La incidencia de FE de las JONS en la degradación del orden público y de la convivencia en el País Vasco durante el periodo republicano fue escasa, limitándose a los alborotos derivados de la venta de prensa y a los casos excepcionales ya señalados, de una gravedad en conjunto muy inferior a los sucesos que protagonizaron otras fuerzas como el tradicionalismo o las organizaciones obreras. Lo que se produjo fue un sobredimensionamiento del verdadero alcance de la implantación fascista en solar vasco derivado de las numerosas notas y llamamientos realizados principalmente desde la prensa de cariz izquierdista, lo que a su vez respondía a una sensación generalizada de temor ante el auge que el fascismo estaba experimentando en Europa tras el ascenso de Hitler al poder en Alemania. Por paradójica que pueda resultar esta afirmación realizada desde nuestro presente, los falangistas vascos desempeñaron en mayor número de ocasiones el papel de víctimas que el de victimarios. Esto es especialmente cierto durante el periodo republicano a tenor de las cifras e identidades de los asesinados que hemos venido viendo, pero también lo fue, como trataremos en el capítulo siguiente, durante la Guerra Civil.
Como ya hemos comentado, la actividad de la Falange alavesa fue muy escasa durante prácticamente todo el periodo republicano. Esta situación cambiaría ligeramente tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 y tras la llegada a la Jefatura provincial de Ramón Castaño Alonso (Rivera, 2003: 145-172). Castaño fue la figura determinante en el devenir de la Falange alavesa, marcando con su actuación el rumbo que habría de seguir el partido durante la Guerra Civil y los primeros años del régimen franquista. Impulsivo, carismático, con buenas dotes de organizador y un carácter exaltado, llegó a Vitoria portando un nombramiento de jefe provincial expedido por José Antonio Primo de Rivera. 25 Con anterioridad a este momento, Castaño había formado parte del Círculo Tradicionalista de Amurrio, del que llegó a ser vicesecretario, pero en 1935 ingresó en la JONS de Bilbao. 26 No tenemos noticia alguna de que mantuviese contactos o relaciones con el grupo falangista de Vitoria previamente a su llegada como jefe provincial, hecho que marcó su relación con los jóvenes estudiantes vitorianos que siempre le sintieron como ajeno a su grupo. 27 En cualquier caso, a partir de su llegada la Falange alavesa aumentó notablemente su actividad, aunque siempre limitada a la realización de propaganda y pintadas, y a la venta de su prensa. 28 Tras la ilegalización del partido, en marzo de 1936, sus miembros pasaron a la clandestinidad, aumentando las detenciones. 29 Sus locales fueron clausurados y, en una dinámica que se repitió en las otras dos provincias vascas, RE les cedió el uso de los suyos. 30 Desde este momento, Falange se sumó a las conspiraciones para derrocar violentamente al régimen republicano por lo que iniciaron su formación paramilitar con excursiones a los montes para realizar marchas y prácticas de tiro asesorados por elementos de la Falange madrileña. 31
En estas circunstancias, varios de sus dirigentes fueron encarcelados. El propio Castaño fue detenido en abril y condenado en mayo a un año y ocho meses de prisión por acudir al convento de Nanclares de la Oca a solicitar dinero para la compra de armas. 32 También Ricardo Aresti y José María Parra acabaron en prisión. 33 Con todo, el aporte que Falange realizó a la conspiración en la provincia fue muy escaso. En un lugar como Álava, con un predominio tan abrumador del tradicionalismo, el entendimiento de los militares con los apoyos civiles había de pasar necesariamente por el carlismo, y no por un grupúsculo de estudiantes y otros elementos radicalizados que, además, se encontraban en su mayoría encarcelados. La creciente polarización del ambiente político y el clima de enfrentamiento que a pasos agigantados se abría paso en la sociedad española llevó a que la Falange alavesa comenzase a engrosar tímidamente sus filas, si bien a un ritmo inferior al que se daba en otros lugares de España, y teniendo en cuenta que no será hasta después del 18 de julio cuando experimente un verdadero crecimiento.
La Falange guipuzcoana, que daba sus primeros síntomas de vida en septiembre de 1934, mantuvo durante todo el año una vida precaria. La situación mejoró levemente con la constitución oficial y la inauguración de los locales de la capital donostiarra en enero de 1935. A esta inauguración acudió José Antonio Primo de Rivera, que dio una conferencia sobre el papel de los vascos en la historia de España y sobre su concepto de «unidad de destino en lo universal». 34 A lo largo de 1935 Falange fue consolidando su presencia y se dedicó sobre todo a tareas de proselitismo, a la captación de nuevos miembros y a la venta de su prensa, actividad esta última de donde provino la mayoría de incidentes que protagonizó. 35 A partir de 1936 la presión policial sobre Falange aumentó de manera importante ante la progresiva degradación del orden público. En enero de 1936 fueron detenidos todos los miembros de la Junta Directiva del SEU guipuzcoano. 36 Agentes del Gobierno Civil seguían los pasos de Luis Prado, que había ocupado el cargo de jefe provincial, y se multiplicaron los intentos de infiltración de informadores. 37 Tras la ilegalización y el paso de sus actividades a la clandestinidad, el cerco policial se cerró aún más sobre los falangistas guipuzcoanos. Los registros y clausuras de locales así como las detenciones de los afiliados rebasaron el ámbito de la capital y alcanzaron a los grupos de la provincia. 38 La difusión del periódico clandestino No Importa se convirtió en una de las principales ocupaciones y en una nueva fuente de detenciones. 39 También la compra de armas pasó a tener una atención preferente, actividad en la que destacaron las Falanges de Eibar e Irún. 40 Junto con todo esto, Falange comenzó a tomar parte activa en la conspiración para derribar el régimen republicano. Acudió desde el primer momento a las reuniones preparatorias del movimiento sedicioso junto al resto de las fuerzas provinciales de derecha: CT, RE, CEDA y PNV, aunque posteriormente este último se desvinculó de los planes golpistas. El representante de FE en estas reuniones fue Luis Prado. Asimismo, el enlace entre los cuarteles militares y la Falange donostiarra fue el militar falangista Miguel Leoz, teniente de artillería destinado en los cuarteles de Loyola.
Por su parte, la Falange vizcaína comenzó a desarrollar una actividad más notable a raíz de su fusión con las JONS. Aunque la articulación de FE y de las JONS llegó a buen puerto no fue sin dificultades que tardaron en subsanarse largo tiempo. Así, dos meses después de la visita que giró en febrero Ledesma Ramos para realizar el nombramiento del triunvirato que había de hacerse cargo del partido, José Antonio Primo de Rivera hubo de acudir a Bilbao «para resolver cuestiones […] consecuencia de la diversidad de pareceres entre los fusionados» (Talón, 1988: 84). Aun después de esta visita debieron de subsistir resistencias a la fusión, como prueba que el día 29 de abril hubiese de publicar la junta directiva provincial una nota llamando a la obediencia a sus militantes. 41 Estos problemas de liderazgo y de relaciones entre jonsistas, falangistas y los ambientes monárquicos de donde estos últimos procedían se prolongaron hasta el inicio de la Guerra Civil, cambiando el partido de mandos hasta en tres ocasiones en menos de un año. A pesar de estas conflictivas relaciones, llegado el momento de la salida de Ledesma Ramos y de algunos de sus seguidores de Falange, el antiguo núcleo jonsista de Bilbao permaneció dentro del partido unificado. Independientemente de los problemas internos, 1934 fue un año de consolidación. Poco después de la visita de José Antonio durante la primavera, la nueva FE de las JONS abandonó los locales donde se reunían los antiguos jonsistas y trasladó sus oficinas a la antigua sede de la Juventud Monárquica en el Muelle de Ripa. La principal actividad en estos momentos era la propaganda, aunque durante la Revolución de Octubre, 65 falangistas voluntarios fueron armados por orden del teniente coronel Ortiz de Zárate y constituyeron un grupo de apoyo civil para colaborar en el sofocamiento del levantamiento obrero, que tuvo especial intensidad en la zona minera y en la margen izquierda de la Ría de Bilbao. 42 A lo largo de 1935 la actividad de Falange fue aumentando de intensidad, manteniendo diferentes incidentes con fuerzas de izquierda debidos a la venta de prensa. 43 También acrecentó su impulso propagandístico mediante la organización de conferencias y charlas (Plata Parga, 1991: 86). Asimismo comenzó un mayor seguimiento policial que culminó con la obtención de un informador de excepción, el «Secretario de Falange». 44
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