El libro se organiza en seis capítulos. En el primero exploro la situación actual en la historia de la construcción de naciones y me pregunto por una manera de abordar en una misma investigación dos problemas paralelos: por un lado, el de la modernidad y, por otro, el de la creación y reproducción. Adoptando un enfoque fenomenológico a través de los conceptos de «identidad», «experiencia» y «memoria», asumo que lo importante es reconstruir la historia de cómo la nación como concepto era empleada por los individuos de cada momento, o sea, una verdadera historia de las semánticas y los usos de la nación como categoría de práctica. 2Después trato las potencialidades y posibles complicaciones que tiene la utilización de un corpus de relatos de vida para llevar a cabo esa tarea, concreto los rasgos específicos de las ciento setenta narrativas utilizadas y c ontextualizo la era de las revoluciones como el momento histórico en el que fueron producidas. Finalmente, adelanto la propuesta teórico-conceptual que preside el trabajo, elaborada a partir de la literatura disponible y de las fuentes estudiadas. El objetivo de ofrecerla en este punto y no esperar al capítulo de comparaciones es facilitar al lector la valoración propia en la interpretación de las fuentes.
Los cuatro capítulos siguientes (del 2 al 5) conforman ese núcleo empírico. En ellos desarrollo cada uno de los casos dentro de sus particularidades y con sus preguntas específicas, utilizando una selección de materiales extraída del corpus. Dado que toda traducción es una interpretación y que los cinco idiomas de las fuentes aquí manejadas –inglés, francés, castellano, catalán y portugués– no resultan extraños al lector culto castellanoparlante, he optado por mantener las citas originales, sin perjuicio de aclaraciones puntuales y de algunos cambios cuando la mejora de la comprensión era sustancial. También he intentado mantener la extensión del trabajo en unos límites razonables. Este esfuerzo ha sido particularmente complejo en esos capítulos empíricos, pues la inclusión de todos los materiales del corpus probablemente habría triplicado el número de páginas que ocupan. Cada estudio de caso comienza con una breve introducción histórica particular y una consideración de la historiografía disponible en cada uno.
Respecto a los casos en sí, no cabe duda de su relevancia. La monarquía británica, la francesa, la hispánica y la portuguesa eran las más importantes de Europa occidental en la era de las revoluciones, con una dimensión transoceánica innegable en cada una de ellas. Junto con las Provincias Unidas de los Países Bajos, habían sido los principales poderes europeos en la primera fase de la globalización. En su carácter atlántico, fueron el epicentro de las primeras grandes revoluciones liberales y también, en algunos casos, de las primeras grandes contrarrevoluciones. Además, el interés de su consideración comparativa se ve justificado por otros elementos, como el nivel de interacción de los procesos desarrollados en los espacios que estas monarquías controlaban, las conexiones entre sus culturas y trayectorias institucionales, las migraciones y los intercambios de ideas, la participación e influencia mutua en los ciclos políticos particulares y la implicación conjunta en guerras y otras operaciones militares.
Es importante señalar que la organización de las unidades de la comparación en casos refleja las propias tendencias individuales de los sujetos y las estructuras políticas contemporáneas bajo las cuales vivían. Como se indica en otros lugares, no supone ningún apriorismo en la asignación de sentimientos o pensamientos, ni tampoco es un anacronismo contradictorio con la voluntad de desnacionalización de los marcos analíticos. En los casos en los que un sujeto no expresa ninguna identificación nacional o lo hace con una nación diferente a la hegemónica en el contexto en el que vive, se indica convenientemente.
El primer estudio de caso es el británico, correspondiente al segundo capítulo. En él se aborda la flexibilidad y fuerte presencia de los conceptos «nación» y «carácter nacional» ya en el siglo XVIII. Con ello se estudia la ambigüedad «inglés/británico», así como el papel de lo escocés, lo galés y lo irlandés. Se analiza también la reacción producida ante el advenimiento de la Revolución francesa y la conformación de una idea de superioridad civilizacional basada en las ideas de libertad y excepcionalidad política positiva.
El tercer capítulo trata el caso francés. Se estudia cómo la conciencia de superioridad de la «civilización francesa» existente en el siglo XVIII convivió con el universalismo liberal surgido en el periodo revolucionario. También se trata el efecto de la vivencia de la «patria en peligro», el papel del Imperio Napoleónico, y el de las resistencias a las transformaciones revolucionarias, donde se pusieron de manifiesto formas alternativas de nación francesa.
El cuarto capítulo está dedicado al mundo hispánico. En él se tratan los usos de «nación española» antes de 1808, el papel de la guerra de 1808-1814, las líneas de fractura territorializadas bajo una misma españolidad común (donde se presta especial atención a narrativas de catalanes) y la cuestión americana como parte inicialmente integrante del proceso de construcción nacional español.
En quinto lugar, se estudia el caso portugués, condicionado por su peculiar historia política de revolución y contrarrevolución. Se exploran los usos de las ideas de «reino» y «restauración» así como el lugar asignado a Brasil dentro del imaginario nacional portugués. Como en el caso de los hispanoamericanos, se utilizan relatos producidos a uno y otro lado del Atlántico.
El capítulo sexto es un ejercicio de comparación que desarrolla lo ya avanzado en el primero y amplía otras cuestiones. Apoyado en las singularidades detalladas en cada uno de los estudios anteriores, privilegia las similitudes y los patrones comunes. El objetivo es responder a las preocupaciones planteadas en el primer capítulo de una manera más holística y efectiva. De esta forma, desarrolla el interés por la historia conceptual en términos más abstractos y completa la formulación del modelo teórico; también pone en valor el papel esencial del conflicto político como motor de la construcción nacional y considera los conceptos de nacionalización y transnacionalidad desde la evidencia empírica de los relatos personales.
Confío en que las limitaciones que toda investigación tiene resulten en este caso posibles vías de profundización y ampliación futura, más que deficiencias que puedan minar el resultado final. La utilización de narrativas personales puede combinarse con el uso de otros egodocumentos para ampliar el panorama. Pueden hacerse más observaciones o combinar el estudio de los lenguajes de nación aquí practicado con otras fuentes más convencionales. Igualmente, se podría aducir que la era de las revoluciones no está completamente cubierta, ni espacial ni cronológicamente. Valga como descargo que incluir la Guerra de Independencia de los Estados Unidos o las revoluciones europeas de 1848 añadiría casi tres décadas más a una horquilla cronológica que ya era por su extensión casi inmanejable. Igualmente, no creo que la ausencia de narrativas de australianos, haitianos, filipinos, macaenses, amerindios o afrodescendientes, entre otros, impida la extracción de conclusiones significativas sobre los problemas principales, que se refieren a procesos de construcción nacional eminentemente europeos. Por supuesto, tal ampliación enriquecería las partes relativas a la nación imperial y debería entenderse sin perjuicio de lo sucedido en otras sociedades no occidentales, de las cuales este trabajo nada puede afirmar. También soy consciente de que la experiencia histórica del mundo germánico y sus interacciones con el ámbito eslavo participa completamente de muchas de las problemáticas aquí planteadas (especialmente en lo referente al modelo teórico). Una incursión en sus fuentes, empero, con seguridad habría acabado por desbordar las posibilidades materiales del estudio.
Читать дальше