Como resultado, las técnicas ilustradas en este manual son, entre otras, el juego simbólico, el dibujo y la escultura familiar, un instrumento potente de observación de las relaciones familiares y de los procesos de conexión y desconexión emocional.
En un periodo histórico dominado por el «modelo médico», la furia diagnóstica del DSM5 y la fuerte medicalización del paciente, incluidos niños y adolescentes, la fuerte reclamación de la corriente humanística en el trabajo clínico propuesto por este Manual es fundamental; en él se parte de autores como Eric Fromm (también Minuchin consideraba a los neofreudianos precursores del método caliente de la terapia), Victor Frankl y Carl Rogers.
De hecho, después de 50 años de trabajo clínico y de investigación, puedo afirmar que la psicoterapia se sitúa en un cruce entre las disciplinas científicas –como la medicina, la bioquímica o la neuroimagen– y las humanísticas –donde encontramos el arte, los valores éticos, la tradición, la creatividad, etc–.
Así, la psicoterapia es un encuentro especial entre la humanidad y la creatividad de las familias con problemas y las de nosotros los terapeutas que las visitamos, donde los recursos de unos se entrelazan con los de los otros.
Maurizio Andolfi
Perth, 15 de febrero de 2019
BLOQUE I.
CAPÍTULO 1. Recorrido de la terapia familiar sistémica
Eduardo Torres
ÍNDICE
1. Introducción
2. Hacia la terapia familiar
2.1 Contexto social y crisis generacional
2.2 De lo intrapsicológico a lo interpersonal, los precursores de la terapia familiar
3. La terapia familiar
3.1 MRI (Mental Research Institute)
3.2 Proliferación de las primeras escuelas de terapia familiar
4. La terapia familiar sistémica
4.1 Cibernética de segundo orden
4.2 Constructivismo y construccionismo social
4.3 Escuelas adscritas a la cibernética de segundo orden
5. Hacia un modelo ultramoderno
6. Bibliografía
La lógica es un modelo pobre de causa y efecto.
(Gregory Bateson)
La Psicoterapia Emocional Sistémica está construida sobre las aportaciones que a lo largo del tiempo han realizado relevantes personalidades que provienen de ámbitos diferentes, tanto de la terapia familiar sistémica, como de corrientes humanistas y relacionales. Esta diversidad es, para los que trabajamos desde este modelo, un elemento identitario fácilmente identificable para aquellos que acuden a formarse con nosotros. Allí son testigos de la diversidad de estilos, de procedencias, de especialidades y de miradas que permanecen cosidas a través de una base común, que es el objeto de este manual, el Modelo Emocional Sistémico.
El presente capítulo pretende aportar al lector un marco teórico que le permita comprender las bases sobre las que se cimenta la Psicoterapia Emocional Sistémica. Para llevar a cabo esta tarea resulta imprescindible reflexionar sobre las gafas a través de las cuales vemos y pensamos como escuela que a lo largo de los últimos años hemos ido creando este modelo de trabajo en la práctica clínica. Estas gafas nos permiten adoptar una mirada holística que nos ayuda a organizar ideas y nos prepara para inferir hipótesis circulares de trabajo. Nos estamos refiriendo al paradigma sistémico, que más que ser una pata del modelo de trabajo que abordamos en este manual, es juez y parte del mismo, envolviéndolo y apareciendo trasversalmente en muchas de las cuestiones que transmitimos. Por ello consideramos imprescindible hacer un breve recorrido de la evolución de la principal corriente de la que se nutre la psicoterapia emocional sistémica. En el siguiente capítulo veremos más en detalle otros enfoques, postulados y factores sociales que han hecho posible, y necesaria, la evolución de la práctica clínica hacia la Psicoterapia Emocional Sistémica .
2. Hacia la terapia familiar
Figura 1.Esquema cronológico del desarrollo de la terapia familiar.
2.1 Contexto social y crisis generacional
Las primeras referencias a la terapia familiar provienen de los años cincuenta aproximadamente y surgen, principalmente, en los Estados Unidos. Nace en tiempos convulsos, alimentados por acontecimientos como las guerras en las que el país estaba sumido o la proliferación del uso de drogas, que comenzó a extenderse en cada vez más sectores de la población, particularmente entre los jóvenes. Había un desencanto manifiesto por los valores clásicos que imperaban entonces y comenzaban a surgir movimientos que reclamaban cambios en las políticas, en la sociedad y en los derechos civiles.
Todas estas circunstancias revertían en la salud mental de los individuos, y las instituciones psiquiátricas, cuya estructura y funcionamiento aún se inspiraban en las ideas de Thomas Kirkbride (1880), no estaban al margen de estos tiempos de cambio.
Hablamos de la etapa en la que cobraba valor el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), cuya primera edición aparecía en 1952 (Del Barrio Gándara, 2009). Influenciado por el IDC (International Classification of Diseases) e impulsado por la OMS, junto a otras instituciones como el Ejército de los EE. UU. y el APA (American Psychological Association), buscaba responder a la falta de un criterio común en la psiquiatría a la hora de categorizar y entender estas problemáticas.
Este intento no fue muy bien acogido por aquellos que, estando de acuerdo con la necesidad de objetivar los trastornos mentales, hallaban falta de consenso y ambigüedad en este primer intento y por los que, por otra parte, se mostraban muy críticos con la mirada categorial que se hacía de estos. Estos últimos alertaban de los peligros que conlleva el uso del psicodiagnóstico tanto para la profesión como para las personas que acuden a tratamientos, señalando las limitaciones que supone centrar el foco clínico en el síntoma y en su interpretación cartesiana, que divide a las personas en enfermos y no enfermos.
Otro de los elementos sometido a crítica en la época fue el psicoanálisis, que era la principal corriente de la época, debido a las dificultades pragmáticas que entrañaba a la hora de aplicar sus principios teóricos a tratamientos eficientes. Muchos tratamientos no daban resultado y otros se extendían en el tiempo, lo que disminuía la posibilidad de asumirlos a nivel económico. Entre los críticos estaban, por un lado, los objetivistas, que criticaban la psicologización de los síntomas o la falta de evidencia científica, y por otro, los propios psicoanalistas, que buscaban nuevas fronteras en el campo de la salud mental para paliar las dificultades evidentes antes comentadas.
Lo cierto es que, en este contexto, algunas personalidades del ámbito psiquiátrico comenzaron a explorar nuevos senderos, bebiendo de otras disciplinas y experimentando en la práctica clínica.
2.2 De lo intrapsicológico a lo interpersonal, los precursores de la terapia familiar
Figura 2.Visión centrada en variables intrapsicológicas.
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