, de sus aporías en la práctica, nace la filosofía como relato, episteme o acción.
No sabemos hasta qué punto es posible proponer que estas separaciones y divorcios, puedan reunirse en un mismo discurso y en un mismo temple de ánimo. Separar al filósofo del poeta, del científico y del político, lo deja en un punto fijo, estancado; desde el cual no podrá asumir las paradojas de todo devenir humano.
¿Qué pretenden o qué proponen aquellos que ven en la filosofía una superación del mito?, seguramente arribar a una forma de logos que puede evitar las arbitrariedades y el animismo propio de los mitos fundadores; que desvía la divinidad del centro a la periferia, ahora será el hombre y su propia razón la que explica el mundo y organiza la vida en sociedad. Lo humano es el centro del universo discursivo, racional, social y político; la verdad es asequible y por lo tanto encaminarse hacia ella es abandonar las creencias en los dioses y quitar la ambigüedad del discurso.
La filosofía insiste en que las acciones y fines del hombre no deben ser producto de una ciega necesidad. Ni los conceptos científicos ni la forma de la vida social, ni el modo de pensar dominante ni las costumbres prevalecientes deben ser adoptadas como hábito y practicadas sin crítica (...) Cuando se dijo que la tensión entre filosofía y realidad es fundamental, no comparable a las dificultades ocasionales que debe afrontar la ciencia en la vida de la sociedad, ello se refería a la tendencia, inherente a la filosofía, a no dejar que el pensamiento se interrumpa en ninguna parte y a someter a un control especial todos aquellos factores de la vida que, por lo común, son tenidos por fuerzas fijas, incontrastables, o por leyes eternas. Precisamente con esto tuvo que ver el proceso contra Sócrates. A la exigencia de someterse a las costumbres sancionadas por los dioses y de adaptarse incondicionalmente a un modo de vida heredado por tradición, opuso él que el hombre debe analizar sus acciones y configurar él mismo su destino. Su Dios habitaba en él, o sea en su razón y en su voluntad. Hoy la filosofía ya no discute acerca de dioses, pero la situación del mundo no es menos crítica.4
Para los griegos el mundo es un caos que se ordena, el hombre y la sociedad son ordenamientos que devienen de un periodo arcaico caótico; los mitos ofrecen una argumentación al respecto y la tragedia es su expresión literaria. Si el logos cumple la función ordenadora, siendo sus portavoces la filosofía y la ciencia, no sólo se ordena el individuo y el grupo bajo un orden social, sino que además se inaugura una definición de libertad que hace de finalidad para toda acción humana ética y política. Esto forma parte de la versión oficial de los comienzos de la filosofía, que luego continuará en la tradición ilustrada e idealista en la que el caos, el destino trágico, las contradicciones y contrariedades, son superadas por la misma razón humana, universal, ordenadora y benevolente.
Sin embargo, debemos admitir que existen otras miradas con relación a las cuestiones aquí planteadas, ya que algunos autores realzan la función “didáctica” del pensamiento trágico, al ver que éste ayuda a comprender el pólemos , porque convive desde siempre con el conflicto. La tragedia es un desajuste entre la palabra y el sujeto porque no se organiza según la lógica ni sus principios aristotélicos5; es un género didáctico y es un tiempo fuera del tiempo : irrumpe en la continuidad, rompe con la linealidad, deja aparecer lo novedoso, lo inesperado, el desconcierto dice Eduardo Rinesi.
La filosofía ha querido evitar el conflicto, el desorden, la barbarie de lo otro, desde un modo de definir lo racional acorde a esa pretensión de paz y civilidad que, en especial los filósofos modernos como Immanuel Kant, anhelaban para el porvenir de esa ilusión .
Desde la duda metódica cartesiana que toma todos los recaudos ante la posible existencia de un genio maligno , hasta el sueño dogmático del que Hume lo despierta a Kant, genio y sueño son en definitiva mitos que alimentan la escena filosófica desde el inconsciente colectivo de la comunidad filosófica moderna.
A pesar de esto, no es éste el único camino que ha optado el quehacer filosófico, en las tradiciones que heredamos están las que establecen el orden, también las que aceptan el desorden y quienes se atreven a una posición conciliadora entre ambos extremos. En todo caso, nos quedamos con aquella que define a la filosofía como una teoría consistente de la inconsistencia en la propuesta de Alain Badiou.
Mito, que se reconoce a sí mismo como narración y ficción que se encuentra tanto en la mitología como en la literatura en general, forman parte del ritual de la filosofía; aceptarlo o negarlo tendrá consecuencias en el viejo problema de la relación entre teoría y práctica, sus condiciones de posibilidad y sus alcances.
Siempre existirá algo en el orden del discurso y de alguien que lo enuncia, que escapa a la noción de realidad como “materialidad concreta”. Qué busca el sujeto es tanto del orden de lo real como del orden de lo imaginario. Animal simbólico que observa en el espejo su propio rostro representado o su doble, que mira en los otros su semejanza o su alteridad, que ve desde la teoría realidades que se nutren del recurso irreal de la novela, de la poesía, del drama.
Nada es suficiente, ni la palabra, ni el silencio, ni la nada misma, para definir el ser, o lo que Umberto Eco presenta como “La aporía del ser aristotélico”.
El drama del ser no es que es sólo efecto del lenguaje. Es que ni siquiera el lenguaje lo define. No hay definición del ser. El ser no es un género, ni siquiera el más general de todos, y, por lo tanto, escapa a cualquier definición, si para definir hay que usar el género y la diferencia específica. El ser es lo que permite cualquier definición sucesiva. Pero cualquier definición es efecto de organización lógica y, por lo tanto, semiósica del mundo. Todas las veces que intentáramos garantizar esa organización recurriendo a ese parámetro seguro que es el ser, volveríamos a caer en el decir, esto es, en ese lenguaje cuya garantía estaríamos buscando. (...) si el ser es el horizonte de partida, decir algo “que es” no añade nada a lo que ya se ha dado como evidente por el hecho mismo de nombrar ese algo como tema de discurso. El ser proporciona el soporte a cualquier discurso, excepto al que mantenemos sobre el ser mismo...6
El ser se expresa en el registro simbólico y al mismo tiempo se escurre, se disipa; si estamos dispuestos a aceptar esta circunstancia, podremos leer la ley más allá de la letra. Ley divina, ley humana, ley natural, ley que sujeta y sostiene al sujeto que habla, ese sujeto que es el filósofo tampoco está eximido de este acontecimiento.
Admitimos que son los griegos los primeros filósofos, que en ellos nacen diferentes tradiciones de las cuales somos herederos. Un filósofo debe escoger su herencia , propone Jacques Derrida.
Sócrates sobrevive a su tiempo, no como persona sino como personaje, aquel que resuena en la Apolog ía y reclama justicia. Dos preguntas que anuncian dos preocupaciones: ¿por qué la polis decide matar al filósofo? en Platón; ¿por qué el filósofo decide morir? como expone su diálogo Critón . Platón sugiere, por otra parte, que de la ficción del teatro hay que escapar, el arte falsifica, engaña, confunde. Ese escenario debe ser transformado, ya no se trata de persuadir, se trata de encontrar la verdad y demostrarla.
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