A la memoria de Álvaro Félix Bolaños (1956-2007)
¡Ay, breve vida intensa
de un día de rosales secular
pasaste por la casa
igual, igual, igual
que un meteoro herido, perfumado
de hermosura y verdad!
Miguel Hernández, Cancionero y romancero de
ausencias , 1938-1941
AGRADECIMIENTOS
Hace ya algunos años que me intereso por la Historia General y Natural de las Indias (1535-1549) de Gonzalo Fernández de Oviedo. A diferencia de otros historiadores, más interesados en la figura del cronista como naturalista o geógrafo, mi trabajo enfatizaba que su exaltación de la naturaleza americana minimizaba las contradicciones del imperialismo colonial español. Estas contradicciones, que iban desde el extraordinario despoblamiento de la población nativa en el Caribe hasta los conflictos políticos y económicos entre las diversas facciones de conquistadores, acabaron con el «paraíso terrenal» descrito por Cristóbal Colón y llevaron a la Corona a implementar un mayor control de sus posesiones en el Nuevo Mundo ( De la Naturaleza y el Nuevo Mundo. Maravilla y Exotismo en Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, 1478-1556 , Madrid, 2002).
Este libro, que analiza la narratividad del discurso historiográfico de Oviedo, tiene una deuda intelectual con numerosos amigos y colegas que en los últimos años han leído y comentado muchas de sus secciones. Mención especial merecen Leonidas Emilfork Tobar, Anne Garland Mahler, Karl Kohut, Guy Rozat, Juana Martínez Gómez, Esteban Mira Caballos, Jesús Pérez-Magallón, Kathleen A. Myers, Gustavo Verdesio, Consuelo Varela, Álvaro Baraibar, Ashley Nelson, Lorna Polo Alvarado, mi esposa, Patrícia Pou i Vila, Karen Stolley, Vicent Olmos por su interés en editar este libro, y muy especialmente, Álvaro Félix Bolaños, experto oviedista y profesor del Department of Romance Languagues and Literature de la Universidad de Florida (EEUU), fallecido en la primavera del 2007. En los últimos años compartimos nuestro interés por la obra del cronista madrileño, a quien Félix dedicó su tesis doctoral. Este libro está dedicado a la memoria de un hombre generoso.
INTRODUCCIÓN
la historia de las cosas pasadas tiene valor y precio inestimable porque es conservadora de la memoria y mensajera de la verdad y da mucha causa de deleite y de honesta utilidad... E como quiera que los preceptos y doctrinas de la filosofía informen y enseñen la vida de los hombres con mucho provecho y hermosura, con mayor utilidad y más hermoseadamente lo hacen las lecciones historiales. 1
En los últimos se ha revitalizado el interés por la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo (Madrid, 1478 – Santo Domingo, 1557). Conocido habitualmente por su obra americanista, lo cierto es que el ilustre madrileño fue, además de Cronista Real de las Indias y alcalde de Santo Domingo, autor de una novela de caballería, Don Claribalte (1519), genealogista, historiador de la España del dieciséis, experto en heráldica y viajero incansable. Como señala el epígrafe anterior, la verdad fue siempre para Oviedo la suprema deidad. Para transmitirla a sus lectores, siguiendo el ideal erasmiano, 2Oviedo recurrió a lo antiguo y lo moderno, a lo moral y a lo natural, a la historia y a la ficción.
Los orígenes del cronista fueron modestos. Nacido en el seno de una familia hidalga de origen asturiano, en 1478, en Madrid, Oviedo entró en contacto por primera vez con el pensamiento humanista en la casa ducal de Alonso de Aragón, segundo duque de Villahermosa y sobrino de Fernando el Católico, donde trabajó como paje de su hijo primogénito. 3Tres años después, a los catorce años de edad, fue transferido a la corte itinerante de los reyes Fernando e Isabel, ocupando el puesto de mozo de cámara del príncipe Juan, el único hijo varón y heredero al trono de los Reyes Católicos, con un sueldo de ocho mil maravedíes y título firmado por la misma reina. 4En aquel ambiente cortesano, formado por mayordomos, secretarios, tesoreros, notarios, escribanos y cronistas fue donde se familiarizó con el pensamiento, la erudición y las fuentes del saber humanista y clásico que el heredero recibía de su tutor, el catedrático salmantino fray Diego de Deza (luego Inquisidor General), 5así como de destacados humanistas italianos, como del siciliano fray Bernardo Gentile, de Alejandro Giraldino, de Perugia, de Lucio Marineo Sículo –llegado a España en 1484, donde permaneció hasta su muerte en 1533– y de Pedro Mártir de Anglería (ca. 1457-1526), o Anghiera –traído de Italia en 1487 por el Conde de Tendilla y nombrado «Maestro de los caballeros de la Corte en las Artes Literarias». 6Pero más importante aún, aquel ambiente de «Minerva y de Marte», según escribió el mismo Oviedo, le ayudó a configurar una ideología letrada basada en los valores hispanos y en la dedicación y la lealtad exclusivas al rey. 7
Su presencia en las cortes generales de Aragón, celebradas en Barcelona y Zaragoza en 1493, le permitió familiarizarse con las primeras noticias sobre tierras desconocidas y productos exóticos, así como conocer a personalidades relevantes de la vida política y económica del Nuevo Mundo. Entre ellos cabe destacar a Vicente Yánez Pinzón, Nicolás de Ovando, y sobre todo, a Cristóbal Colón, a quien conoció en 1493 y cuyo hijo Diego sirvió como paje –oficio de mayor prestigio que el de mozo de cámara– en el séquito principesco. 8La repentina muerte del príncipe, pocos meses después de su matrimonio con Margarita de Habsburgo, hija del emperador Maximiliano I (1459-1519), en la ciudad de Burgos (4 de octubre de 1497), le hizo perder su lugar en la corte y buscar fortuna en Italia (1499-1502), donde entró al servicio de distintos señores –Ludovico Sforza, apodado «El Moro», el cardenal Juan Borja, sobrino-nieto de Alejandro IV, Isabel de Aragón, don Fadrique Enríquez de la Cabrera– y aprendió de los intelectuales del Renacimiento italiano.
De vuelta a España en 1502, Oviedo entró al servicio de Don Fernando de Aragón, hasta que en 1512 el duque de Calabria fue encerrado en el castillo de Játiva. 9Participó también en la campaña del Rosellón –cuando los franceses apresaron Sales– y a principios de 1505 regresó a la villa de Madrid con el fin de obtener una escribanía pública. En 1506 –año de la muerte de Felipe I «el Hermoso»– trabajó como notario público y secretario del Consejo de la Santa Inquisición de los cuatro obispados de Osma, Sigüenza, Cuenca y Calahorra, en tiempos del por entonces Inquisidor General fray Diego de Deza, cesando en 1507. Hacia 1502 se casó con la bella Margarita de Vergara profundamente enamorado y cuya pérdida (1505) le costó mucho aceptar. 10Pocos años después, el 14 de diciembre de 1507, la reina Juana lo nombró «mi notario e escribano público en la mi corte e todos mis reinos e señoríos». Sin embargo, sus ambiciones personales le llevarán siempre a desdeñar dicho oficio. 11
Alrededor de 1509 contrajo segundas nupcias con Isabel de Aguilar. Nombrado secretario del «Gran Capitán», don Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Terranova, Oviedo estaba nuevamente preparado para volver a Italia formando parte de las tropas de la Liga Santa contra Francia, después de la victoria francesa en Rávena (1511-1512). Llegó a vender parte de sus bienes para cumplir su objetivo, dejando a su mujer, a su tío Juan de Oviedo y a su primo –oficiales en la secretaría del aragonés Lope de Conchillos y Quintana– con poderes notariales para que le representaran en la corte. 12Pero, en 1513, el bloqueo de los planes militares de la Corona con respecto a sus dominios italianos de Cerdeña, Sicilia y Nápoles llevó al Gran Capitán a disolver la armada. 13Frustrado y arruinado, satisfizo su curiosidad intelectual leyendo los libros de la prodigiosa Biblioteca d’Aragona , formada cuidadosamente en el Castel Nuovo de Nápoles por Alfonso V –apodado «el Magnánimo» y muerto en 1458– de Aragón y llevada a Valencia por su patrón, el duque de Calabria, quien se encontraba prisionero en el castillo de Játiva. Algunos meses después, agobiado por las deudas contraídas, Oviedo decidió convertirse en un soldado de fortuna y partir a las Indias como escribano mayor de minas, además de participar en diversos oficios para los negocios particulares del influyente secretario real Lope de Conchillos, como los de fundición y preparación de los metales preciosos, las escribanías de justicia criminal y civil, y sobre todo, entró en el negocio de herrar a los indios esclavizados en guerra justa, que garantizaba un ingreso fijo por esclavo herrado. Y por si todo ello no fuera poco, el 2 de noviembre de 1513 se hizo además con el puesto de Veedor de las fundiciones de la provincia del Darién, 14acompañando al nuevo gobernador Pedro Arias (Pedrarias) Dávila (1440?-1531) en una flamante expedición compuesta de 22 naves y carabelas y unos dos mil hombres que partió de Sanlúcar de Barrameda el 11 de abril de 1514 y desembarcó en el puerto de Santa Marta, en Tierra Firme, el 12 de junio de 1514. 15
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