Si el diálogo de la intervención instituye un régimen diurno 98proclive al ejercicio de la determinación y la cordura, psicopoética defiende un régimen nocturno-crepuscular que ampara lo indeterminado y abre puertas al delirio. El diálogo de la intervención involucra un proceso de búsqueda y adquisición de verdad (diagnóstico) para estimular en consecuencia procedimientos de transformación personal-social positiva en los sujetos participantes para su propio beneficio . Psicopoética, en cambio, involucra un proceso errante, más o menos perezoso y sensible, que no pretende diagnosticar o intervenir en beneficio de nadie. El protagonista del diálogo interventivo es el homo faber (que en su activismo práctico tiende a excluir al otro o a establecer relaciones instrumentales con otros sobre la base de contratos racionales), mientras que el de la psicopoética es el homo aestheticus (que no excluye a los demás, sino que se relaciona con ellos sobre la base de cierta empatía que lo hace participar colectivamente en ámbitos más amplios y desordenados de ideas, emociones e imágenes diversas). Si el diálogo de la intervención se asocia a la prudencia y a los propósitos del debe ser en un perpetuo posible; psicopoética se asocia al atrevimiento y a los despropósitos del ser en una sucesión de actualizaciones. El diálogo psicopoético asume, conscientemente o no, la vida transicional de los vínculos interpersonales y sociales. Se entrega al devenir imparable del continuo convertimiento en medio de una crepuscularidad vitalista y fecunda. En contra de la racionalidad instrumental de los dispositivos de intervención psicológica, psicopoética quiere recuperar esa hiperracionalidad onírica, lúdica, fantasmagórica, inventiva, que llega a actuar en distintos momentos de la interlocución cotidiana. 99El diálogo interventivo, por su parte, tiende a cierta adecuación autorregulada y constante, tiende a cierta realización plena de sí mismo en el dominio de su objeto y del mundo. Si este diálogo de la intervención se asocia responsablemente a la idea de proyecto y de cálculo , busca explicaciones y se inconforma con lo que va encontrando; la psicopoética, por el contrario, se agota en el acto de su realización; acepta lo que hay; no asume mayores responsabilidades ni calcula su desarrollo ulterior. Pero, además, si el diálogo de la intervención remite por lo general a espacios circunscriptos, especializados o apropiados a los fines que dictan su funcionamiento; la psicopoética estimula, en cambio, articulaciones intensivas de espacios diversos para la interlocución.
Así pues, del diálogo interventivo se critica su condición algorítmica: el constituirse como estrategia más o menos pensada para acceder a un conocimiento, generar acuerdos o modificar actitudes o formas de ser de los interlocutores; su condición competitiva: el constituirse como práctica de confrontación que exige un dominio simbólico del proceso y del interlocutor; su condición argumentativa: el constituirse como secuencia más o menos congruente de planteamientos dirigidos a un fin determinado. Psicopoética opone a tales preceptos una vocación imaginativa; una vocación metafórica-divergente y una vocación por el apasionamiento, la crítica y la risa. Si el diálogo de la intervención tiene un carácter retroactivo (porque siempre retrocede, digamos, se retrotrae al imperativo de la normalización que lo antecede), el diálogo psicopoético tiene carácter proactivo (en cuanto implica un lanzamiento de invenciones siempre diferentes que provocan una transformación inusitada del paisaje microsocial). Si el diálogo interventivo se alza como una fortaleza simbólica desde la cual actúan los vectores prescriptivos de la sujeción, la psicopoética, en cambio, desde la magia de Hayao Miyazaki, se alza como un castillo ambulante que abre los caminos alternos de la producción de subjetividad. 100
En psicopoética vista como intercambio comunicativo, sucede que el acto de transmisión y la cosa a transmitir no siempre implican identidad o adecuación absoluta. Implican más bien una no concordancia, una inadecuación, un desfasaje, una fractura o refracción. Acaece de pronto una especie de inconsistencia o disociación ideoafectiva en el hablar. En el diálogo de la intervención, por el contrario, se tiende a consolidar en el habla una identidad y una continuidad entre el acto de transmisión (procedimientos) y la cosa a transmitir (objeto y objetivos). Psicopoética promueve a veces un potencial de extrañamiento hacia las cosas, una especie de huida de las cosas y una alteración de formas expresivas que hace de todo ese proceso una interlocución desprendida y en constante novedad. Todo sentido se configura y se produce al tiempo de ir negándolo en el devenir de los acontecimientos. Se hace un extrañamiento del propio mundo y lo real se establece al tiempo de ir transmutándolo en irreal. Se rompe el hábito de transmitir lineal o directamente el contenido en cuestión y se niega la estabilidad de dicho contenido. En el diálogo psicopoético no se garantiza nada. Se deja de hablar técnica o apropiadamente para favorecer una conversación que puede inaugurar travesías fantasmagóricas, ridículas, delirantes o indescriptibles.
El diálogo psicopoético es aquel que abre a los interlocutores un espacio imaginativo para deambular, con mayor o menor asombro, por una especie de Wunderkammer (“cámara de las maravillas”). Al respecto, Giorgio Agamben escribe: “Hacia finales del Medioevo, en los países de la Europa continental, príncipes y eruditos recogían los objetos más disparatados en una Wunderkammer que contenía promiscuamente piedras de forma insólita, monedas, animales embalsamados, libros manuscritos, huevos de avestruz y cuernos de unicornio”. Y más adelante señala (el fragmento es extenso, pero vale la pena compartirlo):
Poseemos un grabado que reproduce la Wunderkammer del médico y coleccionista alemán Hans Worms, a través del cual podemos hacernos una idea bastante precisa del aspecto de una auténtica y verdadera cámara de las maravillas. Del techo, a notable altura, cuelgan caimanes, osos grises disecados, peces de extraña forma, pájaros embalsamados y canoas de poblaciones primitivas. La parte superior de la pared del fondo está ocupada por lanzas, flechas y otras armas de distinta forma y procedencia. Entre las ventanas de una de las paredes laterales se hallan cuernos de ciervo y de alce, pezuñas y calaveras de animales. De la pared que está enfrente, a poquísima distancia uno de otro, cuelgan caparazones de tortugas, pieles de serpiente, colmillos de pez sierra y pieles de leopardo. A partir de cierta altura hasta el suelo, las paredes están cubiertas por una serie de estantes repletos de conchas, huesos de pulpo, sales minerales, metales, raíces y estatuillas mitológicas […] todos los objetos parecen encontrar su sentido solamente los unos junto a los otros, entre las paredes de una habitación en la que el sabio podía medir a cada instante los confines del universo. 101
Pues bien, psicopoética abre una conversación productiva que transita subjetivamente por una u otra cámara de las maravillas. Implica el acceso a esa galería diversa, compleja y promiscua de elementos de sentido mediante los cuales se configuran las expresiones personales en el encuentro dialógico mismo. Dicho proceso elude formulaciones cerradas y acaso traduce tales elementos de sentido en un ejercicio concomitante a la invención siguiente. Acaso engendra por momentos unos u otros delirios en un juego que degrada creativamente los contenidos expresados. Y acaso al mismo tiempo reconstituye elementos sugerentes sobre los cuales habrá de producir nuevos sentidos, al calor del entrelazamiento que supone el vínculo de los dialogantes con la materialidad misma del entorno.
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