Una de las cuestiones centrales en la vida de la Falange vizcaína fueron sus relaciones con el monarquismo alfonsino y con la élite socioeconómica bilbaína, lo que necesariamente nos conduce a hablar del ya recurrente proceso de fascistización. El acercamiento más reciente a esta cuestión lo sitúa más allá de los límites politológicos de un partido, entendiéndolo más bien como una corriente o movimiento centrípeto, confundiéndose de esta manera el propio fascismo y el proceso de fascistización (Gallego, 2014: 34-54). Sin embargo, consideramos que es más útil no solo a nivel taxonómico sino también analítico la consideración diferenciada del proceso de radicalización, del proceso de fascistización y del propio fascismo a pesar de que en determinadas circunstancias se encontrasen íntimamente unidos (González Calleja, 2008: 115). José María de Areilza es un buen ejemplo para ello. Perteneciente a la élite bilbaína y una de las promesas con mayor proyección de la renovación generacional del monarquismo alfonsino, experimentó un intenso proceso de fascistización que más allá de la aceptación de elementos externos del fascismo le llevó a implicarse directamente en el desarrollo del movimiento fascista español, colaborando en la búsqueda de financiación, escribiendo en sus periódicos y revistas y ayudando en su difusión, facilitando la articulación de un entendimiento entre Ledesma Ramos y Primo de Rivera para la consecución de una fusión entre sus respectivas organizaciones… Y a pesar de esta intensa fascistización siempre manifestó su negativa a integrarse en el fascismo, continuando fiel al monarquismo en el que dio sus primeros pasos políticos (Ledesma Ramos, 1968: 126). Es decir, siempre mantuvo vigente un proyecto político autónomo y diferenciado del fascista. También hay que tener en cuenta que esta sugestión fascista fue especialmente intensa entre los miembros más jóvenes del monarquismo y la élite bilbaínas, pero que su capacidad de influencia entre las generaciones anteriores fue mucho más limitada. Por comparación con el caso de Areilza podemos poner el de José Félix de Lequerica, que también colaboró en la financiación del fascismo español pero no se dejó seducir por el mismo. También se podría esgrimir el ejemplo de Gabriel María Ybarra, fundador de El Pueblo Vasco y uno de los ejes articuladores del monarquismo vizcaíno, que escandalizado por el ingreso de sus hijos en Falange procuró conseguir su alejamiento del partido fascista por diversos medios (Plata Parga, 1991: 85-86).
Estas reticencias y la defensa de un espacio propio para un proyecto político autónomo y diferenciado no fueron exclusivas de las demás fuerzas de derecha ante el temor de resultar fagocitadas por el fascismo. Los propios fascistas también eran conscientes del peligro de resultar absorbidos y de que sus presupuestos ideológicos quedaran diluidos en el seno de una gran coalición contrarrevolucionaria. En este sentido son reveladoras algunas de las actitudes mantenidas por sectores de la Falange vizcaína ante lo que juzgaban una instrumentalización por parte de las clases preeminentes vizcaínas y del monarquismo autoritario. Durante las elecciones de febrero de 1936, y contra lo dispuesto por la Jefatura Nacional, un sector encabezado por el entonces jefe provincial Alberto Cobos decidió colaborar electoralmente por el éxito de la candidatura monárquica. Esto originó fuertes tensiones en el seno de Falange y, según García Venero (1972: 94), estuvo a punto de originar una escisión. La situación fue resuelta por Manuel Hedilla mediante la apertura de un expediente a Cobos y su cese como jefe provincial, siendo sustituido por José María Valdés Larrañaga. Tras la ilegalización de Falange y la clausura de sus locales, RE les ofreció el uso de los suyos, aunque esta oferta no fue vista con buenos ojos por todos los falangistas. 45 Otro ejemplo de esta pugna con la élite bilbaína y sus pretensiones de mediatización del movimiento fascista se produjo cuando se intentó aupar a Evaristo Churruca Zubiria sin la sanción del jefe provincial a la Jefatura Local de Guecho, intento que tuvo que ser frenado por Felipe Sanz, en aquellos momentos la máxima autoridad provincial (Ybarra Bergé: 16).
La imputación de todo esto a un proceso de fascistización que en última instancia podría asimilarse al propio fascismo no resulta satisfactoria. Se produjo efectivamente un proceso de fascistización que alcanzó distintas cotas de intensidad en función de las características de los sujetos que lo experimentaron, pero ello no significó directamente el tránsito al fascismo, ni organizativa ni ideológicamente. La asimilación de la fascistización al fascismo le concede una importancia desmedida a este último, le atribuye el proceso de radicalización de la derecha, cuando en buena medida, y como veremos en la institucionalización del franquismo, lo que ocurrió fue exactamente lo contrario: el clima de radicalización y fascistización posibilitaron y favorecieron la fagocitación del fascismo dentro de la coalición contrarrevolucionaria franquista en la que el equilibrio de fuerzas era muy desfavorable a Falange.
Por otra parte, 1936 fue un año especialmente duro para la Falange de Vizcaya. Además de las desavenencias internas, se inició un fuerte seguimiento policial contra el partido y sus actividades. Tras la victoria del Frente Popular la apuesta por el derribo violento de la República era ya firme, por lo que arreció la presión gubernativa sobre ellos. En febrero se realizó una redada en los locales de Falange, deteniéndose a los allí reunidos y clausurando el centro. 46 El mes siguiente se multó a los dirigentes provinciales del partido a consecuencia de la prohibición de venta de Arriba . 47 Con la prohibición de la prensa falangista, la venta y distribución clandestina de No Importa se convirtió en una nueva fuente de detenciones. La ilegalización del partido también supuso la imposibilidad de manifestarse públicamente, lo que condujo a nuevos conflictos y detenciones como ocurrió en mayo en Gallarta durante los funerales del guardia civil Jerónimo de la Fuente, asesinado unos días antes en la misma localidad. 48 Asimismo, la Falange vizcaína emprendió su participación en la conspiración para acabar violentamente con el régimen republicano. Las posibilidades de un movimiento contra la legalidad republicana en Vizcaya estaban consideradas como muy escasas y la propia debilidad de la trama conspirativa en la provincia lo ponía de manifiesto (Azcona y Lezámiz, 2013). José María Areilza fue el principal interlocutor de Mola en la provincia, proporcionándole información y haciendo labores de enlace entre él y otros elementos de la rama civil de la conspiración (Areilza, 1974: 124). Las únicas posibilidades de éxito se encontraban fijadas en un posible levantamiento del batallón Garellano. El papel de Falange en esta trama no fue muy importante por su escasez numérica. Durante marzo se enviaron diversas cartas a empresarios y entidades bilbaínas solicitando dinero con vistas, presumiblemente, a la financiación del golpe, lo que valió una fuerte multa del gobernador civil a los mandos provinciales. 49 Según Felipe Sanz, en abril, mientras se encontraba en la cárcel, se comprometió como representante de Falange en la confabulación. 50 Los contactos con los militares determinaron los puntos de concentración de los voluntarios falangistas donde debían recoger armas y prestar su apoyo. 51 Además, se establecieron planes de actuación conjunta con otras fuerzas de extrema derecha en diferentes localidades del entorno de Bilbao, como en Guecho y Portugalete. 52
1. LOS DOS MODELOS DE FALANGES VASCAS
En los aspectos que hemos analizado hasta el momento hemos señalado que el caso de Álava se podía diferenciar ya fuese en lo que hacía a sus antecedentes ideológico-culturales o en la práctica de la violencia política. Estos elementos, junto a los que vamos a ir desgranando en este apartado, tienen la suficiente entidad como para permitir el establecimiento de dos modelos de implantación y desarrollo fascista en el País Vasco. Por una parte tendríamos las provincias costeras de Vizcaya y Guipúzcoa, y por la otra el País Vasco continental, conformado por Álava. En el caso de las primeras, afectadas de manera previa y más intensa por los procesos de modernización, el fascismo alcanzó una implantación muy superior. En ambos casos el número de militantes que alcanzó el partido era al menos tres veces superior al de Álava, y a diferencia de esta, tanto la Falange vizcaína como la guipuzcoana consiguieron asentarse en diferentes localidades de sus provincias además de en la capital. Asimismo, el perfil colectivo de sus afiliados era más diversificado y maduro. Por otra parte, también se produjo un mayor desarrollo organizativo en las provincias costeras de acuerdo a su mayor potencia numérica. Así, tanto en Guipúzcoa como en Vizcaya FE de las JONS desplegó diversos servicios o delegaciones: CNS, SF, Primera Línea…, que no pudo organizar en Álava. Todos estos elementos se complementaron con cierta supeditación jerárquica del núcleo alavés a la jefatura provincial de Vizcaya que se mantuvo hasta el nombramiento de Ramón Castaño como jefe provincial.
Читать дальше