Excentricidad y aventura deformante de sentidos
A José Lezama Lima
Suscribo la idea de que, al hablar, el ejercicio de la expresión continuada tiende a separarse constantemente de su (presunto) centro de mando . Esto significa que el dialogar puede desenvolverse como un proceso activo de descentramiento (de fuga) respecto de unos u otros núcleos prescriptivos de significación inicial en el encuentro. En la medida en que esto suceda, el diálogo se vuelve excéntrico ; es decir, se desvía y se multiplica en aspectos nuevos y, con ello, en cierta forma, traiciona, desatiende o incumple su cometido estructurante. En el proceso de acceder a la excentricidad, el diálogo pasa por un momento conversacional ; pero su movimiento no concluye necesariamente en ese instante, sino que, por una suerte de desintegración creativa del hablar, sucede que algo acontece. Se produce una mezcla de cuerpos y, con ello, unas u otras transformaciones incorporales que, como sabemos, Deleuze y Guattari asocian al acto de lenguaje , a la transformación de realidades. El diálogo que se des-centra (que deviene excéntrico) constituye así un prisma que se agrieta para dar lugar al acontecimiento (tal como sucede acaso con la descomposición de la luz ). La excentricidad en el diálogo produce, pues, nuevas realidades.
Dialogar-conversar llega a ocurrir como parte de lo que podría denominarse un viaje inmanente . El sujeto en interlocución habrá de convertirse en homo viator . “Estamos en camino”, dice Joan Carles Mèlich, “en constante cambio, en transformación incesante, aunque no en transformación absoluta, pues […] no hay nada absoluto en la vida humana ”. 68En efecto, a través del diálogo cotidiano (en toda su complejidad, interconexiones y variaciones), el sujeto podrá mirar, escuchar y enunciar mundos inmerso en algo así como un viaje interminable hacia determinado territorio de orden o configuración (cambiante) de las cosas. El sujeto (siempre en red) mira, escucha y enuncia mundos en un viaje de giros y transformaciones imprevisibles. ¿Adónde viaja el sujeto que mira, escucha y enuncia tales mundos ? O bien, ¿adónde viajan esos mundos que transitan por la intimidad del sujeto que mira, escucha y enuncia? José Lezama Lima parece responder: “[U]n paisaje va hacia un sentido, una interpretación o una sencilla hermenéutica, para ir después hacia su reconstrucción, que es en definitiva lo que marca su eficacia o desuso, su fuerza ordenancista o su apagado eco, que es su visión histórica”. 69Lo que un sujeto ve, escucha, aprende y habla lo hace en medio de un periplo inexorable porque la vida humana no es sino un transitar continuo, un moverse por la geografía cultural y corporal de la existencia.
El sujeto se relaciona e imbrica con el mundo en devenir al tiempo que abandona indeteniblemente cualquier hogar primario. Relacionarse con el mundo cambiante implica ya, para mí, ese viaje mediante el cual se deja para siempre y a cada instante, alguna condición anterior. Se trata de un viaje que produce a cada momento la pérdida de una estancia propia , solo para crear otra estancia nueva cuyo nacimiento es precisamente el giro de su misma desaparición. Cada mundo emerge por tanto en el acto de morir. O, dicho de otra manera, cada mundo naufraga en el acto de nacer, en su irrupción intempestiva a los ojos, oídos y palabra del sujeto. Cada plexo existencial resulta entonces de una cabalgata alucinante y, muchas veces, terrible.
El sujeto se relaciona y se mezcla con el entorno al tiempo que produce nuevas visibilidades y discursos para contribuir a la metamorfosis de ese mismo entorno. Actúa como sujeto metafórico e imaginativo que produce nuevas vivencias y nuevos mundos a partir de lo ya dado. Lee, escribe, habla y siente mundos mediante metáforas e imágenes constituidas por configuraciones más o menos integradas al contexto (digamos que uno no ve estrictamente el sol : uno ve, por ejemplo, el-sol-que-entra-por-mi-ventana-mientras-pienso-en-ella ; uno no bebe estrictamente un café : uno bebe un-café-que-hizo-mi-hermano-el-día-que-se-fue-del-país , etc.). Es por eso que el acontecimiento que vive el sujeto no podrá concebirse nunca como un “hecho puro”, ni el objeto concebirse en su presunta “pureza”; porque cualquier acontecimiento u objeto posible involucra inmediatamente inmensas resonancias de sentido diverso. El sujeto convierte el acontecimiento en metáfora; en nueva visión y nuevas voces; en nueva vida (al unísono, tales metáforas, visiones, voces y vidas desaparecen al calor de los acontecimientos para abrir paso a otras, y así sucesivamente: “Creció mi primer amor y mi segundo amor, el tercero y así hasta el infinito”). 70
El sujeto en interlocución deviene un prisma que transforma y combina naturaleza y cultura; percepción e imaginación (todo ello además a través de su condición errante ): “Si digo piedra, estamos en los dominios de una entidad natural, pero si digo piedra donde lloró Mario, en las ruinas de Cartago, constituimos una entidad cultural de sólida gravitación. La fuerza de urdimbre y la gravitación caracterizan ese espacio contrapunteado por la imago, que le presta la extensión hasta donde ese espacio tiene fuerza animista en relación con esas entidades”. 71El sujeto entonces ocupa el espacio del mundo para organizarlo, para imaginarlo en distintas configuraciones del decir ; para crearlo al calor del contrapunto animista que surge respecto de los acontecimientos que vive. “Con el tiempo […] resultará manifiestamente imposible emplear cualquier técnica que no sea la de la «ficción»”. 72Toda expresión discursiva, cualquier narración o descripción del mundo, dialogada o no, constituye en este sentido el movimiento específico de una ficción . Así es como cada sujeto realiza su propio viaje por la vida, donde pronto expresa “el relieve de sus adquisiciones”. 73Todo realismo crea su propia realidad. Todo sujeto vive sumergido en el océano discursivo de la cultura.
A su vez, el acontecimiento ocupa también el espacio del sujeto para organizarlo, para inventarlo de diferente manera; el acontecimiento le conforma una imagen al sujeto, crea al sujeto, lo dice de un modo particular. Por lo tanto, el sujeto también es dicho , es inventado, es creado por el acontecimiento. El sujeto habla y es hablado. Crea y es creado. Vive en una reconstrucción permanente de sus plexos existenciales. Produce activamente su expresión en medio de un entramado con el mundo. Puedo decirlo así: el hablante produce su expresión subjetiva en una constante reinvención del mundo y, al mismo tiempo, el mundo produce su expresión objetiva en una constante reinvención del hablante.
La verdad de un acontecimiento, su existencia misma, se une a la producción de sentidos cultural y discursivamente determinados. El acontecimiento surge al interior de una esfera material-discursiva (un mundo natural-social-imaginario) por donde viaja el sujeto y es ahí donde cobra su realidad y se advierte su detenimiento. Un acontecimiento sin tal esfera que lo avale (que lo cifre) resulta indescifrable . Lezama Lima escribe: “Cuando en La chanson de Roland se consigna con gran precisión que en la conquista de Zaragoza Carlomagno tenía doscientos veinte años; cuando vemos que los sarracenos juran por Apolo y por Mahoma; cuando al vencer Roldán a un árabe se afirma que «le sacó el alma con la punta de la lanza», son todos hechos gravitados por la era carolingia, por un tipo de imaginación hipostasiada”. 74La verdad será, pues, imaginativa en cuanto el sujeto arroja desde su plataforma sociodiscursiva la flecha potente que desvela un mundo, que lo hace salir de la ocultación y venir a la presencia, es decir, que lo hace pasar del no ser al ser de determinada forma y en determinado instante (“flecha en vuelo que no podremos ya volver al arco”); 75la flecha de la que hablo es la poética . Pero el mundo creado se vuelve también con fuerza propia sobre el sujeto mismo; infiltra sus imágenes (como los éidola de Demócrito) en el cuerpo y la voz de ese que habla; lo conforma, lo sitúa, y de cierta manera lo controla . Por tanto, sujeto y mundo no guardan un vínculo de subordinación (antecedente-derivado), ni en una ni en otra dirección, sino que constituyen, en efecto, dos momentos diferenciados del devenir socionatural, a través de cuyo trance la existencia colectiva produce sus relieves y adquiere disímiles sentidos. Cada hablante es la expresión irrepetible del entramado material-imaginativo que se teje con el mundo. Cada hablante produce mutaciones y alteraciones permanentes respecto de lo real y respecto de su propia trayectoria de vida, con lo cual sucede precisamente que tal hablante, en su interacción, nunca es, en definitiva, el mismo .
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